De
la cruz también huyen, mas vuelven. Debe ser grande la virtud del agua
bendita”, señaló
Santa Teresa de Ávila / Crédito: Wikimedia Commonsadir |
Santa
Teresa de Ávila es una religiosa, mística y Doctora de la Iglesia del siglo XVI
que en sus memorias relató “que no hay nada como el agua bendita para hacer
huir a los demonios y evitar que regresen”.
Lo
que no es tan conocido son las experiencias que la llevaron a esa conclusión,
que ella describe en su autobiografía “El libro de la vida”.
“Estaba
una vez en un oratorio, y se me apareció hacia el lado izquierdo, una
abominable figura; le miré especialmente la boca, porque me habló, y la tenía
espantosa. Parecía que le salía una gran llama del cuerpo, que estaba toda
clara, sin sombra. Me dijo espantosamente que bien me había librado de sus
manos, mas que él me tornaría a ellas”, reveló la santa al inicio del capítulo
31 de su obra.
Luego,
asustada, trató de espantarlo con el signo de la cruz. El demonio la abandonó,
pero regresó prontamente. Esto sucedió varias veces hasta notar que había agua
bendita cerca: “Dos veces me sucedió esto. Yo no sabía qué hacer. Tenía allí
agua bendita y lo eché a aquella parte, y nunca más retornó”.
En
otro momento, Santa Teresa contó que el demonio estuvo cinco horas
atormentándola “con tan terribles dolores y desasosiego interior y exterior,
que no sabía si podía soportar más. Las que estaban conmigo estaban espantadas
y no sabían qué hacer ni yo cómo valerme”.
La
santa admitió que solo encontró alivio después de pedir agua bendita y
arrojarla al lugar donde vio a un demonio cerca. Es en la explicación de este
hecho que se da a conocer su cita más famosa.
“Tras
muchas ocasiones, tengo la experiencia de que no hay nada como el agua bendita
para hacer huir a los demonios y evitar que regresen. De la cruz también huyen,
mas vuelven. Debe ser grande la virtud del agua bendita”, señaló.
Más
tarde, aseguró que conoció la consolación del alma luego de tomar el agua, que
le generó “como un deleite interior” que la confortaba.
“Esto
no es un antojo, ni cosa que me ha acaecido sola una vez, sino muchas, y he
mirado con gran advertencia. Digamos, es como si uno tuviese mucho calor y sed,
y luego bebiese un jarro de agua fría, y sintiera un gran alivio. Considero que
es una gran cosa todo lo que está ordenado por la Iglesia, y me conforta mucho
ver que tengan tanta fuerza aquellas palabras, que así se pongan en el agua,
para que sea tan grande la diferencia con lo que no es bendito”, continuó.
Santa
Teresa de Ávila cuenta muchas otras historias sobre el poder del agua bendita
en el resto del capítulo.
Puede
leerlas AQUÍ.
Fuente:
ACI Prensa