Lo más valioso que tengo
para entregarles es la fe
Una
de las cosas que encuentro más difícil de hacer como madre, es conseguir que mi
familia, en particular mis hijos puedan despertar a la vida espiritual.
Pido
todos los días a Dios que me dé la sabiduría para poder preparar ese terrenito
fértil en ellos para que puedan recibir las cosas de Dios con el corazón
abierto. No siempre se puede y no siempre se nota.
Quiero
decirles que la realidad es más dura de lo que creen y que un día sufrirán, por
amor, por enfermedad propia o de un familiar, por no conseguir lo que ellos
esperan, por ataques merecidos o inmerecidos; y que para todas estas
situaciones debemos de preparar nuestra carne y nuestro espíritu.
Se
trata de un “despertar” a las cosas espirituales, pues las cosas de Dios
pertenecen al reino de lo sobrenatural.
La
realidad que tenemos en frente nos hace olvidar lo maravilloso que es tener a
Dios rodeándonos con sus bondades.
Lo
sobrenatural está más allá de la percepción de nuestros cinco sentidos,
mas allá de nuestro entendimiento.
A
Dios lo experimentamos con los sentidos del corazón, y desde ahí, desde el
fondo más oscuro y recóndito de nuestro ser, se despliega la vida misma donde
habita Dios. Esta certeza es absoluta y definitivamente palpable.
El
Reino de Dios está muy escondido tras las cosas que nos tocan ver y
vivir cada día en un mundo roto.
Dentro
de cada uno de nosotros tenemos un universo que se abre caminos en todas
direcciones, que nos invita a una vida en extremo fascinante, donde no le falta
nada al ser humano, ni material, ni espiritual.
Esa
es la herencia que quiero dejarles a mis hijos.
Quiero
depositar delicadamente en sus corazones, un pedacito de aquello que cargo en
el mío y que no siempre sé expresar adecuadamente.
Quiero
decirles que los amo con mi vida misma y con toda mi historia y que por esta
razón lo más valioso que tengo para entregarles es la fe.
En
este sentido, todo lo que pido a Dios, es que mi vida no sea un
desperdicio, que estos pequeños de Dios no se encuentren perdidos, cual ovejas
sin pastor, mas tengan siempre aquella luz espiritual que les vaya marcando el
camino y que tengan la sabiduría para seguirla con un corazón abierto y
dispuesto.
Quiero
que sepan que es posible desde este lugar, mirar a Dios a los ojos, descubrir
los pasos de Jesús delante de los suyos, y tener siempre sostenida la mano de
su Madre más importante, la hermosa María que nos va mostrando el camino hacia
el corazón de su hijo.
Toda
esta belleza y ternura de nuestra familia espiritual, que sostiene en
equilibrio perfecto la belleza de nuestras propias vidas, va escondida en
nosotros mismos y es capaz de verse, aun y a pesar de los dolores que este
mundo nos trae.
Quiero
que entiendan que, para llegar a Él no deben cansarse de “cavar” con la
oración, que cuando uno cava más profundo es cuando encuentra el borbotón de
agua que saciará su sed.
Que
tarde o temprano verán que ya han sido envueltos por los brazos amorosos de su
Padre no una sino mil veces y que aprenderán a reconocer en esos pasos andados
la respuesta a sus oraciones.
Dichosos
aquellos que en el ir y venir de la vida misma pueden abandonarse sin miedo en
el mar infinito del amor de Dios y que dócilmente se dejan llevar hasta la otra
orilla de un mundo nuevo que está a la espera de ser descubierto.
Lorena
Moscoso
Fuente:
Aleteia