Difícil encontrar la paz en el consumo, en las
redes sociales, en evasiones y compensaciones
Kamil Szumotalski/ALETEIA |
Comenta el papa Francisco: “¿Sé
descansar recibiendo el amor, la gratitud y todo el cariño que me da el pueblo
fiel de Dios? O, luego del trabajo pastoral, ¿busco descansos más refinados, no
los de los pobres sino los que ofrece el mundo del consumo?”.
A veces veo que no sé descansar. Busco la paz en el mundo lleno de prisas.
En el consumo que satisface mis ansias. En las redes sociales, en el mundo de
las noticias, en las evasiones y compensaciones.
Sé que el descanso verdadero no
consiste en no hacer nada. Me recuerda el padre José Kentenich: “Piensen
además en sus vacaciones. ¿Qué hacen en ese tiempo? Naturalmente, queremos
descansar. Si no hacen nada serán muchas las fuerzas que se pierdan”[1].
No hacer nada no es descansar. El
descanso verdadero es hacer otras cosas diferentes a las habituales.
Consiste en cambiar lo que miro.
En recorrer otros caminos. En dejar a un lado de mi camino ese cansancio malo
guardado como un peso.
Descansar
es hacer aquello que llena el alma de vida, de esperanza. Es renovar mi mirada. Leer lo que me da paz y esperanza. Estar
con las personas que me llenan el corazón. Sólo estar. No hacer mucho.
Y que pueda decir lo que decía
san Francisco en un relato biográfico de la época: “Una vez, Francisco, cansado, llegó a una
fuente de aguas cristalinas y se inclinó a mirar durante largos instantes esas
aguas claras. Después, volvió en sí y dijo alegremente a su íntimo amigo fray
León: Fray León, ovejita de Dios, ¿qué crees que vi en las aguas claras de la
fuente? La luna, que se refleja ahí dentro, respondió fray León. No, hermano,
no vi la luna, sino el rostro de nuestra hermana Clara, lleno de santa alegría,
de suerte que todas mis tristezas desaparecieron”.
Contemplar
a los que amo, a los que forman parte de mi historia, me sana. Estar con ellos. La tristeza desaparece. El alma se calma.
Quisiera en mi tiempo de
descanso disfrutar de los que quiero. Valorar el tiempo a su lado. Sin
hacer nada especial. O haciendo cosas distintas a las que
hago durante el año.
Es lo que necesito en el tiempo
que tengo para descansar. No importa que sea poco. Lo importante es cómo lo
aprovecho para que mi alma se llene. Luego el curso es muy largo.
Quiero dejar todas mis tristezas
y frustraciones en las manos de Dios. Quiero que desaparezcan y que el alma se
llene de alegría.
Jesús es quien conduce mis
pasos. El que me espera al final del día para que descanse en su regazo. Porque
estoy cansado y agobiado. En Él descanso.
Veo su rostro alegre reflejado
en el lago. Sonríe y me dice que me quiere. Que no tema. Que ha
merecido la pena todo mi esfuerzo. Que la vida es larga y necesito descansar.
Carlos Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia