Las
tres características del aceite que custodian las diez vírgenes que salen al
encuentro del esposo
En
la misa sufragio por los cardenales y obispos fallecidos este año el Papa Francisco
reflexionó sobre el pasaje del Evangelio en el que diez vírgenes “salieron al
encuentro del esposo” (Mt 25, 1): “Para todos, la vida es una llamada
continua a salir: del seno materno, de la casa donde nacimos, de la
infancia a la juventud y de la juventud a la edad adulta, hasta que salgamos de
este mundo”.
En
su homilía mostró lo esencial para las vírgenes “que esperan las nupcias: no el
vestido, ni tampoco las lámparas, sino el aceite, custodiado en pequeños
vasos”.
¿Cómo
es ese aceite?
Papa
Francisco ofreció tres características:
1. No es vistoso
“Permanece
escondido, no aparece, pero sin él no hay luz. ¿Qué nos sugiere esto? Que ante
el Señor no cuentan las apariencias, sino el corazón (cf. 1 Sam 16, 7).
Lo que el mundo busca y ostenta —los honores, el poder, las apariencias, la
gloria— pasa, sin dejar rastro. Tomar distancia de las apariencias mundanas es
indispensable para prepararse para el cielo. Es necesario decir no a la
“cultura del maquillaje”, que enseña a cuidar las formas externas. Sin embargo,
debe purificarse y custodiarse el corazón, el interior del hombre, precioso a
los ojos de Dios; no lo externo, que desaparece”.
2. Existe para ser
consumido
“Solo
ilumina quemándose. Así es la vida: difunde luz solo si se consume, si se gasta
en el servicio. El secreto de la vida es vivir para servir. El servicio es el
billete que se debe presentar en la entrada de las bodas eternas. Lo que queda
de la vida, ante el umbral de la eternidad, no es cuánto hemos ganado, sino
cuánto hemos dado (cf. Mt 6, 19-21; 1 Co 13, 8). El sentido
de la vida es dar respuesta a la propuesta de amor de Dios. Y la respuesta pasa
a través del amor verdadero, del don de sí mismo, del servicio. Servir cuesta,
porque significa gastarse, consumirse; pero, en nuestro ministerio, no sirve
para vivir quien no vive para servir. Quien custodia demasiado la propia vida,
la pierde”.
3. El aceite se prepara
con tiempo y se lleva consigo
“El
amor es ciertamente espontáneo, pero no se improvisa. Precisamente en la falta
de preparación está la imprudencia de las vírgenes que quedan fuera de las
nupcias. Ahora es el tiempo de la preparación: en el momento presente, día tras
día, el amor necesita ser alimentado. Pidamos la gracia para que se renueve
cada día el primer amor con el Señor (cf. Ap 2, 4), para no dejar que
se apague. La gran tentación es conformarse con una vida sin amor, que es como
un vaso vacío, como una lámpara apagada. Si no se invierte en amor, la vida se
apaga. Los llamados a las bodas con Dios no pueden acomodarse a una vida
sedentaria, siempre igual y horizontal, que va adelante sin ímpetu, buscando
pequeñas satisfacciones y persiguiendo reconocimientos efímeros. Una vida desvaída,
rutinaria, que se contenta con hacer su deber sin darse, no es digna del
esposo”.
Papa
Francisco terminó pidiendo la intercesión de “quien ha vivido sin querer
aparentar, de quien ha servido de corazón, de quien se ha preparado día a día
al encuentro con el Señor”.
Alvaro
Real
Fuente:
Aleteia