Todas las dimensiones de la persona deben cuidarse;
la psicología no es enemiga de la fe, sino uno de los muchos instrumentos para
cuidar el alma que solo Dios puede salvar
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Sólo el Señor Jesucristo tiene el poder de
salvar mi alma. La psicología, como todas las demás ciencias que nuestra
inteligencia de seres humanos ha concebido, ofrece instrumentos. Instrumentos
de cambio que conciernen la vida psíquica: emociones, pensamientos y
comportamientos. Vale la pena escribir algo sobre este argumento porque existe
todavía mucha ignorancia en este ámbito.
El hombre y su maravillosa unidad
Al haber estudiado en una universidad
católica para mí la unión entre fe y ciencia es natural, las cosas simplemente
no pueden separarse, porque el ser humano es una persona
bio-psico-social abierta a la trascendencia.
Significa que tengo un cuerpo
con su fisiología y sus mecanismos biológicos, una dimensión psíquica hecha a
base de equilibrios emotivos, y soy relación, es decir, estoy dentro de un
contexto social y relacional que me influencia y que influencio. Finalmente,
tengo dentro de mí una dimensión
espiritual que concierne la búsqueda de sentido y de
valores con independencia de la fe que cultive dentro de mí.
Si partimos de esta visión del
hombre es evidente que cada dimensión influencia a la otra y todas las
dimensiones de la persona deben cuidarse. A menudo en los ambientes católicos
sucede que la práctica psicológica está en competición con el campo espiritual,
como si hacer un recorrido psicológico quitara valor al camino de fe. Nada más
falso e infecundo. Para curar una bronquitis vas al doctor, para curar una
caries vas al dentista, si tienes el coche descompuesto lo llevas al mecánico,
si tienes un problema psicológico, emocional puedes serenamente ir al
psicólogo.
La debes elegir
con cuidado y atención porque los charlatanes e incompetentes existen también
en nuestra categoría. La primera información es esta: el psicólogo se ha
licenciado en psicología, ha realizado un camino universitario y ha hecho un
examen que lo habilita y permite realizar consultas psicológicas sobre
problemáticas contingentes manteniendo la atención en potenciar los recursos
personales. El psicoterapeuta, en cambio, ha hecho estudios ulteriores de
cuatro años para especializarse en la reestructuración de la personalidad en
los casos más complejos en donde el sufrimiento psicológico tiene raíces
profundas y se manifiesta con síntomas más complejos. No tengas miedo de estas
explicaciones.
Mi personalidad
también ha sido reestructurada gracias a Dios. ¡Imagínate si me quedaba igual!
Es una reestructuración que se hace junto al terapeuta, ustedes son un equipo,
nada se puede hacer sin tu voluntad de cambiar.
El
psicoterapeuta no es un mago, no es omnipotente, solo tiene instrumentos que te
pueden ser útiles para estar mejor, para ajustar esas dificultades humanas que
te hacen sufrir. Entre tú y el psicoterapeuta existe una puerta de la que solo
tú tienes la llave. Si la abres puedes recibir la ayuda que deseas, de otra
forma no.
A veces ciertas
problemáticas requieren años porque son muy complejas, otras veces se requiere
menos tiempo. Depende de las situaciones. Lo cierto es que si el psicoterapeuta
se da cuenta de que no hay mejorías a lo largo del tiempo, está obligado a
comunicarlo y hacerlo presente, evaluar la situación y estimular al paciente a
ser activo e independiente. Como decía mi psicoterapeuta “Si tardaste veinte
años en arruinar tu vida, ¡no puedes tardar seis meses en resolver todo!” y nos
reímos mucho, quizá después de que yo llorara de dolor.
Es necesario
darse tiempo y tener paciencia, y rezar a Dios para que nos ayude a encontrar a
las personas adecuadas que nos ayuden a volver florecer. A veces frente a
ciertos sufrimientos de nuestra vida sería más fácil si el Señor hiciera un
milagro instantáneo. Pero la pregunta es ¿cuál es nuestro bien? Mi bien fue
atravesar todo eso que el Señor permitió, para volverme la mujer que soy.
Nada de
milagros inexplicables. He luchado con uñas y dientes para construir y
salvaguardar la alegría a la que he sido llamada. He hecho innumerables caminos
psicológicos, individuales, de pareja; he convertido mi corazón a Cristo, me he
arrepentido de mis pecados, he sido perdonada, escuchada y amada por sacerdotes
que me han abierto la puerta del Paraíso aquí en la tierra. El Señor
se ha manifestado con dulzura y progresivamente, con amor y afecto, a menudo a
través de todos los profesionales a quien he encontrado.
Que tú puedas
tener esta experiencia de sanación espiritual y psíquica.
Por Claudia Viola (esposa, mamá
y psicoterapeuta)
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