Homilía ayer en Casa Santa
Marta
PD |
No
deben acercarse al diablo ni dialogar con él: está “derrotado” pero es
peligroso porque seduce y, como un perro rabioso encadenado, muerde si le haces
una caricia. Es la advertencia del Papa Francisco en la homilía de la Misa en
Casa Santa Marta. Toda su reflexión gira en torno a la figura del diablo que no
ha muerto, pero que “ya está condenado”, como dice el Evangelio de la Liturgia
de hoy (Jn 16, 5-11).
“Podemos
decir que está moribundo” – explica el Papa – pero en todo caso “está
derrotado”. No es fácil, sin embargo, convencerse porque “el diablo es
seductor”, “sabe qué palabras decirnos”, y “a nosotros nos gusta que nos
seduzcan”, explica Francisco.
Y
él tiene esta capacidad; esta capacidad de seducir. Por esto es
tan difícil comprender que está derrotado porque se presenta con gran
poder, te promete muchas cosas, te da regalos – bonitos, bien envueltos – “¡Oh,
qué bonito!” – pero no sabes lo que hay dentro – “Pero el papel por fuera es
bonito”. Nos seduce con el paquete sin dejarnos ver lo que hay dentro. Sabe
presentar a nuestra vanidad, a nuestra curiosidad, sus propuestas.
Los
cazadores, de hecho, dicen que no hay que acercarse al cocodrilo que está
muriendo porque con un golpe de cola aún puede matar. Así, el diablo es
“peligrosísimo”: se presenta con todo su poder, “sus propuestas son todas
mentiras” “y nosotros, tontos, las creemos”, afirma Francisco. El diablo,
de hecho, “es el gran mentiroso, el padre de la mentira”. “Sabe hablar bien”,
“es capaz de cantar para engañar”: “es un perdedor pero se mueve como un
ganador”. Su luz es deslumbrante “como los fuegos artificiales” pero no dura,
se desvanece, mientras que la del Señor “es humilde pero permanente”.
El
diablo – añade Francisco – “nos seduce, sabe tocar nuestra vanidad, la
curiosidad, y nosotros o compramos todo”, es decir, “caemos en la tentación”.
Es por tanto “un perdedor peligroso”. “Hay que estar atento al diablo”, exhorta
el Papa, invitando, como dice Jesús, a vigilar, rezar y ayunar. Así se vence a
la tentación.
Es
fundamental también “no acercarse a él”, porque, como decía un Padre de la
Iglesia, es como un perro “enfadado”, “rabioso”, encadenado, al que no se le
puede hacer una caricia porque muerde.
Si
yo se que espiritualmente, si me acerco a ese pensamiento, si me acerco a ese
deseo, si voy a esa parte o a la otra, me estoy acercando al perro rabioso
encadenado. Por favor, no lo hagan. “Tengo una herida grande ..” – “¿Quién te
la hizo?” – “El perro” – “¿Pero estaba encadenado?” – “Sí, pero yo fui a darle
una caricia” – “Pues te lo has buscado”. Es así: no acercarse nunca, porque
está encadenado. Dejémosle allí encadenado.
Finalmente,
hay que estar atentos a no dialogar con el diablo como hizo, en cambio, Eva:
“se creyó una gran teóloga y cayó”. Jesús no lo hace: en el desierto, responde
con la Palabra de Dios. Expulsa a los demonios, alguna vez les pregunta el
nombre, pero no dialoga con ellos. La exhortación del Papa es, por tanto, muy
clara: “Con el diablo no se dialoga, porque nos gana, es más inteligente que
nosotros”.
Se
disfraza de ángel de luz, pero “es un ángel de sombra, un ángel de muerte”.
Es
un condenado, es un perdedor, es un encadenado que va a morir, pero es capaz de
provocar masacres. Y debemos rezar, hacer penitencia, no acercarnos, no
dialogar con él. Y al final, ir donde la madre, como los niños. Cuando los
niños tienen miedo, van a la mamá: “¡Mamá, mamá… tengo miedo!”,
cuando tienen pesadillas … van a la mamá. Ir a la Virgen; ella nos protege. Y
los padres de la Iglesia, sobre todo los místicos rusos, dicen: en el tiempo de
las turbaciones espirituales, refugiarse bajo el manto de la gran Madre de
Dios. Ir a la Madre. Que ella nos ayude en esta lucha contra el perdedor,
contra el perro encadenado, para vencerle.
Vatican Media
Fuente:
Aleteia