“Encontrar un lenguaje
para hoy”
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Durante
este mes de diciembre de 2018, los católicos son invitados por el Papa
Francisco a orar “para que las personas que están comprometidas al servicio de
la inteligencia de la fe encuentren un lenguaje para hoy, en el diálogo con las
culturas”.
En
su editorial, el padre Daniel Regent, director nacional francés de la
Red Mundial de Oración, indica: “Encuentren un lenguaje para hoy en el
diálogo. El Papa orienta nuestra oración para que pidamos esto para
aquellos que están al servicio de la inteligencia de la fe.
Oramos
por la Iglesia, Mater et magistra (Madre y maestra) dice la encíclica
de Juan XXIII; oramos por los teólogos, por los que estudian las Sagradas
Escrituras, por los catequistas y por los encargados de proclamar la
Palabra. Reciben esta hermosa misión de la Iglesia. Pero también
oramos por cada uno de nosotros para que la inteligencia de la fe no esté
separada de la fe. Al encontrar palabras para decirlo, participamos en la
construcción de la Iglesia”.
La fe en el diálogo con
las culturas
“Oremos
por las personas dedicadas al servicio de la transmisión de la fe
encuentren un lenguaje adaptado al presente, en diálogo con la cultura”.” es la
intención del Santo Padre.
La
inteligencia es un tesoro, don del Creador. Sin corazón, se deja manipular
por motivaciones secretas que generan conflictos apasionados. Por el
contrario, el corazón sin inteligencia renuncia al deber de rendir cuentas de
una manera abierta del movimiento que lo anima. ¡Él no tiene
corazón! Sólo la unión de los dos da fruto.
Lo
que sin duda es válido para toda la ciencia es de manera eminente cuando se
trata de la fe. Creer es dejarse tocar y guiar por el Corazón de
Jesús. Él pone al hombre en pie y lo lleva al final de sí mismo en
inteligencia y caridad hacia los demás como lo hizo Jesús en su tiempo y lo
hace con cada uno de nosotros. Animada por el corazón, la inteligencia es
respetuosa, relevante, simple, inventiva, paciente.
El
que cree está ansioso por encontrarse con el otro, ansioso por ser apagado por
él. “Dame de beber”, pide Jesús a la mujer samaritana (Jn 4, 7). Esta
inteligencia es nueva. Ante Jesús, que curó a un hombre que poseía un
espíritu inmundo, la gente de la Sinagoga queda pasmada y dice: “¿Qué es
esto? Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! (Marcos 1, 27). Y
San Marcos dice: “Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba
como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mc 1, 22).
La
enseñanza de Jesús no es un comentario indefinido sobre la ley dirigida al
ignorante, al pecador o al incrédulo, para que al final puedan entrar en las
filas. Jesús tiene sed de encontrarse con lo mejor de todo, listo para
maravillarse con la obra de Dios. Su actitud misericordiosa da lugar a
respuestas libres. Él es un buscador de Dios en el hombre y no un donante
de lecciones. Su enseñanza está, ante todo, en su actitud, en su forma de
entrar en una relación.
Este
es su lenguaje: Él es el Verbo de Dios hecho carne. Se enoja cuando los
escribas o fariseos se oponen de prácticas a respetar pretendiendo que se trata
de la ley, es decir, lo que Dios quiere. Están en un error, incluso en la
mentira. La Ley del Señor comienza con estas palabras: “Yo soy el Señor
que te ha liberado de Egipto” (Ex 20, 2). Jesús no vino a imponer, sino a
continuar la obra de liberación de su Padre. Así, nos revela, en el corazón
de la Ley, una mayor exigencia: ir hasta el fin del amor.
Encontrar
un lenguaje para un verdadero diálogo es también encontrar una manera cordial
de ir al encuentro de aquellos que están animados por otra cultura,
sensibilidad o religión.
En
esta época de grandes cambios y trastornos, en un momento en que la tentación
del extremismo y la intolerancia están nuevamente presentes, la petición del
Papa es valiente y preciosa para que podamos ser verdaderos discípulos de
Cristo.
P.
Daniel Régent jesuita, director nacional
Fuente:
Zenit






