“Compartimos
una razón particular para dar gracias a Dios”
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| El Papa firma declaración con el Catholicós-Patriarca de la Iglesia Asiria de Oriente © Vatican Media |
Ayer en la mañana, Su Santidad Mar Gewargis III, Catholicos-Patriarca de la Iglesia Asiria
de Oriente, ha visitado al Santo Padre Francisco. Después del encuentro privado
el Papa Francisco y el Catholicos Patriarca Mar Gewargis III han rezado juntos
en la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico. Al final, han firmado
una Declaración Común.
El
Catholicos Patriarca estaba acompañado por los miembros de la Comisión conjunta
para el diálogo entre la Iglesia Católica y la Iglesia Asiria de Oriente.
A
continuación publicamos el discurso que el Santo Padre ha dirigido al
Catholicos-Patriarca en el curso del encuentro y el texto de la
Declaración común.
***
Discurso
del Santo Padre
Santidad,
queridos hermanos:
queridos hermanos:
“Paz
y caridad con fe de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo” (Efesios
6:23). Con las palabras del apóstol Pablo, os saludo y, a través de vosotros, a
los miembros del Santo Sínodo, a los obispos, al clero y a todos los fieles de
la querida Iglesia Asiria de Oriente.
Han
pasado dos años desde nuestro primer encuentro, pero mientras tanto, he tenido
la alegría de encontrarme nuevamente con Su Santidad el pasado 7 de julio en
Bari, con motivo de la Jornada de reflexión y oración por la paz en el Medio
Oriente, también muy deseada por Usted. Compartimos, efectivamente, el
gran sufrimiento que se deriva de la trágica situación de muchos de
nuestros hermanos y hermanas en el Medio Oriente, víctimas de la violencia
y, a menudo, obligados a abandonar las tierras donde siempre han vivido.
Recorren la via crucis siguiendo las huellas de Cristo y, aunque
pertenecen a diferentes comunidades, establecen relaciones fraternas entre sí,
convirtiéndose para nosotros en testigos de unidad. Por el final de tanto
sufrimiento rezaremos juntos esta tarde, invocando del Señor el don de la paz
para el Medio Oriente, especialmente para Irak y Siria.
Un
motivo particular para dar gracias a Dios que tenemos en común es la Comisión
para el diálogo teológico entre la Iglesia Católica y la Iglesia Asiria de
Oriente. Hace apenas un año tuve la alegría de dar la bienvenida a sus miembros
con motivo de la firma de la Declaración Común sobre la “vida sacramental”.
Esta comisión, fruto del diálogo, muestra que las diferencias prácticas y
disciplinarias no siempre son un obstáculo para la unidad, y que algunas
diferencias en las expresiones teológicas pueden considerarse complementarias
en lugar de conflictivas. Rezo para que los trabajos que está llevando a cabo,
y que en estos días entren en una tercera fase de estudio sobre
eclesiología, nos ayuden a recorrer otro trozo de camino más, hacia la meta tan
esperada cuando podamos celebrar el Sacrificio del Señor en el mismo altar.
Este
camino nos empuja hacia adelante, pero también exige mantener siempre viva
nuestra memoria, para dejarnos inspirar por los testigos del pasado. Este año,
tanto la Iglesia Asiria de Oriente como la Iglesia Caldea celebran el séptimo
centenario de la muerte de Abdisho bar Berika, Metropolitano de Nisibis, uno de
los escritores más famosos de la tradición sirio oriental. Sus obras,
especialmente en el campo del Derecho Canónico, siguen siendo textos
fundamentales de vuestra Iglesia. Me alegro de la participación de Su Santidad,
así como de los distinguidos miembros de su delegación, en la conferencia
internacional organizada en esta ocasión por el Pontificio Instituto Oriental.
¡Qué el estudio de este gran teólogo contribuya a dar a conocer mejor las
riquezas de la tradición siria y a recibirlas como un don para toda la
Iglesia!.
Su
Santidad, queridísimo hermano, con afecto, deseo expresar mi gratitud por
vuestra visita y por el don de orar juntos hoy, haciendo nuestra la oración del
Señor: “Que todos sean uno […] para que el mundo crea” (Jn. 17, 21).
Declaración
común del Papa Francisco y del Catholicos Patriarca Mar Gewargis III
1.
Alabando a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, nosotros, el
Papa Francisco y el Catholicos Patriarca Mar Gewargis III, elevamos nuestras
mentes y corazones en acción de gracias al Todopoderoso por la creciente
cercanía en la fe y el amor entre la Iglesia Asiria de Oriente y la iglesia
católica. Nuestro encuentro de hoy como hermanos se hace eco de las palabras
del bendito apóstol Pablo: “Paz a los hermanos, y caridad con fe, de
parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo” (Efesios 6:23).
2.
En las últimas décadas, nuestras Iglesias se han acercado más que nunca antes
en el curso de los siglos. Desde su primer encuentro en Roma en 1984, nuestros
predecesores de bendita memoria, el Papa San Juan Pablo II y el Catholicos
Patriarca Mar Dinkha IV, se embarcaron en un itinerario de diálogo. Estamos muy
agradecidos por los frutos de este diálogo de amor y verdad, que confirman que
una diversidad de costumbres y disciplinas no es en absoluto un obstáculo para
la unidad, y que ciertas diferencias en las expresiones teológicas a menudo son
complementarias en lugar de conflictivas. Esperamos que nuestro diálogo
teológico nos ayude a allanar el camino hacia el día tan esperado en el que
podamos celebrar juntos el sacrificio del Señor en el mismo altar. Mientras
tanto, tenemos la intención de avanzar en el reconocimiento mutuo y el
testimonio compartido del Evangelio. Nuestro Bautismo común es el fundamento
sólido de la comunión real que ya existe entre nosotros: “en un solo Espíritu
hemos sido todos bautizados para no formar más que un cuerpo” (1 Corintios
12:13). Caminando juntos en confianza, buscamos la caridad que “une todo en
perfecta armonía” (Col. 3:14).
3.
En nuestro peregrinaje hacia la unidad visible, experimentamos un sufrimiento
común, derivado de la dramática situación de nuestros hermanos y hermanas
cristianos en el Medio Oriente, especialmente en Irak y Siria. El significado
de la presencia y misión cristiana en el Medio Oriente se puso una vez más en
evidencia durante la Jornada de Oración y Reflexión celebrada en Bari el 7 de
julio de 2018, cuando los Jefes de Iglesias y comunidades cristianas de Medio
Oriente se reunieron para orar y hablar unos con otros. La Buena Nueva de
Jesús, crucificado y resucitado por amor, vino del Medio Oriente y conquistó
los corazones humanos a través de los siglos, no debido al poder mundano
sino al poder desarmado de la Cruz. Sin embargo, durante décadas, el Medio
Oriente ha sido un epicentro de violencia en el que poblaciones enteras
soportan duras pruebas día tras día. Cientos de miles de hombres, mujeres y
niños inocentes sufren inmensamente a causa de conflictos violentos que nada
puede justificar. Las guerras y las persecuciones han aumentado el éxodo de los
cristianos de las tierras donde han convivido con otras comunidades religiosas
desde la época de los apóstoles. Sin distinción de rito o confesión, sufren por
profesar el nombre de Cristo. En ellos, vemos el Cuerpo de Cristo que, hoy
también, está afligido, golpeado y vilipendiado. Estamos profundamente unidos
en nuestra oración de intercesión y en nuestro acercamiento caritativo a estos
miembros sufrientes del cuerpo de Cristo.
4.
En medio de tal sufrimiento, cuyo final inmediato imploramos, continuamos
viendo hermanos y hermanas que recorren el camino de la cruz, siguiendo
dócilmente los pasos de Cristo, en unión con el que nos reconcilió con su cruz
“derribando el muro que los separaba, la enemistad”(cf. Ef 2, 14-16). Estamos
agradecidos a estos hermanos y hermanas nuestros, que nos inspiran a seguir el
camino de Jesús para vencer la enemistad. Les agradecemos el testimonio que dan
al Reino de Dios por las relaciones fraternales que existen entre sus diversas
comunidades. Así como la sangre de Cristo, derramada por amor, trajo la
reconciliación y la unidad, e hizo florecer a la Iglesia, la sangre de estos
mártires de nuestro tiempo, miembros de varias Iglesias pero unidas por su sufrimiento
compartido, es la semilla de la unidad cristiana.
5.
Ante esta situación, nos unimos a nuestros hermanos y hermanas perseguidos,
para hacernos voz de los que no la tienen. Juntos haremos todo lo posible para
aliviar su sufrimiento y ayudarlos a encontrar maneras de comenzar una nueva
vida. Deseamos afirmar una vez más que no es posible imaginar el Medio Oriente
sin los cristianos. Esta convicción se basa no solo en motivos religiosos, sino
también en realidades sociales y culturales, ya que los cristianos, junto con
otros creyentes, contribuyen en gran medida a la identidad específica de la
región: un lugar de tolerancia, respeto mutuo y aceptación. El Medio Oriente
sin cristianos ya no sería el Medio Oriente.
6.
Convencidos de que los cristianos permanecerán en la región solo si se
restablece la paz, elevamos nuestras sinceras oraciones a Cristo, el Príncipe
de la Paz, pidiendo el regreso de ese “fruto de la justicia” esencial (cf. Is
32:17) . Una tregua mantenida por muros y demostraciones de poder no conducirá
a la paz, ya que la paz auténtica solo puede lograrse y defenderse a través de
la escucha y el diálogo mutuos. Por lo tanto, pedimos una vez más a la
comunidad internacional que implemente una solución política que reconozca los
derechos y deberes de todas las partes involucradas. Estamos convencidos de la
necesidad de garantizar los derechos de cada persona. La primacía de la ley,
incluido el respeto por la libertad religiosa y la igualdad ante la ley,
basada en el principio de “ciudadanía”, independientemente del origen étnico o
de la religión, es un principio fundamental para el establecimiento y la
defensa de una coexistencia estable y productiva entre los pueblos y comunidades
del Medio Oriente. Los cristianos no quieren ser considerados una “minoría
protegida” o un grupo tolerado, sino ciudadanos de pleno título cuyos derechos
están garantizados y defendidos, junto con los de todos los demás ciudadanos.
7.
Finalmente, reafirmamos que cuanto más difícil es la situación, más necesario
es el diálogo interreligioso basado en una actitud de apertura, verdad y amor.
Este diálogo es también el mejor antídoto contra el extremismo, que es una
amenaza para los seguidores de todas las religiones.
8.
Reunidos aquí en Roma, oramos juntos a los apóstoles Pedro y Pablo para que a
través de su intercesión, Dios otorgue sus abundantes bendiciones a los
cristianos de Oriente Medio. Pedimos a la Santísima Trinidad, modelo de
verdadera unidad en la diversidad, que fortalezcamos nuestros corazones para
que podamos responder al llamado del Señor de que sus discípulos sean uno en
Cristo (cf. Jn 17, 21). Que el Todopoderoso que ha comenzado esta buena obra en
nosotros la complete en Cristo Jesús (cf. Fil 1: 6).
Desde
el Vaticano, 9 de noviembre de 2018
©
Librería Editorial Vaticano
Fuente:
Zenit






