Palabras
del Papa antes del Ángelus
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Rezo del Ángelus, 28 Oct. 2018. Captura pantalla Vatican Media |
“El
Sínodo de los jóvenes fue una buena cosecha y promete un buen vino”, ha
anunciado el Papa antes del rezo del Ángelus. “Los frutos de este trabajo ya
están fermentando, al igual que el jugo de la uva, en las barricas después de
la vendimia”.
El
Pontífice ha apuntado que el primer fruto de esta Asamblea Sinodal “debería ser
precisamente el ejemplo de un método que he intentado seguir desde la fase
preparatoria” y ha añadido que más importante que el documento “es la difusión
de una forma de ser y de trabajar juntos, jóvenes y ancianos, en la escucha y
en el discernimiento, para llegar a opciones pastorales que respondan a la
realidad”.
Después
de la Misa de clausura del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, la fe y el
discernimiento vocacional, el Papa rezó la oración mariana del Ángelus ante
25.000 fieles, en la plaza de San Pedro.
Así,
el Obispo de Roma ha contado a los fieles cómo ha sido el trabajo del Sínodo:
Sobre como caminar a través de muchos desafíos, como el mundo digital, el
fenómeno de la migración, el sentido del cuerpo y de la sexualidad, el drama de
la guerra y la violencia.
“La
escucha requiere tiempo, atención, apertura de la mente y del corazón”, ha
asegurado el Santo Padre, y ha expresado, agradecido que el Sínodo “ha sido un
tiempo de consuelo y de esperanza, precisamente a través del trabajo exigente y
también agotador, fue ante todo un momento de escucha”.
RD
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Palabras antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas:
¡Buenos
días! No parece tan bueno, ¿no? Esta mañana, en la Basílica de San Pedro, hemos
celebrado la Misa de clausura de la Asamblea del Sínodo de los Obispos,
dedicada a los jóvenes. La Primera Lectura del profeta Jeremías fue
particularmente adecuada para este momento porque es una palabra de esperanza
que Dios da a su pueblo, una palabra de consuelo basada en el hecho de que Dios
es padre de su pueblo. Lo ama y lo cuida como a un hijo, abre un horizonte de
futuro, un camino viable y transitable, por el cual pueden caminar los ciegos,
los cojos, la embarazada y la mujer que da a luz. Es decir, las personas en
dificultad.
Porque
la esperanza de Dios no es un espejismo, como en ciertos anuncios publicitarios
en los que todo el mundo es sano y bello, sino una promesa a personas reales,
con buenas y malas partes, potenciales y fragilidades. La promesa de Dios es
para gente como nosotros.
Esta
Palabra de Dios expresa bien la experiencia que hemos vivido durante la
experiencia del Sínodo. Ha sido un tiempo de consuelo y de esperanza,
precisamente a través del trabajo exigente y también agotador, fue ante todo un
momento de escucha. La escucha requiere tiempo, atención, apertura de la mente
y del corazón, pero este compromiso se convertía cada día en consuelo, sobre
todo porque teníamos en medio de nosotros la presencia viva y estimulante de
los jóvenes con sus historias y contribuciones.
A
través de los testimonios de los padres sinodales, la realidad multiforme de
las nuevas generaciones ha entrado en el Sínodo, por así decirlo, desde todos
los puntos de vista, desde todos los continentes, y desde muchas situaciones
humanas y sociales diferentes.
Con
esta actitud de escucha hemos tratado de leer la realidad, de captar los signos
de nuestro tiempo. Un discernimiento comunitario, hecho a la luz de la Palabra
de Dios y del Espíritu Santo. Este es uno de los dones más hermosos que el
Señor hace a la Iglesia Católica, es decir, reunir voces y rostros de las
realidades más variadas y así poder intentar una interpretación que tenga en
cuenta la riqueza y complejidad de los fenómenos siempre a la luz del
Evangelio.
Así,
estos días, hemos discutido sobre como caminar a través de muchos desafíos,
como el mundo digital, el fenómeno de la migración, el sentido del cuerpo y de
la sexualidad, el drama de la guerra y la violencia. Los frutos de este trabajo
ya están fermentando, al igual que el jugo de la uva, en las barricas después
de la vendimia. El Sínodo de los jóvenes fue una buena cosecha y promete un
buen vino, pero quisiera decir que el primer fruto de esta Asamblea Sinodal
debería ser precisamente el ejemplo de un método que he intentado seguir desde
la fase preparatoria. Un estilo sinodal que no tiene como objetivo principal la
redacción de un documento que también es valioso y útil.
Más
importante que el documento, sin embargo, es la difusión de una forma de ser y
de trabajar juntos, jóvenes y ancianos, en la escucha y en el discernimiento,
para llegar a opciones pastorales que respondan a la realidad. Por ello,
invocamos la intercesión de la Virgen María, a ella que es la Madre de la
Iglesia, confiamos la acción de gracias a Dios por el don de esta Asamblea
Sinodal, para que Ella nos ayude a llevar adelante todo esto que hemos
experimentado, sin miedo, en la vida ordinaria de las comunidades. Que el
Espíritu Santo, con su sabia imaginación haga crecer los frutos de nuestro
trabajo, para que podamos seguir caminando juntos con los jóvenes de todo el
mundo.
Rosa Die Alcolea
Fuente:
Zenit