El dicasterio en su mensaje afirma que la corrupción no se puede combatir con el silencio
En
el ámbito de la celebración de la fiesta del Vesakh de los budistas, el
Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso les ha enviado un mensaje de
felicitación deseando que cristianos y budistas se unan en la prevención y
lucha contra la corrupción
Este
año, se lee en el mensaje, queremos reflexionar con ustedes sobre la urgente
necesidad de promover una cultura libre de la corrupción.
Un fenómeno que
conlleva al abuso de posiciones de poder buscando una ganancia personal, ya sea
en el sector público como en el privado, y se ha convertido en un escándalo de
tales dimensiones que hasta las Naciones Unidas han indicado el 9 de diciembre
como, la Jornada Internacional contra la corrupción. Y a causa de la creciente
difusión de este crimen odioso, gobiernos, organizaciones no gubernamentales,
medios de comunicación y ciudadanos en todo el mundo se están uniendo para
combatirlo. Como líderes religiosos también nosotros, se lee en el texto,
debemos contribuir en la promoción de una cultura que sea caracterizada por la
legalidad y la transparencia.
El
dicasterio en su mensaje afirma que la corrupción no se puede combatir con el
silencio, y que las ideas que parten de buenas intenciones son inadecuadas a
menos que no se metan en práctica, sólo así se podrá eliminar este fenómeno.
Por tanto, se lee en el texto, nosotros, budistas y cristianos, radicados en
nuestras respectivas enseñanzas éticas, debemos colaborar para prevenir la
corrupción erradicando las causas subyacentes y eliminar la corrupción de las
raíces, donde las hay.
Seguir un compromiso común
en la lucha contra la corrupción
En
este esfuerzo, la principal contribución será la de animar a los respectivos
seguidores, a crecer en la integridad moral y en el sentido de equidad y
responsabilidad. Además, seguir un compromiso común en el combate de la
corrupción, que incluya la cooperación con los medios de comunicación y con la
sociedad civil para prevenirla y denunciarla, crear una conciencia pública de
la corrupción, responsabilizar de sus acciones a los empleados públicos que
arrasan con los bienes nacionales sin considerar sus afiliaciones étnicas,
religiosas, políticas o de clase.
Además
el dicasterio en su mensaje, aconseja que ambas confesiones, budistas y
cristianos debemos enseñar e inspirar a todos, pero especialmente a los
políticos y el personal de las administraciones públicas en actuar con la
máxima integridad fiscal, exigir los debidos procesos legales para recuperar
los bienes robados a causa de la corrupción y asegurar a la justicia los
responsables de estos delitos, alentar a que participen más mujeres en la
política, y negarle los cargos públicos a aquellos envueltos en actividades
ilegales, introducir instituciones transparentes e inclusivas basadas sobre la
legitimidad por un buen gobierno, la responsabilidad y la integridad.
Digamos "no" a
la corrupción
En
el mes de febrero de este año, la intención de oración del Papa Francisco fue
“Digamos no a la corrupción”, al denunciar el pecado de la corrupción, el Santo
Padre reconoce que este fenómeno se encuentra en el mundo, entre políticos,
hombres de negocios y ministros eclesiásticos. Y al final quien paga el precio
de la corrupción son los pobres. Recordando las palabras de Jesús a sus
discípulos, “Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá
ser su servidor”, el Papa subraya que él único camino para salir de la
corrupción, es el servicio. Porque como dice el Pontífice, la corrupción
viene del orgullo, de la arrogancia, mientras que el servicio humilla y
consiste en la humilde caridad de ayudar a los demás.
Como
budistas, consideran la corrupción como un estado mental malsano, que causa
sufrimiento y contribuye en la contaminación de la sociedad. Los budistas
identifican tres toxinas principales: avidez, odio, y desilusión o ignorancia,
son fuentes de este flagelo social que se debe eliminar por el bienestar del
individuo y de la sociedad. Las enseñanzas y la práctica budista no sólo
desaprueban la corrupción, sino que también transforman el aspecto malsano del
estado mental, de las intenciones, de los usos y acciones de los corruptos.
No
obstante, ambas tradiciones religiosas denuncian firmemente el mal de la
corrupción, se reconoce con tristeza que algunos seguidores participan en
prácticas corruptas, y esto lleva a una mala administración, asociación para la
corrupción y el saqueo de los activos de la nación. La corrupción, se lee por
último en el mensaje del dicasterio, pone en riesgo la vida, porque implica un
bajo crecimiento económico, inversiones débiles, inflación, devaluación
monetaria, la evasión fiscal, graves desigualdades, escasa educación,
infraestructuras de nivel inferior y un degrado ambiental.
También
amenaza la salud y la seguridad de individuos y comunidades. La gente está
escandalizada de ver a políticos incompetentes y corruptos, de una legislación
ineficiente y de la incapacidad de investigar sobre los casos de corrupción más
importantes. Han surgido movimientos populistas, a veces motivados y apoyados
por el fundamentalismo religioso, que protestan contra las violaciones de la
integridad pública.
El
documento finaliza con el deseo que juntos, budistas y cristianos se
comprometan activamente en la promoción en las instituciones sociales,
políticas, civiles y religiosas, así como con sus familias, para alcanzar un
ambiente libre de corrupción y vivir una vida honesta e íntegra.
Patricia
Ynestroza - Ciudad del Vaticano
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