Los millones de
turistas que acuden a visitar la basílica de San Pedro a menudo ignoran que es
posible explorar las excavaciones arqueológicas situadas bajo este inmenso
lugar de culto
Desde
el martirio de Pedro a la basílica actual, las ‘Scavi’ son un testimonio tanto
histórico como religioso.
A
su muerte, Pío XI dejó explicado en su testamento su voluntad de ser enterrado
lo más cerca posible de la que se supone es la tumba de san Pedro. Pío XII
comenzó entonces las excavaciones bajo la basílica de San Pedro, con el fin de
respetar las últimas voluntades de su predecesor. Al mismo tiempo hacía gala de
confianza en la ciencia y en las generaciones de cristianos que habían venerado
la tumba del apóstol.
Después
de las excavaciones, seguidas de estudios históricos, arqueológicos e incluso
arquitectónicos, Pío XII cerró el jubileo de 1950 exclamando: “La conclusión
final de los trabajos y estudios responde con un sí muy claro: la tumba del
príncipe de los Apóstoles ha sido hallada”.
Del
circo de Nerón a la basílica de San Pedro
Tras
el incendio de Roma en el año 64, el emperador Nerón impuso una ola de
persecución de cristianos, durante la cual san Pedro fue crucificado cabeza
abajo en el circo ubicado en la actual Colina Vaticana. El cuerpo del santo fue
depositado en una tumba en el mismo suelo, bajo un pequeño tejado de teja, en
la necrópolis pagana de dicha colina. Rápidamente, mientras la necrópolis se
extendía hasta orillas del Tíber, el lugar de sepultura de san Pedro empezó a
atraer a los peregrinos.
En
el siglo IV, el emperador Constantino permite el desarrollo del culto cristiano
y decide construir una basílica cuyo altar se situará en la vertical de la
tumba del apóstol. Encima de la tumba original, Constantino mandó edificar un
monumento de tres metros de alto, en mármol y pórfido, del cual todavía hoy
vemos una columna y una sección de muro. Con la construcción de la basílica
actual, majestuosa, el altar papal se conserva bien sobre la tumba de san
Pedro.
Las
reliquias de san Pedro
En
1941, una caja que contenía huesos y encontrada no lejos de la tumba, en un
pequeño nicho (loculus), cerca de un muro rojo del monumento de Constantino, es
dejada a un lado. Una década después, durante la segunda campaña de
excavaciones, de 1952 a 1958, una arqueóloga italiana, Margherita Guarducci,
descubre una inscripción griega que lee “Pedro está aquí” en un fragmento de
pared roja.
Entonces
la caja se retoma para analizar los restos óseos y se descubre que corresponden
a un hombre de complexión robusta, del siglo I, de edad avanzada y con signos
de artrosis, enfermedad corriente entre los pescadores. Unos restos de tejido
púrpura, cosido con hilos de oro, rodean los restos óseos, un signo
indiscutible de veneración. Los supuestos huesos del apóstol habían sido
ligeramente desplazados de la tumba al loculus, sin duda por unos
cristianos con voluntad de prevenir toda profanación.
El
26 de junio de 1968, durante una audiencia, Pablo VI declaró: “Las reliquias de
san Pedro han sido identificadas en una forma que nosotros consideramos
convincente”. Entonces los volvieron a depositar en el loculus,
exceptuando algunas reliquias destinadas a la capilla privada del papa.
Visita guiada
Hoy
en día, se accede a las excavaciones por una entrada situada junto a la
sacristía de la basílica. Justo al lado de la entrada, en el suelo, se
encuentra un cuadrado que recuerda la ubicación del obelisco erigido en el
pasado en el centro del circo de Nerón.
Los
visitantes descienden una escalera estrecha para penetrar en la necrópolis
pagana y caminan a través de los mausoleos de grandes familias romanas, antes
de llegar ante las reliquias del apóstol. Exactamente en la vertical del altar
de la basílica, rematado con el baldaquino de Bernini, en el centro exacto de
la cúpula de Miguel Ángel, en el hueco de un muro de piedra, se encuentran los
humildes restos del primer papa.
Las
visitas a las Scavi se hacen por reserva.
El sitio de Internet del Vaticano se ofrece también una visita
virtual.
Inma
Álvarez Mira
Fuente:
Aleteia