6 enseñanzas de Jesús que podemos aplicar a través
de las redes sociales
Jordan Bauer/Unsplash | CC0 |
En Facebook la cosa se está poniendo fea,
como en algunos colegios donde 1 de cada 3 niños reconoce que en su clase hay
acoso escolar.
Un ambiente cruel, mezquino, chismoso,
cruel, quejumbroso, agitador de linchamientos… en definitiva, perverso.
Muchas personas creen que son
niños “guais” que pueden unirse a otros niños “guais” para dar palos a los
niños raros. Y esos a quienes llaman raros creen a su vez que son “guais” que
pueden apalear a otros niños.
Un amigo de Facebook se
lamentaba: “Según parece, la gente considera que merece la pena hablar de
mí, pero no hablar conmigo”. A
ese tipo de cosas me refiero.
Lo preocupante es que muchas de
esas personas que actúan como los abusones del colegio son católicos u otros
cristianos. Y lo que es aún más preocupante es lo fácil que uno puede entrar en
Internet y volver a comportarse como un adolescente.
Lo que nos
diría Jesús
Aquí tenéis seis normas para
usar Facebook, derivadas de los mandatos directos de Jesús. Jesús no mencionó
los medios sociales, pero conoce a los pecadores. Facebook y los medios
sociales en general son una nueva forma de que los pecadores hagan lo que hacen
siempre. Con un público mayor y con más anonimato, para peor normalmente, pero
en esencia no hay nada nuevo.
1. Lee a los demás como tú querrías que te leyeran
a ti
Todo
lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos. (Mateo 7, 12)
Concede a todo el mundo el
beneficio de la duda. Supón que no quisieron decir lo que parecen haber dicho.
Porque no puedes estar seguro.
Para empezar porque pocas veces Facebook da la suficiente información para
juzgar bien. Vemos unos cuantos puntos y añadimos otros y luego los conectamos
para crear el dibujo que queremos.
Igualmente, Facebook no te dice
por qué situación está pasando esa persona. Quizás alguien esté despotricando
porque está a punto de perder su trabajo o su hijo está muy enfermo y, pasados
unos pocos días, se sentirá avergonzado de lo que escribió.
Tú podrías ser esa persona.
Podrías descubrir que tus “amigos” retuercen un comentario inocente hasta
convertirlo en algo estúpido, o quizás podrías decir algo de lo que te
arrepientas más tarde. Quieres que te lean con compasión y caridad. Lee a los
demás también así.
2. No respondas al insulto
No
hagáis frente al que os agravia (Mateo 5, 39)
Déjalo estar. Porque, una vez
más, lo más frecuente es que no puedas estar seguro de las intenciones de la
otra persona. Pocas personas saben cómo suenan por escrito. (Es algo que sé
después de décadas de edición).
La gente puede escribir las
cosas más groseras pensando que está haciendo una broma desenfadada o
incordiando ligeramente. Es posible que el escritor no tuviera por intención lo
que el lector entendió.
No respondas tampoco porque un
insulto no significa gran cosa de todos modos. Las personas dicen muchas
tonterías en Facebook. Aunque tú te sientas mortalmente insultado, tus amigos
de verdad solamente pondrían los ojos en blanco y lo ignorarían.
Además, Jesús nos dijo que
ofreciéramos la otra mejilla. Quizás el escritor sí tuviera esa intención, pero
solamente le ayudarás dejándolo pasar y rezando por él. Es bueno para nosotros
tener que tragarnos nuestro orgullo. Si entras en Facebook, estás pidiendo que
te insulten, así que úsalo para tu bien.
3. Desconéctate de vez en cuando
Y
después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió
hambre (Mateo
4, 2)
Facebook está diseñado para ser adictivo,
al darte pequeñas dosis de placer durante todo el día. La ira y la indignación
también son adictivas. Solamente rompes las adicciones renunciando a ellas.
Podrías convertir el domingo en
un sabbat de Facebook o usar la
Cuaresma o semanas aleatorias como días de descanso. Hacer una pausa de algo te
recuerda que puedes vivir sin eso. Cuando vuelvas, descubrirás que has
conseguido bastante distanciamiento como para no verte arrastrado al drama. Sin
embargo, como es adictivo, tienes que seguir haciendo descansos.
4. Tienes un mensaje
importante que compartir
Y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad
el Evangelio” (Marcos 16, 15).
Muchas de tus publicaciones y
conversaciones de Facebook serán ligeras y amistosas: fotografías de tus hijos
o de tus mascotas, actualizaciones sobre tu vida, viñetas divertidas, incluso
vídeos de gatitos si puede olvidar que luego crecen hasta ser gatos adultos.
No obstante, recuerda entonces
que sabes algo (y conoces a Alguien) que los demás quizás no, así que escribe
como si así fuera. Utiliza las oportunidades más obvias para hablar de lo que
mejor conoces. Sin embargo, recuerda, incluso cuando compartas cosas livianas y
amistosas, que estás hablando como católico y que alguien podría estar haciendo
valoraciones sobre Jesús o Su Iglesia a partir de lo que escribes (algo que es
ingenuo, pero la gente lo hace igualmente).
5. Ama a cada
persona que reciba tu publicación
Os
doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos
también unos a otros. En esto os conocerán todos que sois discípulos míos: si
os amas unos a otros. (Juan 13, 34-35).
Aunque no los conozcas, amales y
así les ofrecerás una visión positiva. Cuando tengas que argumentar o corregir
a alguien, no trates a tu interlocutor con desprecio, como si estuvierais
enfadado. Trata a los demás como personas a quienes les deseas el bien.
Trata
a los “amigos” de Facebook como verdaderos amigos.
Quieres ganar el debate, claro,
porque como buen “apóstol” quieres que las personas vean lo que tú ves. Pero
quieres ganar de forma que acerques más al otro a la Verdad.
Eso es algo difícil de hacer
cuando hablas con un desconocido (también incluso si es un “amigo”) y de él
solo conocer su foto de perfil. A mí me ayuda rezar por él o ella antes de
publicar cualquier comentario.
6.
Abandona la discusión cuando se vuelva tóxica
Si
alguno no os recibe o no escucha vuestras palabras, al salir de su casa o de la
ciudad, sacudid el polvo de los pies. (Mateo 10, 14)
Muchos debates de Facebook se convierten
rápidamente en discusiones inútiles y muchas terminan en agresión, denigración
e insulto. El medio favorece este extremo.
Las personas le cogen gusto a
ese subidón que sienten al atacar a otros o al ver a otras personas atacarse
entre sí. Márchate, sin más.
No intentes devolver la
situación “a su cauce” porque rara vez lo conseguirás y tampoco ganas mucho al
hacerlo.
Las personas tóxicas solo se
detienen cuando ya no hay nadie escuchándolas. Les haces un favor al no darles
el gusto.
David
Mills
Fuente:
Aleteia