Alexia
González-Barros, recientemente declarada Venerable por el Papa Francisco,
demostró “que se puede ser santo
viviendo tu día a día”, asegura una de sus mejores amigas
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Alexia González-Barros. Foto: www.alexiagb.com |
Begoña
Hernández, una de las mejores amigas y compañera de clase de Alexia, recuerda
que la joven vivió la enfermedad “con alegría” y confianza en Dios y cómo desde
que falleció tuvo “el convencimiento de que era santa”.
Alexia
González-Barros, nacida en Madrid (España) en 1971, era la menor de siete
hermanos, dos de ellos fallecieron antes de nacer. Sus padres, Francisco y
Moncha, eran supernumerarios del Opus Dei.
En
febrero de 1985 se le diagnosticó un tumor maligno que la dejó paralítica en
muy poco tiempo. Falleció en diciembre de ese mismo año, tan sólo diez meses
después de su diagnóstico, en la Clínica Universidad de Navarra, en Pamplona
(España).
Durante
su enfermedad, la joven ofreció su sufrimiento por la Iglesia y por el Papa.
Diversas biografías destacan su fortaleza, paz y alegría a pesar de los fuertes
dolores que sufrió.
En
junio de este año, el Papa Francisco reconoció sus virtudes heroicas, en lo que
supone el primer paso en el proceso de canonización.
La
amistad entre Begoña y Alexia se remonta a los primeros años de escuela
infantil. “Coincidimos en clase desde que teníamos 4 ó 5 años hasta que
falleció y éramos amigas íntimas”, recuerda Begoña en una entrevista
concedida a ACI Prensa.
“Alexia
era una persona encantadora, alegre, simpática, una niña normal. Recuerdo que
cuando yo era adolescente tenía un diario en donde apunté las ‘personas
que me ayudan especialmente’ y en esa lista estaba Alexia. Eran
cosas muy sencillas, pero ella me ayudaba a ser mejor persona, a compartir con
las demás, a no ser caprichosa”, asegura.
Begoña
asegura que “cuando nos enteramos que no se podía mover fuimos a verla todas
las niñas de la clase. Durante su convalecencia seguí visitándola y
sinceramente ella siempre transmitía alegría. Con ella encontrabas paz y eso
era muy sorprendente”.
“Salías
del hospital con alegría y no con angustia o sufrimiento”, recuerda la
joven.
Según
afirma, una gran ayuda para mantener la esperanza a pesar de las dificultades
era la madre de Alexia que “siempre confiaba en Dios y recordaba que estamos en
sus manos”.
La
joven Venerable solía repetir: “Jesús yo quiero curarme, pero si Tú no quieres,
yo quiero lo que tu quieras”.
Begoña
asegura que la fortaleza de Alexia estaba radicada en su fe, porque “ella llevó
todo lo que le pasaba desde el punto de vista de la fe y por eso soportó tan
bien todos los dolores”.
El
proceso de canonización de Alexia González-Barros se abrió en la Archidiócesis
de Madrid (España) en el año 1993 y se mandó a Roma ese mismo año.
“Cuando
Alexia falleció tuve el convencimiento de que mi amiga era santa. Desde
entonces me he encomendado a ella y sé que ha sido a través de su intercesión
quien me ha ayudado en muchas ocasiones”, afirma Begoña y asegura que es un
sentir común entre las demás compañeras de clase.
“Alexia
transmite al mundo que se puede ser santo viviendo tu día a día, de una
manera normal. Y ella lo demostró con su vida”, subraya.
Fuente:
ACI