Greg y Julie Alexander: "Todo matrimonio tiene
esperanza"
“Todo
matrimonio tiene esperanza siempre y cuando dejemos de vivir de forma
individualista, pensando únicamente en nuestras necesidades personales, dejando
a un lado todas esas ideas modernas llenas de egoísmo y comencemos a vivir
nuestra relación conforme al plan de Dios”.
Supe
de Greg y Julie Alexander hace un poco más de 15 años cuando les escuché en una
entrevista por EWTN. Tengo tan claro ese momento como si lo
estuviera viviendo ahora. Su testimonio matrimonial me impactó de tal forma que
sus nombres se quedaron grabados en mi memoria.
Hablaron
de cómo
fue que pisaron el infierno, del adulterio por el que atravesaron, del dolor
que causaron a sus hijos hasta la reestructura total de su matrimonio.
Hasta
recuerdo cuál fue mi pensamiento cuando terminé de escucharles: “Yo nunca
necesitaré de sus servicios porque a mí jamás me va a pasar eso”. Como dice el
dicho, “nunca digas de esta agua no beberé porque el camino es largo y te puede
dar sed”.
Qué
lejos estaba de saber que años después les pediríamos ayuda para restaurar
nuestro matrimonio y que, además, mi esposo y yo colaboraríamos en su
apostolado haciéndonos cargo del área hispana.
Greg
y Julie, como les sucede a tantos matrimonios hoy en día, tocaron fondo. Y fue
uno muy doloroso. Ambos fueron infieles y “sentían” que ya no
eran felices en su relación. No solo fue la infidelidad el
cáncer que entró en su relación, sino las formas egoístas que el mundo les
ofreció.
Un
día, después de una escena dramática en que se reprocharon sus mutuas
infidelidades, tomaron la decisión de que lo mejor era
divorciarse porque ya no eran felices juntos.
Les
comunicaron a sus dos hijos -en ese entonces pequeños- su “inteligente”
acuerdo. La reacción de ellos fue tan negativa y profundamente dolorosa que
decidieron buscar ayuda para intentar solucionar sus problemas.
Julie
aún recuerda con enorme dolor la escena de sus hijos, en una esquina del
cuarto, ambos abrazados, temblando y llorando sin consuelo por la terrible
noticia que acababan de recibir de quienes se suponía que les amaban
incondicionalmente.
Dicen
que sus corazones estaban tan endurecidos que se auto convencieron de que con
terapia y ayuda profesional estarían bien.
Pero pudo
más el amor por sus hijos y el que entre ellos había -y que en ese momento no
“sentían”- que sus preferencias egoístas.
Acudieron
a diferentes lugares; sin embargo, nadie lograba ayudarles de una forma en la
que ellos quedaran satisfechos.
Un
terapeuta católico -de esos que hoy tanto abundan- les dijo que deberían
divorciarse, que esa era la solución. Gracias a Dios pidieron apoyo también al
vicario del tribunal de su diócesis. Ellos iban con el pensamiento de que este
hombre de Dios les daría por su lado, les apoyaría en su decisión de
divorciarse y les ayudaría con el proceso de nulidad.
“Después
de varias semanas, supimos que era el vicario del tribunal de la diócesis. No
sabíamos nada de nuestra fe, pero sí sabíamos que él podía hacer la anulación
de nuestro matrimonio.
¡Qué
regalo de Dios! Estábamos pensando qué hacer con nosotros mismos y Dios nos
había mandado a este hombre santo para ayudarnos a salir de este matrimonio
miserable” (1).
Pero,
como generalmente no contamos con la astucia de Dios, llegada la
“esperanzadora” cita, el vicario comenzó a hablar:
“Déjenme
hacerles unas preguntas: “¿cuál es el plan de Dios para el matrimonio?”, “¿qué
nos enseña la Iglesia acerca de la Alianza del matrimonio?”, “¿qué
dicen los Santos Padres y san Pablo, del matrimonio?…” Yo
sólo me le quedé mirando. No supe qué contestarle. Miré a Greg, y
encogió los hombros. Era obvio que ninguno de los dos sabíamos qué
responder.
“Padre”,
le respondí al final, “¿qué tiene que ver todo esto con nosotros?. Lo que
quiero decir es que somos católicos, vamos a la iglesia los domingos, pero es
de nuestro matrimonio de lo que estamos hablando. Solíamos amarnos, pero
ya no nos amamos. Estábamos esperando que usted nos mostrara cómo salir
de todo esto”.
“Sé
que no tiene sentido,” contestó, “pero antes de que sigan, yo quiero que ustedes
aprendan del plan de Dios para el matrimonio” (2).
Gracias
a que vivieron esta experiencia fundaron https://www.thealexanderhouse.org/,
apostolado donde además de dar conferencias, sesiones personales a parejas y
demás, ofrecen un curso en línea – “Marriage
411” e-Course- para ayudar
a las parejas a experimentar la alegría de un matrimonio
católico sólido.
Hoy,
Greg y Julie Alexander -con 7 hijos, 3 nietos y entregados en cuerpo y alma a
salvar matrimonios- nos ayudan a parejas del mundo entero a descubrir los
milagros que Dios puede hacer con nuestras heridas -mismas que pueden
desencadenar en pecado si no las sanamos-, no solo por medio de su testimonio,
sino de herramientas prácticas -tanto espirituales como humanas- para rescatar,
embellecer y vivirlo plenamente.
Greg
y Julie son la cara de la “Esperanza Matrimonial”. De hecho, en los funerales
de la Madre Angélica -fundadora de EWTN– fueron invitados de
manera personal y exclusiva a la ceremonia. Para mí fue un regalo del cielo el
que ellos fueran como representantes de lo que es vivir un matrimonio en
Cristo, conforme al plan de Dios. Fue como una reafirmación de Dios de que su
labor es inspiración divina.
*(1)
Extraído del libro Marriage 911-Greg & Julie
Alexander
*(2)
Ídem
Luz
Ivonne Ream
Fuente:
Aleteia






