Invoquemos a la Virgen
María para que ayude a los esposos
Ángelus 7 Octubre 2018 © Vatican News |
El
Papa Francisco recuerda el plan del amor de Dios por el hombre y la mujer tal
como está registrado al principio de la Biblia, y al mismo tiempo destaca la
actitud que debe tener la Iglesia “para traer de vuelta a Dios los corazones
heridos y perdidos.
El
Papa efectivamente ha comentado sobre el Evangelio del domingo, 7 de
octubre de 2018, en la Plaza de San Pedro, como es costumbre, antes de la oración
del Ángelus dominical al mediodía. Bajo los paraguas, ante unas 25.000
personas que se habían reunido, según las cifras de la gendarmería del
Vaticano.
El
Papa Francisco recordó el diseño del Dios Creador en la pareja: “Originalmente,
en el proyecto del Creador, no hay un hombre que se case con una mujer y, si
las cosas no funcionan, esta se divorcia. No. Por el contrario, hay un
hombre y una mujer llamados a reconocerse, a completarse, a ayudarse mutuamente
en el matrimonio”.
También
constató los defectos, que no son la última palabra, al señalar el remedio en
la misericordia: “La forma en que Dios actúa con su pueblo infiel, es decir,
con nosotros, nos enseña que el amor herido puede ser sanado por Dios, gracias
a la misericordia y el perdón”.
El
Papa confió a las parejas con problemas a la intercesión de la Virgen María:
“Invoquemos a la Virgen María para que ayude a los esposos a vivir y renovar su
unión, a partir del don original de Dios”.
Uno
podría reconocer en esta invocación la devoción del Papa Francisco a la Virgen
María que “deshace los nudos”, especialmente para parejas en dificultades.
AB
Palabras del Papa
Francisco antes del Ángelus.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!.
El
evangelio de este domingo (Mc 10, 2-16) nos ofrece la palabra de Jesús sobre el
matrimonio, la historia comienza con la provocación de los fariseos que
preguntan a Jesús si es lícito que un marido repudie a su mujer como lo dispone
la ley de Moisés (v 2-4).
En
primer lugar, Jesús con la sabiduría y la autoridad que le viene del Padre
redimensiona la prescripción mosaica diciendo, a causa de la dureza de su
corazón, él, (es decir el antiguo legislador) escribió para ustedes esta norma.
En otras palabras, es una concesión que sirve para tapar las lagunas producidas
por nuestro egoísmo, pero no corresponde a la intención original del Creador, y
aquí Jesús retoma el libro del Génesis.
“Desde
el principio de la creación (Dios) nos hizo varón y mujer por eso el hombre
dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una sola
carne y concluye, “no debe dividir el hombre lo que Dios a unido” (v 9).
En
el proyecto original del Creador no existe el hombre que se casa con una mujer
y si las cosas no van bien la repudia, no, en cambio sí hay un hombre y una
mujer llamados a reconocerse, a complementarse a ayudarse mutuamente en el
matrimonio.
Esta
enseñanza de Jesús es muy clara y defiende la dignidad del matrimonio como una
unión de amor que implica fidelidad, lo que permite a los esposos permanecer
unidos en el matrimonio es un amor de donación reciproca sostenido por la
gracia de Cristo. Si por el contrario, prevalecen los cónyuges el interés
individual su propia satisfacción entonces esa unión no podrá resistir. Y es en
la misma página del Evangelio que nos recuerda con gran realismo que el hombre
y la mujer llamados a vivir la experiencia de la relación y del amor pueden
hacer dolorosamente gestos que la ponen en crisis.
Jesús
no admite el repudio y todo lo que lleva al naufragio de la relación, lo hace
para confirmar el plan de Dios en el que destaca la fuerza y la belleza de las
relaciones humanas.
La
Iglesia Madre y Maestra que comparte las alegrías y los esfuerzos de las
personas por un lado, no se cansa de confirmar la belleza de la familia tal
como nos ha sido transmitida por la Escritura y Tradición; al mismo tiempo se
esfuerza por hacer sentir su cercanía materna de manera concreta a quienes
viven la experiencia, relaciones rotas o llevadas a cabo de una manera dolorosa
y cansada.
La
manera en que Dios mismo actúa con su pueblo infiel, (es decir, con nosotros)
nos enseña que el amor herido puede ser sanado por Dios a través de la
misericordia y el perdón, por eso a la Iglesia en estas situaciones no se le
pide inmediatamente y solo la condena, al contrario, ante tantos fracasos
matrimoniales dolorosos se siente llamada a vivir su presencia de caridad y
misericordia para redirigir hacia Dios los corazones heridos y perdidos.
Invoquemos
a la virgen María para que ayude a los esposos a vivir y renovar siempre su
unión a partir del don original de Dios.
Raquel Anillo
Fuente:
Zenit