El respeto mutuo es la
base no negociable de este tipo de matrimonios
En
un fragmento de una entrevista publicada originalmente en polaco, el padre
Zbigniew Kaplanski, rector del Centro Pastoral Familia de Familias de Varsovia,
habló de si un matrimonio entre un católico y una persona sin fe o de otra fe
puede funcionar.
Su respuesta: es un camino desafiante, pero no es imposible. El respeto mutuo y un testimonio auténtico de vida son las claves para que un matrimonio así tenga éxito.
Su respuesta: es un camino desafiante, pero no es imposible. El respeto mutuo y un testimonio auténtico de vida son las claves para que un matrimonio así tenga éxito.
Respeto y autenticidad
Dice
el Padre Kaplanski: En mi opinión, la persona concreta es la clave. Si Juan, un
ateo que duda y busca, ama a Raquel, católica, entonces todo lo que es
importante para ella es importante para él. Así que una boda en la iglesia y un
voto hecho ante un altar tendrán significado para él también.
En
la Iglesia, tratamos de asegurarnos de que un ateo no simule ser creyente, de
que sea honesto. Y de que prometa quedarse con ella “hasta que la muerte nos
separe”. Todo depende de si Juan se respeta a sí mismo y sus palabras. Si es
así, la expresión externa del compromiso, el pacto, como decimos, será
vinculante.
Pero
si este hombre no respeta su palabra, lo que significa que no se respeta a sí
mismo, entonces no respetará el juramento solemne que tomó, ni siquiera uno
hecho en un lugar tan especial. Para él, ni esta ni ninguna otra promesa será
vinculante.
Si
Juan respeta a Raquel, entonces respeta sus creencias y el significado de su
experiencia espiritual. La primera regla (completamente no religiosa) dice que si
quieren vivir en armonía, deben adherirse a los principios de la persona siguiendo
las reglas más difíciles. Leí esta sabiduría hace unos treinta años,
posiblemente en un texto budista, posiblemente durante estudios sobre la
familia. A lo largo de los años de pastoral, me di cuenta de que si ambos
esposos actúan de esta manera, por lo general les va bien.
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Si
amas a alguien, entonces respetas sus valores y reglas, y la ayudas a
seguirlas. Así que si tu novio es vegetariano, no cocinas un asado todos
los domingos y no pones cara de póker cuando él llega con la ensalada y los
huevos.
Y
él no hace caras cuando le dices: “Hoy es domingo, voy a la iglesia.”
Conozco
a familias donde cuando una madre católica está enferma, el padre ateo toma a
los niños y los conduce a la iglesia, y luego espera hasta el final de la misa
para traerlos a casa. Si amas a alguien, le ayudas a cumplir sus principios.
Así
que si escuchas de tu novio cuando visitas amigos: “Cariño, tienes misa a las 6
pm, debemos ir”, y sabes que le gustaría quedarse y hablar con ellos, entonces
este es un hombre que te respeta, y presta atención a lo que es importante para
ti.
La fe se transmite a
través del testimonio de vida, no de las palabras
Conozco
a personas que tienen un sueño oculto: que su pareja se va a convertir. Sucede,
pero tengo que admitir que nunca he visto a la teología convertir a nadie.
Siempre es una persona que por su vida muestra lo que es la fe.
El
que cree en Dios oye un día: “Tu vida es tan maravillosa… me gustaría tener lo
mismo”. Así que un ateo podría querer aprender sobre la fe gracias a su ser
amado para quien la fe es un gran valor.
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A
veces también veo a un incrédulo que se acerca a la fe sin haberse convertido,
y comienza a entender más. Al vivir con un creyente, aprende que, por ejemplo,
esos principios morales tienen un significado más profundo y una razón racional
de ser.
La
trascendencia está en cada uno de nosotros, especialmente cuando hemos vivido
muchos años y estamos inclinados a la reflexión. Hay un anhelo de trascendencia
en algún lugar profundo de cada uno. En palabras de san Agustín, “mi corazón
está inquieto hasta que descansa en el Señor”.
Por Beata
Pawłowicz
Fuente: Aleteia Polaco