Aunque muchos lo han
olvidado, este gesto tiene un gran significado teológico
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Fabrice
CATERINI-INEDIZ I CIRIC
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Los
católicos olvidan fácilmente el significado de la genuflexión. A menudo nos
encontramos en una iglesia y, sin pensar demasiado en ello, buscamos un banco
disponible al que acudir después de una rápida genuflexión. ¡A veces lo hacemos
tan mecánicamente que lo podríamos hacer con igual distracción en el cine justo
antes de ir a ocupar nuestra butaca!
Pero, ¿por qué los católicos hacemos una genuflexión al entrar en una iglesia?
Una señal de respeto
Desde
un punto de vista histórico, la genuflexión viene de las normas de etiqueta en
la corte. En la Edad Media, la rodilla se doblaba en presencia de un rey o de
un noble. Era una señal de respeto, así como un signo de lealtad.
Con
el tiempo, los cristianos adoptaron esta costumbre. Está plenamente integrada
en la liturgia romana desde el siglo XVI. Mientras que la genuflexión con la
rodilla izquierda se usaba para venerar a un rey, los cristianos decidieron
hacer una genuflexión con la rodilla derecha, como signo distintivo de respeto
hacia Dios.
Dios
siempre ha sido considerado por judíos y cristianos como un Rey lleno de
misericordia y amor inconmensurables. Para honrar a este “Rey del amor”, los
cristianos consideraron oportuno hacer una genuflexión cada vez que entraban en
su “corte”.
Esto
significaba doblar una rodilla cada vez que uno pasaba frente al tabernáculo,
el lugar donde se guarda el Santísimo Sacramento en todas las iglesias
católicas.
Fe
en la presencia real de Jesucristo
Los
católicos creemos que Cristo está realmente presente, en Su Cuerpo, Sangre,
Alma y Divinidad en el Santísimo Sacramento y por eso hacemos una genuflexión,
porque creemos que estamos verdaderamente en presencia de Dios.
El Catecismo
de la Iglesia Católica afirma: “En la liturgia de la misa expresamos
nuestra fe en la presencia real de Cristo bajo las especies de pan y de vino,
entre otras maneras, arrodillándonos o inclinándonos profundamente en señal de
adoración al Señor” (CIC 1378).
Esto
significa igualmente que los católicos deberían hacer la genuflexión solo
cuando el Santísimo Sacramento está presente en el tabernáculo. Durante el año
litúrgico, hay ciertos días, como el Viernes Santo, cuando el tabernáculo está
vacío y sus puertas abiertas. Puesto que la Eucaristía no está presente en el
tabernáculo, los católicos no necesitan hacer una genuflexión antes de
sentarse. Cuando la Eucaristía no está presente, cabe simplemente inclinarse
profundamente ante el altar.
Una
manera sencilla de saber si es apropiado hacer la genuflexión es buscar una
lámpara roja al lado del tabernáculo. Si está encendida, significa que Jesús
está presente y, por lo tanto, conviene hacer una genuflexión para mostrarle
nuestro amor y respeto. Para que conste, se pide a los católicos que doblen la
rodilla solamente cuando pasen frente al tabernáculo. Esto significa que cuando
el tabernáculo está en una capilla distinta, hay que hacer una genuflexión
cuando se pase delante, no cada vez que entremos en la iglesia.
A
fin de cuentas, hacemos estos gestos, como decía el papa Benedicto XVI en su
libro La Eucaristía centro de la vida: Dios está cerca de nosotros,
porque:
“Nuestra
religión, nuestra oración, exige gestos de nuestro cuerpo. Puesto que el Señor,
el Resucitado, se entrega en su Cuerpo, también nosotros debemos responder con
nuestra alma y nuestro cuerpo (…) todas las posibilidades espirituales de
nuestro cuerpo están incluidas en la celebración de la Eucaristía: cantar,
hablar, guardar silencio, sentarse, levantarse, arrodillarse”.
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