¡Cuidado! Hormona mata neurona
El amor conyugal trae consigo cosas
fascinantes. Es la gran aventura de la vida que vale la pena experimentar a
plenitud. Para ello hay que preparar el camino.
Si de verdad queremos vivir un
matrimonio pleno y feliz hay que vivir un noviazgo rebosantemente sano. Una
relación que sea una verdadera ruta al altar. Y con esto no me refiero a uno
libre de problemas, sino honesto, cabal.
La soltería son los años para
“ponerte listo” para que, en su momento, cuando llegues al matrimonio tengas
mucho, muchísimo que ofrecer a tu pareja.
El amor en el noviazgo debe
protegerse como uno de los mayores tesoros. Hay que cuidarlo como se cuida una
rosa en el rosal la cual no se arranca antes de tiempo, por muy bella que esté.
Cuando uno ve el botón de una
rosa, cerrado, pequeño, frágil, nos causa ternura y quizá hasta nos dé por
arrancarlo. Pero si lo hacemos, por mucha agua y cuidados que le demos esta no
florecerá. No podremos ver una rosa brotar, abrirse y llegar a su máximo
esplendor. La rosa morirá al poco tiempo.
Lo mismo pasará con el amor de
novios si no le tratamos con delicadeza y cuidados. Y lo más peligroso es que
muchas veces se llegará al altar sin ser totalmente conscientes de que llevan
un amor ya marchito, demasiado malgastado… Arrancado ante de tiempo…
Hay límites sanos que conviene
vivir durante la etapa del noviazgo, límites que lejos de restricciones son
ingredientes necesarios para crecer en el amor verdadero.
- Respeto. Nunca, en ninguna circunstancia ofenderse ni tratarse con faltas de respeto. Hoy en día está muy de moda que las jovencitas se lleven de “pellizco y nalgada” con los varones y que hablen con malas palabras. Simplemente, estos comportamientos no convienen a la relación.
- Reconozcan sus diferencias. No se trata de quien tiene más poder, sino de llegar a un punto medio. Decía San Angostan: “Unidad en lo esencial; libertad en lo accidental y en toda caridad”. Hay valores que no pueden ser negociables, pero hay que saber poner el tema sobre el tema y decidir por lo que “conviene”, por el bien mayor.
- La vida no es puro “dancing”. Busquen tiempo para crecer espiritualmente, sobre todo, en amor a Dios. Vaya, “ni tanto que queme al santo, ni tanto que no le alumbre”. Con esto no les digo que todo lo que hagan sea rezar, sino que todas actividades sean sanas, honestas y cara a Dios. Todo puede ser diversión sabiéndolo hacer.
- No busquen estar todo el tiempo juntos. Hay más vida allá afuera. No quieras todo el tiempo con él (ella). A la misma relación no le conviene que así sea.
- Nunca descuides a tus amigos por el galán o por la novia. Date tiempo para cultivar y embellecer a tus amistades.
- Hasta que no te cases no convienen cambiar tus prioridades. Tu familia, tus padres y hermanos merecen seguir siendo lo primero para ti. No dejes de convivir con ellos e invita a tu novia (o) a que también lo haga y se integre.
- No busquen lo “oscurito”. Seamos honestos: hormona mata neurona. Si de verdad deseas vivir un buen noviazgo evita los lugares que te inviten a faltar el respeto a tu novia (o) y a ti mismo. No, la manita por aquí o por allá o los besos mega apasionados no son muestras de amor. En el noviazgo la muestra de amor más grande surge del respeto mutuo, de reconocer en el otro la dignidad que posee.
- Viva el noviazgo casto y puro. Puede ser que no tengan relaciones sexuales, pero si viven una relación en la que solo les falta “eso” o bien, que se dan sus buenos arrimones, eso no es un noviazgo puro y no conviene vivirlo así porque hay muchos riesgos, el principal, fracasar en el matrimonio.
Confía en que Dios te dará tu compañero
(a), tu “ayuda adecuada”, si se lo pides de todo corazón. Y, sobre todo, pídele
ser tú esa persona idónea para alguien más… Prepárate para serlo…
Luz
Ivonne Ream
Fuente:
Aleteia