El Pontífice instó a acompañar a la persona que
sufre hasta el final
Antoine Mekary | ALETEIA | I.MEDIA |
El papa Francisco hizo llamado vehemente al
cuidado de los enfermos y denunció la tendencia a la legalización de la
eutanasia. Lo dijo este lunes 1 de octubre de 2018 en la mañana en el Aula del
Consistorio del Vaticano en un discurso dirigido a 70 participantes del IV
Seminario de Ética en la administración de la Salud.
Francisco sostuvo que el cuidado
del enfermo no significa sólo la aplicación de la terapia sino que incluye
también hacerse responsable del hermano, hacerlo sentir amado y respetado.
“Curar – afirmó – a los enfermos
no es simplemente la aséptica aplicación de medicamentos o terapias apropiadas.
Ni siquiera su sentido primigenio se limita a buscar el restablecimiento de la
salud. El verbo latino “curare” quiere decir: atender, preocuparse, cuidar,
hacerse responsable del otro, del hermano. De eso tendríamos que aprender mucho
los “curas”, pues para eso nos llama Dios. Los curas estamos para cuidar.
Curar”.
El Pontífice destacó la vocación
que hay en esa disposición del “agente sanitario” que es “importante en todos
los casos, pero tal vez se percibe con mayor intensidad en los cuidados
paliativos”.
En su discurso denunció: “Estamos viviendo casi a nivel universal una
fuerte tendencia a la legalización de la eutanasia. Sabemos que cuando
se hace un acompañamiento humano sereno y participativo, el paciente crónico
grave o el enfermo en fase terminal percibe esta solicitud. Incluso en esas
duras circunstancias, si la persona se siente amada, respetada, aceptada, la
sombra negativa de la eutanasia desaparece o se hace casi inexistente, pues el
valor de su ser se mide por su capacidad de dar y recibir amor, y no por su
productividad”.
Por otro lado, remarcó la
escasez de recursos dedicados a la cura de enfermedades. “El mundo de la salud
en general, y particularmente en América Latina, vive una época marcada por la crisis
económica; y puede hacernos caer en el desaliento las
dificultades en el desarrollo de la ciencia médica y en el acceso a las
terapias y medicinas más adecuadas. Pero el cuidado de los hermanos abre
nuestro corazón para acoger un don maravilloso”.
Asimismo, habló del milagro
detrás de las pequeñas cosas: “Un milagro no es hacer lo imposible; el
milagro es encontrar en el enfermo, en el desamparado que tenemos delante, a un
hermano. Estamos llamados a reconocer en el receptor de las
prestaciones el inmenso valor de su dignidad como ser humano, como hijo de
Dios. Esta conciencia —si está profundamente arraigada en el substrato social—
permitirá que se creen las estructuras legislativas, económicas, médicas
necesarias para afrontar los problemas que vayan surgiendo”.
Por último, el Obispo de Roma
instó a que los trabajadores de salud lleven la esperanza tanto al paciente
como a sus familiares: “Ponerse en las manos de una persona, sobre todo cuando
está en juego la vida, es muy difícil; sin embargo, la relación con el médico o
enfermero se ha fundamentado siempre desde la responsabilidad y la lealtad”.
“Debemos – continuó – seguir
luchando por mantener íntegro este vínculo de profunda humanidad, pues ninguna
institución asistencial puede por sí sola sustituir el corazón humano ni la
compasión humana. Por tanto, la relación con el enfermo exige respeto a su
autonomía y una fuerte carga de disponibilidad, atención, comprensión,
complicidad y diálogo, para ser expresión de un compromiso asumido como
servicio”.
Ary Waldir Ramos Díaz
Fuente:
Aleteia