Discurso
del Santo Padre
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| Saludo del Papa Francisco a la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén© Vatican Media |
Ayer
mañana, a las 12:55 horas, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, el
Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a los miembros de la Consulta de
la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén, en curso en Roma del 13 al
16 de noviembre.
A
continuación publicamos el discurso que el Papa ha dirigido a los presentes en
la audiencia.
Discurso
del Santo Padre
¡Queridos
hermanos y hermanas!
Os
doy la bienvenida al final de la Consulta de los Miembros del Gran Magisterio y
de los Lugartenientes de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén.
Saludo y doy las gracias al cardenal Edwin O’Brien, Gran Maestro, y al Gran
Prior, el obispo Pierbattista Pizzaballa. Saludo a los Miembros del Gran
Magisterio, junto con los Lugartenientes de las naciones y de los lugares donde
está presente la Orden. Y, con vosotros, saludo a la entera familia de
caballeros y damas de todo el mundo. Agradezco a todos vosotros las numerosas
actividades espirituales y de caridad que realizáis en beneficio de las
poblaciones de Tierra Santa.
Os
habéis reunido para los trabajos de la Consulta, la asamblea general que se
celebra cada cinco años en la sede de Pedro. Aquí en el Vaticano, estáis, de
alguna manera, en casa, ya que constituís una antigua institución pontificia
colocada bajo la protección de la Santa Sede. Desde la última Consulta de 2013,
la Orden ha crecido en el número de sus miembros, en la expansión geográfica
con la creación de nuevas articulaciones periféricas, en la asistencia material
que ha ofrecido a la Iglesia en Tierra Santa y en el número de peregrinaciones
de vuestros miembros. Agradezco vuestro apoyo a los programas de utilidad
pastoral y cultural y os aliento a continuar con vuestro compromiso, al lado
del Patriarcado Latino, para hacer frente a la crisis de refugiados que en los
últimos cinco años ha llevado a la Iglesia a proporcionar una respuesta
humanitaria significativa en toda la región.
Es
una buena señal que vuestras iniciativas en el campo de la formación y la
asistencia sanitaria estén abiertas a todos, independientemente de las
comunidades a las que pertenezcan y de la religión profesada. De esta manera,
contribuís a allanar el camino hacia el conocimiento de los valores cristianos,
la promoción del diálogo interreligioso, el respeto mutuo y el entendimiento
recíproco. En otras palabras, con vuestro compromiso meritorio, también
vosotros dais vuestra aportación a la construcción de esa senda que llevará, como
todos esperamos, al logro de la paz en la entera región.
Sé
que esta semana habéis centrado vuestra atención en el papel de los dirigentes
locales, o lugartenientes, presentes en más de treinta naciones y zonas del
mundo donde vuestra Orden está activa. Ciertamente, el crecimiento continuo de
la Orden depende de vuestro compromiso incesante y siempre renovado. En este
sentido, es importante no olvidar que el propósito principal de vuestra Orden
radica en el crecimiento espiritual de sus miembros. Por lo tanto, cualquier
éxito de vuestras iniciativas no puede prescindir de los programas de formación
religiosa apropiados dirigidos a cada caballero y a cada dama, para que
consoliden su relación indispensable con el Señor Jesús, especialmente en la
oración, en la meditación de las Sagradas Escrituras y en la profundización de
la doctrina de la iglesia. Es sobre todo tarea de vosotros, los dirigentes,
ofrecer un ejemplo de vida espiritual intensa y de adhesión concreta al Señor:
así podréis prestar un servicio válido de autoridad a aquellos que están
sujetos a vosotros.
Por
lo que concierne a vuestra misión en el mundo, no olvidéis que no sois un ente
filantrópico comprometido con la promoción de la mejora material y social de
los destinatarios. Estáis llamados a poner en el centro y como objetivo final
de vuestras obras el amor evangélico al prójimo, para testimoniar en todas
partes la bondad y el cuidado con que Dios ama a todos. La admisión en
vuestra Orden de obispos, sacerdotes y diáconos no es en absoluto una
condecoración. Es parte de sus tareas de servicio pastoral ayudar a aquellos
que entre vosotros tienen un rol de responsabilidad brindando ocasiones de
oración comunitaria y litúrgica en todos los niveles, oportunidades
espirituales continuas y catequesis para la formación permanente y para el
crecimiento de todos los miembros de la Orden.
Está
frente a todo el mundo, que con demasiada frecuencia dirige su mirada hacia
otro lado-, la dramática situación de los cristianos que son perseguidos y
asesinados en un número cada vez mayor. Además de su martirio de sangre,
también existe su “martirio blanco”, como por ejemplo el que tiene lugar en
los países democráticos cuando la libertad de religión es limitada. Y este es
el martirio blanco diario de la Iglesia en esos lugares. A la labor de
ayuda material para las personas tan duramente tratadas, os exhorto a unir
siempre la oración, a invocar constantemente a Nuestra Señora, a quien veneráis
con el título de “Nuestra Señora de Palestina”. Ella es la Madre amorosa y el
Auxilio de los cristianos, para quienes obtiene del Señor la fortaleza y el consuelo
en el dolor.
El
icono de Nuestra Señora de los Cristianos Perseguidos, que bendeciré dentro de
poco y que todos vosotros recibiréis para llevarla a cada una de vuestras
Lugartenencias, acompañe vuestro camino Invoquemos juntos la solicitud de María
por la Iglesia en Tierra Santa y, más generalmente, en el Medio Oriente, junto
con su intercesión especial por aquellos cuya vida y libertad están en peligro.
Acompaño vuestra obra preciosa e infatigable con mi bendición, y os pido por
favor que recéis por mí. Gracias.
©
Librería Editorial Vaticano
Fuente:
Zenit






