La Eucaristía, es el único
alimento que sacia: allí encontramos a Jesús, compartimos su vida y sentimos su
amor
El momento de la Bendición Eucarística |
Jesús
prepara para nosotros “un lugar y un alimento”, es decir, el “alimento”
Eucarístico, que es Él mismo, que además es “lugar” aquí abajo, -porque es el
corazón palpitante de la Iglesia-; y lo es también arriba, en la eternidad. La
Eucaristía, pues, es la única materia en la tierra que “sabe” a
eternidad. Es la “reserva del Paraíso”, un anticipo concreto de lo que nos
será dado. Así sintetizado, el Papa Francisco se refirió a la Eucaristía, en la
Solemnidad del Corpus Christi, que se celebra hoy en Italia y en otras partes
del mundo.
En
esta ocasión el Sumo Pontífice peregrinó a Ostia, en la costa romana, para
celebrar la Santa Misa en la Parroquia Santa Mónica, cuya primera piedra
bendijo su amado predecesor, el Papa Pablo VI, en la celebración de la misma
Solemnidad, 50 años atrás.
Jesús “prepara” para nosotros
y pide que cooperemos
Centrándose
en el Evangelio hodierno que narra la Última Cena, en el que se repite varias
veces el verbo “preparar”, el Papa resaltó precisamente, que los preparativos
están en el centro de la atención del evangelista:
“Los
discípulos preguntan, por ejemplo: «Dónde quieres que vayamos a prepararte la
cena de Pascua?» (Mc 14, 12). Jesús los envía a prepararla dándoles
indicaciones precisas y ellos encuentran «una habitación grande, acondicionada
y dispuesta» (v. 15). Los discípulos van a preparar, pero el Señor ya había
preparado”.
El
Santo Padre notó, pues, que algo similar ocurrió cuando Jesús se apareció por
tercera vez a los discípulos en la orilla, y les preparó pan y pescado. También
entonces el Maestro pidió a los discípulos que cooperen. Y resumió:
“Jesús,
en definitiva, prepara para nosotros y nos pide que también nosotros
preparemos. ¿Qué prepara para nosotros? Un lugar y un alimento”.
El lugar: la eternidad. El
alimento: Él mismo
El
lugar es la Iglesia, “donde hay y debe haber un lugar para todos”, redundó
queridamente el Pontífice. Pero también, dijo, hay un lugar arriba, es decir,
en el Paraíso, para estar con Él y entre nosotros, “para siempre”.
El
alimento -señaló luego el Papa - , es el pan, que es Él mismo. “Estos dos
dones, el lugar y el alimento, son lo que nos sirve para vivir. Son la
comida y el alojamiento definitivos. Ambos se nos dan en la Eucaristía”.
La
Eucaristía, ahondó el Obispo de Roma, “es el único pan que sabe a eternidad”:
Es
“el pan del futuro, que ya nos hace pregustar un futuro infinitamente más
grande que cualquier otra expectativa mejor”. Es el pan que “sacia nuestros
deseos más grandes y alimenta nuestros sueños más hermosos”. Es “prenda de
la vida eterna”, es decir, un “anticipo concreto de lo que nos será dado”. “La
Eucaristía es la ‘reserva’ del Paraíso; es Jesús, viático de nuestro camino
hacia la vida bienaventurada que no acabará nunca”, subrayó.
Seguidamente,
el Romano Pontífice habló del “hambre” que tenemos, que no es sólo de comida,
sino también de “proyectos y afectos, deseos y esperanzas”. “Tenemos hambre
–dijo - de ser amados”. Y, la Eucaristía - advirtió positivamente el Papa - es
el “único” alimento que sacia. Y esto porque “no hay amor más grande”, que
aquel de Jesús.
“Pidamos
la gracia de estar hambrientos de Dios, nunca saciados de recibir lo que él
prepara para nosotros”, rezó.
"Preparemos" con
el Señor
Volviendo
sobre el Evangelio del día, el Papa recordó que, como a los primeros
discípulos, también a nosotros Jesús nos pide “preparar”. Y como ellos, también
nosotros le preguntamos: «Señor, ¿dónde quieres que vayamos a preparar?».
“Jesús
no prefiere lugares exclusivos y excluyentes- respondió Francisco. Busca
espacios que no han sido alcanzados por el amor, ni tocados por la esperanza. A
esos lugares incómodos desea ir, y nos pide a nosotros realizar para Él los
preparativos”.
El Señor quiere estar
cerca: abrámosle las puertas
Pero
el Sumo Pontífice notó algo más: los discípulos prepararon “después de haber
llegado a la ciudad”. También hoy el Señor nos llama a preparar su llegada
“entrando en nuestras ciudades”.
“Jesús
–dijo - desea que sean derribados los muros de la indiferencia y del silencio
cómplice, arrancadas las rejas de los abusos y las intimidaciones, abiertas las
vías de la justicia, del decoro y la legalidad”.
Así
como los discípulos, «después de cantar el himno, salieron» al finalizar la
Misa, "también nosotros saldremos", concluyó el Santo Padre.
"Caminaremos con Jesús, que recorrerá las calles de esta ciudad. Él desea
habitar en medio de vosotros".
"Abrámosle
las puertas y digámosle: Ven, Señor, a visitarnos-rezó. Te acogemos en
nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestra ciudad. Gracias porque nos
preparas el alimento de vida y un lugar en tu Reino. Haz que seamos activos en
la preparación, portadores gozosos de ti, que eres el camino, para llevar
fraternidad, justicia y paz a nuestras calles. Amén”.
Procesión y Bendición
Eucarística
Tras
la Santa Misa el Papa Francisco presidió la procesión con el Santísimo,
recorriendo una distancia de poco más de un quilómetro, pasando por algunas
calles de la localidad de la costa romana.
La
misma concluyó en el estacionamiento de via de la Martinica, en la Parroquia de
Nuestra Señora de Bonaria, donde el Santo Padre expuso el Santísimo para la
adoración de los fieles e impartió la bendición eucarística.
Griselda
Mutual – Ciudad del Vaticano
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