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“La
autenticidad de nuestra obediencia a la Palabra de Dios, contra cualquier
contaminación mundana o formalismo legalista” ha sido el tema sobre el que el
Papa Francisco ha reflexionado en el Ángelus del primer domingo de septiembre.
Para ello, ha comentado el Evangelio según San Marcos, en el que los escribas y
los fariseos – explica – acusan a los discípulos de Jesús de no seguir los
preceptos rituales según las tradiciones e intentan afectar la fiabilidad y la
autoridad de Jesús como Maestro.
Ante
esto – continúa explicando el Papa – Jesús quiere sacudir a los escribas y
fariseos del error en el que cayeron, es decir, derrocar la voluntad de Dios
descuidando sus mandamientos para observar las tradiciones humanas. “La
reacción de Jesús es severa” ha dicho el Papa, “porque está en juego lo
grande”: la verdad de la relación entre el hombre y Dios, la autenticidad de la
vida religiosa.
El peligro de la
hipocresía
Francisco
ha asegurado ante los fieles de la Plaza de San Pedro que también hoy el Señor
nos invita “a huir de este peligro” en el que se da más importancia a la forma
que a la sustancia y nos llama a reconocer, una y otra vez, “cuál es el
verdadero centro de la experiencia de la fe, es decir, el amor de Dios y el
amor al prójimo, purificándolo de la hipocresía del legalismo y del
ritualismo”.
Además,
este pasaje del Evangelio según San Marcos se ve reforzado “por la voz del
apóstol Santiago” – ha expresado el Papa – “quien nos dice cómo debe ser la
verdadera religión: visitar a los huérfanos y a las viudas en el sufrimiento y
no dejarse contaminar por este mundo”.
Y
cuando dice “visitar a los huérfanos y a las viudas”, Francisco ha puntualizado
que significa “practicar la caridad hacia el prójimo”, algo que debe hacerse –
ha señalado – “comenzando por los más necesitados, los más frágiles y los más
marginales”.
También
ha pedido “no dejarse contaminar por este mundo”, detallando que esto no
significa “aislarse y cerrarse a la realidad” sino “estar alerta para que
nuestra forma de pensar y actuar no sea contaminada por la mentalidad mundana”,
es decir, “por la vanidad, la codicia y el orgullo”.
No se debe escuchar la
Palabra de Dios distraídos
Por
último ha pedido “hacer un examen de conciencia” para ver cómo recibimos la
Palabra de Dios. “El domingo la escuchamos en la Misa – ha dicho el Papa – pero
si la escuchamos distraídos o superficialmente, no nos ayudará mucho”. Es por
ello que ha pedido que “debemos dar la bienvenida a la Palabra con la mente y
el corazón abiertos, como un buen terreno, para que se asimile y dé frutos en
la vida concreta”. De esta manera, “la Palabra misma purifica nuestro corazón y
nuestras acciones y nuestra relación con Dios y con los demás se libera de la
hipocresía”.
Vatican
Media
Fuente:
Aleteia