Tienes una gran necesidad, ¿has pensado en orar por ella?
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| Dev 222588 | Unsplash |
Hoy mi esposo me preguntaba sobre un pasaje
de la Biblia que le había llegado al celular que decía:
“Pero
quiero decirles, hermanos, que el tiempo se acorta; por lo tanto, el que tiene
esposa debe vivir como
si no la tuviera;el que llora, como si no llorara; el que se alegra, como si no
se alegrara; el que compra,
como si no tuviera nada; y el que disfruta de este mundo, como si no lo
disfrutara; porque el mundo
que conocemos está por desaparecer” (1 Corintios 7, 29-31).
Me dio gracia
que mi esposo quiera cuestionarme sobre todo por la primera parte, pero no
puedo negar que el pasaje me dejó pensando.
Entiendo que
esta carta de san Pablo se refiere a que uno debe permanecer inmutable ante Dios,
que no debemos dejarnos llevar emocionalmente de un lugar a otro con las cosas
del mundo, con lo que nos preocupa.
Todo es circunstancial, la presencia de
Dios en cambio, es permanente y nosotros debemos tener la misma presencia ante Dios.
Permanecer siempre en Él.
Continuamente
y hasta el final de nuestros días, acontecimientos agradables y eventos
dolorosos se irán sucediendo una y otra vez.
En lo bueno, olvidamos a Dios y en lo malo
acudimos a Él sin saber qué hacer con el dolor que cargamos encima.
Veo gente a mi alrededor sufriendo sin
sentido, emocionalmente agotada,
he podido escuchar sus historias y me sucede con frecuencia que cuando hablo del poder de la oración las
personas simplemente
sonríen.
Y entonces
recuerdo la ceguera de la que hablaba Jesús. Estamos ciegos, en mayor o menor
medida, pero estamos todos ciegos.
Dios nos dice
a lo largo de toda la Biblia cómo debemos actuar, cómo pedir, cuál debería ser
el orden de las cosas, amarlo primero, con todas las fuerzas de nuestro corazón, con todo
nuestro cuerpo y nuestra vida.
Verdaderamente
Él debe ser el centro de nuestras vidas, la fuente de donde mana el amor y de todo cuanto ocurre en nuestras vidas.
Hace un
tiempo vi una película llamada Cuarto de guerra en la que
una anciana enseña a orar a una mujer desesperada por su situación matrimonial.
Las palabras
que más me llamaron la atención fueron: “tu deber como esposa es amar y orar
por tu esposo, no trates de hacer el trabajo de Dios queriéndolo cambiar, ese
es el trabajo de Dios, tú ora por él”.
Es un
proceso. No tenemos la costumbre de orar por lo que necesitamos y orar
es una tarea de todos los días.
Muchísimos no
oran porque no creen que la oración pueda conseguir cambiar su situación,
incluso aquellos que nos llamamos “creyentes” ponemos muchas veces la oración de lado.
Hay quienes piensan que orar es una pérdida
de tiempo para los problemas verdaderamente importantes, es algo bonito, pero no realista.
Al no orar viven en la desesperanza porque no tienen la confianza puesta
en Dios y entonces se pierden de lo más importante, se pierden el milagro, se
pierden de la presencia permanente de Dios en sus vidas.
Las crisis
son oportunidades muy valiosas en las que podemos ver a Dios actuar y esto es un
acontecimiento extraordinario que no se puede describir.
acontecimiento extraordinario que no se puede describir.
Si oras
continuamente en lo bueno y en lo malo y permaneces con paciencia en la
esperanza de que Dios obrará en su momento, Dios se dejará ver sin
lugar a dudas.
En el fondo
del corazón debemos tener la certeza irrebatible de que no podemos arrancarnos
este amor ni la verdad de Su existencia.
Cierto es que
para experimentar a Dios debemos estar “en gracia” como alguien muy querido me
decía, lo que quiere decir que tenemos que tener la antena apuntando a Dios,
alejarnos de la malicia y de toda conducta que ponga distancia con Dios.
Permanecer en Él.
De qué sirve
sufrir confiando en nuestras propias capacidades si ya Cristo nos lo dijo: “Solo
en mí pueden
dar mucho fruto, separados de mí nada pueden hacer” (Juan 15, 5).
Somos un
equipo, somos una familia. No puedo resolverlo todo sola,
donde mis fuerzas no alcancen estará El para andar el resto del camino.
Para Dios,
nuestro Padre no existen imposibles, el “no” se convierte en un “sí”, los muros
van cayendo y la luz y la esperanza se van abriendo camino. Yo le hablo y Él responde.
Dios está a
una nada de distancia, y tú, ¿dónde estás?
Lorena
Moscoso
Fuente:
Aleteia






