Homilía
en la Casa Santa Marta
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El pasaje del Evangelio de hoy ha sido el
centro de la homilía del papa Francisco en la misa de esta mañana en la Casa
Santa Marta. Y el tema que enfrenta es el de la oración, el cómo debemos orar.
Jesús cuenta a sus discípulos sobre un hombre que, a medianoche, llama a la
puerta de un amigo suyo para pedirle algo de comer. Y el amigo responde que no
es el momento oportuno, que ya está en la cama, pero luego se levanta y le da
lo que le pide.
Rezar con valentía y sin cansarse
El papa Francisco subraya tres elementos:
un hombre necesitado, un amigo, un poco de pan. La visita del amigo necesitado
es sorpresiva y su petición es insistente porque tiene confianza en el amigo
que tiene lo que necesita. Reza con “insistencia” y de esta manera, dice
Francisco, el Señor nos quiere enseñar cómo se reza:
Se
reza con valentía, porque cuando rezamos tenemos una necesidad, normalmente,
una necesidad. Dios es un amigo: es un amigo rico que tiene pan, tiene lo que
necesitamos. Como dice Jesús: “En la oración sean insistentes. No se cansen”.
Pero ¿no se cansen de qué? De pedir. ‘Pidan y se les dará’.
La oración no es una varita mágica
Pero, continúa el Papa, “la oración no es
como una varita mágica”, no es que tan pronto como pedimos, obtenemos. No se
trata de decir dos “Padrenuestro” y luego irse:
La
oración es un trabajo: un trabajo que nos pide voluntad, nos pide constancia,
nos pide ser determinados, sin vergüenza. ¿Por qué? Porque yo estoy tocando a
la puerta de mi amigo. Dios es amigo, y con un amigo yo puedo hacer eso. Una
oración constante, insistente. Pensemos en santa Mónica por ejemplo, cuántos
años ha rezado así, incluso con lágrimas, por la conversión de su hijo. El
Señor al final abrió la puerta.
Luchar con el Señor para obtener
Y Francisco da otro ejemplo al contar un
hecho que él conocía, sucedido en Buenos Aires: un hombre, un obrero, tenía una
hija desahuciada, los médicos no le habían dado ninguna esperanza y él recorrió
70 kilómetros para ir al Santuario de la Virgen de Luján. Llegó de noche y el
santuario estaba cerrado, pero él rezó afuera toda la noche implorando a la
Virgen: “Quiero a mi hija, quiero a mi hija. Tú puedes dármela”. Y cuando a la
mañana siguiente volvió al hospital encontró a su esposa que le dijo: “Sabes,
los médicos la llevaron a hacer otro examen, no se explican por qué se despertó
y pidió de comer, y no tiene ya nada, está bien, está fuera de peligro”. Ese
hombre, concluyó Francisco, sabía cómo rezar.
Los gritos de los niños que al final surten efecto
El Papa invitó a pensar también en los
niños caprichosos cuando quieren algo, y gritan y lloran diciendo: “¡Lo quiero,
lo quiero!” Y al final los padres ceden: Alguien puede preguntarse: pero ¿Dios
no se enojará si hago así? El mismo Jesús, afirma el Papa, al prever esto nos
dijo: “Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto
más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!”
Es
un amigo: siempre da cosas buenas. Da de más: yo te pido que resuelvas este
problema y él lo resuelve e incluso te da el Espíritu Santo. Más. Pensemos un
poco: ¿cómo rezo? ¿Cómo un loro? ¿Rezo realmente con la necesidad en el
corazón? ¿Lucho con Dios en la oración para que me de lo que necesito si es
correcto? Aprendamos de este pasaje del Evangelio sobre cómo rezar.
Por
Adriana Masotti
Vatican Media
Fuente:
Aleteia