“La
fe se transmite en dialecto, dialecto de la casa, dialecto de la vida del
hogar, de la vida en familia”
![]() |
| El Papa bendice a los fieles en la Procatedral. Foto: Vatican Media |
Uno
de los temas a los que el Papa Francisco aludió en la tarde del sábado en
Dublín, durante su visita a la Procatedral de Santa María, es la transmisión de
la fe a los hijos, motivo por el que dijo que “el primer y más importante lugar
para trasmitir la fe es el hogar”.
Tras
escuchar a un matrimonio de ancianos que acaba de celebrar sus 50 años de
casados ofreció su testimonio, y otros dos matrimonios jóvenes le hicieron unas
preguntas.
Francisco
aseguró que “en la casa, que podemos llamar ‘iglesia doméstica’, los hijos
aprenden el significado de la fidelidad, de la honestidad y del sacrificio”.
“Ven cómo mamá y papá se comportan entre ellos, cómo se cuidan el uno al otro y
a los demás, cómo aman a Dios y a la Iglesia”.
“Así
los hijos pueden respirar el aire fresco del Evangelio y aprender a comprender,
juzgar y actuar en modo coherente con la fe que han heredado. La fe, hermanos y
hermanas, se trasmite alrededor de la mesa doméstica, en la conversación
ordinaria, a través del lenguaje que solo el amor perseverante sabe hablar”.
En
este sentido, destacó que “la fe se transmite en dialecto, dialecto de la casa,
dialecto de la vida del hogar, de la vida en familia”.
Recomendó
a continuación rezar “juntos en familia”. “Hablad de cosas buenas y santas,
dejad que María nuestra Madre entre en vuestra vida familiar. Celebrad las
fiestas cristianas”.
“Vivid
en profunda solidaridad con cuantos sufren y están al margen de la sociedad”,
añadió.
“Cuando
hacéis esto junto con vuestros hijos, sus corazones poco a poco se llenan de
amor generoso por los demás. Puede parecer obvio, pero a veces se nos olvida.
Vuestros hijos aprenderán a compartir los bienes de la tierra con los demás, si
ven que sus padres se preocupan de quien es más pobre o menos afortunado que
ellos. En fin, vuestros hijos aprenderán de vosotros el modo de vivir
cristiano; vosotros seréis sus primeros maestros en la fe”.
Dirigiéndose
al matrimonio que celebra sus 50 años, el Papa preguntó: “¿Habéis discutido
mucho?”. “Es parte del matrimonio, el matrimonio donde no se discute es un poco
aburrido. Pueden hasta volar los platos, pero el secreto es hacer las paces
antes de que termine el día. Y para hacer las paces no es necesario un
discurso, basta una caricia y se hacen las paces”, afirmó.
El
Pontífice lamentó que “hoy no estamos acostumbrados a algo que dure realmente
toda la vida”, y puso algunos ejemplos. “Si siento que tengo hambre o sed,
puedo nutrirme, pero mi sensación de estar saciado no dura ni siquiera un día.
Si tengo un trabajo, sé que podría perderlo aun contra mi voluntad o que podría
verme obligado a elegir otra carrera diferente”.
“¿No
hay nada verdaderamente importante que dure? ¿Ni siquiera el amor?”, se
preguntó. “Sabemos lo fácil que es hoy caer prisioneros de la cultura de lo
provisorio, de lo efímero. Esta cultura ataca las raíces mismas de nuestros
procesos de maduración, de nuestro crecimiento en la esperanza y el amor. ¿Cómo
podemos experimentar, en esta cultura de lo efímero, lo que es verdaderamente
duradero?”.
El
Papa aseguró que “entre todas las formas de la fecundidad humana, el matrimonio
es único. Es un amor que da origen a una vida nueva. Implica la responsabilidad
mutua en la trasmisión del don divino de la vida y ofrece un ambiente estable
en el que la vida nueva puede crecer y florecer”.
“El
matrimonio en la Iglesia, es decir el sacramento del matrimonio, participa de
modo especial en el misterio del amor eterno de Dios. Cuando un hombre y una
mujer cristianos se unen en el vínculo del matrimonio, la gracia del Señor los
habilita a prometerse libremente el uno al otro un amor exclusivo y duradero.
De ese modo su unión se convierte en signo sacramental de la nueva y eterna
alianza entre el Señor y su esposa, la Iglesia”.
El
Papa les invitó a “arriesgar, porque el matrimonio es un riesgo que vale la
pena, para toda la vida. Porque el amor es así”.
“No
tengáis miedo de ese sueño. Soñad en grande. Custodiadlo como un tesoro y
soñadlo juntos cada día de nuevo. Así, seréis capaces de sosteneros mutuamente
con esperanza, con fuerza, y con el perdón en los momentos en los que el camino
se hace arduo y resulta difícil recorrerlo”.
Fuente:
ACI Prensa






