Se cumplen cinco años de la desaparición de la que
fue la última mujer en seguir un modo de vida que se remonta a la Edad Media
OCMW Kortrijk |
Nació ciega, pero su falta de visión no fue
impedimento para que Marcella Pattijin encontrara su lugar en el mundo. Había
nacido en el Congo Belga en 1920 y había estudiado en un colegio para ciegos en
Bruselas.
Marcella
tenía una profunda fe religiosa que la llevó a buscar un convento en el que
dedicar su vida a Dios y
terminó viviendo en Sint Amandsberg, cerca de Gante, donde una comunidad
de más de doscientas mujeres habían adoptado el modo de vida de las beguinas,
cuyo origen que remonta a la lejana Edad Media.
Hacia el siglo XII, una nueva
concepción de la vida apostólica se estaba gestando en la Europa medieval. Las
mujeres, humildes y de clases acomodadas, fueron protagonistas de aquel
desarrollo de la fe y de la necesidad de abandonarlo todo para seguir los pasos
de Jesús pobre.
En aquel contexto surgieron en
el norte de Europa las comunidades femeninas conocidas como beguinatos o
beaterios. Concretamente en Lieja, hacia el 1170,
surgió el primer grupo de beguinas, mulieres
religiosae dedicadas a la oración, al trabajo asistencial y a realizar
obras de caridad.
Las
beguinas se diferenciaban del resto de religiosas medievales porque no seguían
ninguna regla monástica. Asumían como propios los votos de castidad y pobreza
pero no el de clausura.
En los muchos beaterios que
surgieron en Europa, las beguinas cuidaban de los enfermos que no tenían
recursos, visitaban los orfanatos y las leproserías donde daban consuelo
espiritual.
En
los beguinatos, donde se daba asilo a los más necesitados, las beguinas
trabajaban para subsistir realizando tareas artesanales y ofrecían educación a
las niñas sin recursos.
Vestidas humildemente, con un
burdo paño gris, las beguinas desarrollaron una vida piadosa pero también
intelectual que las llevó a convertirse en magníficas iluminadoras y místicas.
De entre sus filas surgieron
grandes nombres de la mística femenina medieval, como Hadewijch
de Amberes o Matilde de Magdeburgoque
dejaron hermosos versos de amor divino. Ambas vivieron en el siglo XIII,
momento de máximo esplendor de las beguinas, que recibieron del papa Honorio
III el permiso para vivir en comunidades independientes de las órdenes ya
existentes.
Junto a Honorio III, otros
hombres como el obispo de Acri, Jacques de Vitry o el rey Luis XI de Francia,
dieron su público apoyo a las beguinas que para entonces ya estaban presentes
en países como Alemania, Francia o Italia.
La estrella de las beguinas se
fue apagando en las últimas décadas del siglo XIII cuando el papa Clemente V
empezó a cuestionar su modo de vida. En el Concilio de Vienne, que tuvo lugar
entre 1311 y 1312, las puso bajo sospecha de herejía. Un año antes, en 1310,
una de ellas, Margarita Porete, había sido quemada en la hoguera.
En los siglos siguientes, muchas
beguinas se fueron incorporando a conventos tradicionales aunque su modo de
vida continuó vivo… hasta el siglo XXI.
El 14 de abril de 2013, fallecía
a los 92 años de edad en el beaterio de Kortrijk la última de aquellas mujeres
piadosas. Los muros de trece beaterios, considerados Patrimonio de la Humanidad
por la Unesco, también han sobrevivido a guerras, revoluciones y a la
modernidad, permaneciendo como silenciosos testimonios de un modo de
vida único, el de las beguinas.
Sandra
Ferrer
Fuente:
Aleteia