¿Has sentido la soledad? ¿Te
has sentido deprimido últimamente? ¿Sientes que no le importas a nadie y que
nadie te entiende? ¿Te sientes triste, sombrío, desconcertado y confundido?
¿Sientes como si la vida no tuviera ningún significado o propósito? ¿Sientes
que es hora de tirar la toalla y decir: ¡basta, he tenido suficiente!?
San Ignacio de Loyola llama a ese estado: desolación, soledad
profunda. Una de las manifestaciones más comunes de la desolación es la
soledad, sentir que estás solo en el mundo y que nadie parece interesarse en
ti y hacia dónde vas en la vida.
Si no sabemos cómo enfrentar apropiadamente
la soledad entonces ese estado puede causar estragos en nuestro día a
día, y hacer un daño irreparable en nuestra vida espiritual, e incluso en
nuestra vida natural.
Una mala decisión hecha en estado de desolación
puede ser determinante, ¿Cuántos jóvenes hoy en día recurren a la violencia
hacia otros y caen en un aparente océano de interminable desolación?: "Nuestro
auxilio está en el nombre del Señor, quien hizo el cielo y la
tierra". (Salmo 121,2)
Ese estado de desolación, manifestado a
través de un profundo sentimiento de soledad, está presente, hoy más que
nunca, en todas las sociedades y situaciones. Sin embargo, somos personas de
esperanza. San Pablo no los recuerda con estas palabras esperanzadoras en
estas citas bíblicas:
"Si Dios está con nosotros, ¿quién estará
contra nosotros?". (Romanos 8,31)
"Porque cuando soy débil, entonces soy
fuerte". (2da Cotintios 12,10)
La fuerza es por supuesto Dios, los
Salmos dicen que Dios es una roca, así como la luz y la salvación.
Para sobreponernos al estado devastador de la
soledad que todos experimentamos en algunos periodos de nuestras vidas,
recurramos a estas simples pero eficaces prácticas que pueden ser llevadas a
cabo en cualquier lugar con un mínimo esfuerzo.
Salmo 23: El Salmo de
Dios el Pastor
Cuando las nubes negras descarguen una tormenta
torrencial sobre tu solitaria y desamparada alma, abre tu Biblia y ve al
Antiguo Testamento, al más famoso de todos los Salmos, el Salmo 23:
Salmo de David.
- El Señor es mi pastor, nada me faltará;
- En verdes pastos Él me hace descansar; junto a
aguas de reposo me conduce,
- Y reconforta mi alma; me guía por senderos de
justicia, por amor de su nombre.
- Aunque pase por el valle de sombra y muerte, no
temo ningún mal, porque Tú estás conmigo con tu vara y tu bastón, y al
verlas voy sin miedo.
- La mesa la has preparado para mí frente a mis
adversarios, has ungido mi cabeza con aceites y mi copa está rebosando.
- Ciertamente el bien y la misericordia me
seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por
largos días.
-
Silencia tu alma y tu
corazón.
Encuentra un lugar silencioso, así puedes leer,
orar, meditar, escuchar y permitir que Dios le hable a las profundidades de
tu corazón. Él habla al silencio de nuestros corazones si se lo permitimos.
"El Señor es mi pastor, nada me
faltará..."
Con estas palabras el Salmo 23 se
dirige personal e íntimamente a tu solitaria y abandonada alma. Reza estas
palabras de forma tranquila y en calma y con un espíritu abierto, rézalas una
segunda o tercera vez, entonces ¡algo maravilloso pasará! La gracia gentil
pero poderosa de Dios tocará las profundidades de tu alma con este
conocimiento:
"No estoy solo; Nunca he estado solo en
mi vida; Realmente nunca estaré solo, por esta simple pero profunda razón: El
Señor es mi pastor, nada me faltará..."
Escena contemplativa: A partir de allí se formara
una escena en tu mente, tú caminando junto a Jesús el Buen Pastor en un
verdoso y aromático pasto.
Detente y mira en los ojos del Buen Pastor, quien
realmente te ama como la luz de sus ojos, eres de gran importancia para Él,
ahora y siempre. Él vino al mundo para salvarte, y a tu alma inmortal, como
si fueras la única persona en todo el universo creado.
Descárgate: Ahora es el momento de abrir tú
herido, solitario, triste y deprimido corazón y hablarle de todas
las personas en el mundo, el Buen Pastor es quien mejor escucha, no solo
escucha nuestras palabras, sino que también puede leer los secretos más
profundos de nuestro corazón.
No hay necesidad de usar una máscara con Él, te
conoce incluso mejor que tú mismo. Si alguna vez hubo un lector de mentes o
un lector de corazones, en definitiva es Jesús, el Buen Pastor.
No tengas miedo: San Juan Pablo II, insistía
al principio de su pontificado, que el mundo en general, así como los
corazones individuales, no deberían estar asustados de abrir una puerta a
Jesucristo, en otras palabras abrir sus corazones a Jesús, el Buen Pastor de
sus vidas.
Qué y cómo decirlo
Utiliza palabras simples; el Señor no es exigente ni
quisquilloso en el lenguaje, dile todo. Recuerda las palabras del Apóstol San
Pedro "Reparte tus preocupaciones con el Señor, porque Él cuida de ti".
- ¿Estás temeroso del futuro y de lo que depara
para ti?: ¡Díselo al Señor!
- ¿Dudas del pasado debido a la cantidad y
gravedad de los pecados que cometiste?: reparte tus pecados en el
corazón del Buen Pastor, Él no viene por los santos sino por los
pecadores.
- ¿Está tu corazón severamente herido incluso
desde la infancia?: ¡no temas! El Profeta Isaías nos enseña sobre las
heridas de Jesús: "Por sus heridas fuimos sanados".
- ¿Estás sufriendo alguna enfermedad que parece
no tener cura?: Nunca olvides que Jesús curó a los ciegos, los lisiados,
los sordos, los paralíticos, los leprosos; incluso los trajo de vuelta a
la vida. Él es el Camino, la Verdad, y la Vida. Permite que Jesús sea el
Doctor de tus dolores y enfermedades.
- ¿Hay muchos miedos y dudas ante tus ojos?:
entonces dilo con todo tu corazón: ¡Jesús en ti confió!
El Buen Pastor escucha al
corazón
De todo lo que le dices al Buen Pastor, Él escucha
más atentamente a un amable, compasivo y amoroso corazón. Más aún, el
Buen Pastor nunca está impaciente con nadie, no, Él es la paciencia viva,
además, nunca está demasiado ocupado para caminar con nosotros, escucharnos y
consolarnos.
En los momentos de extrema soledad no caigas en los
falsos dioses de este mundo: la bebida, las drogas, la pornografía, o la
sexualidad ilícita. Esto solo te llevará a un pozo más profundo de soledad.
Más bien, ve hacia el Buen Pastor, y ábrele tu
solitario corazón porque la verdad es que:
"El Señor es mi Pastor, nada me
faltará..."
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