El
Papa Francisco aseguró hoy que “vivir el Adviento es ‘optar por lo inédito’,
por lo nuevo, es aceptar el buen revuelo de Dios y de sus profetas”, y alentó a
los cristianos a ser "atrevidos" al soñar
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El Papa Francisco recibe en audiencia a diócesis italianas este 1 de diciembre. Foto: Vatican Media |
En
su audiencia con cerca de 6.500 peregrinos de las diócesis italianas de
Ugento-Santa Maria di Leuca y de Molfetta-Ruvo-Giovinazzo-Terlizzi, el Santo
Padre señaló que “el que se entristece se queda solo, habla mal de todos,
chismorrea aquí y allá. Tiene el corazón triste”.
“El
chismoso, la chismosa, tienen el corazón triste”, dijo, y “el que se entristece
se queda solo, no tiene amigos y ve únicamente problemas; ve solamente el lado
oscuro de la vida. Quizás todo es hermoso, todo blanco, todo luminoso, pero él
o ella ven la mancha, ven la sombra, lo negativo”.
“A
veces, cuando encuentro personas así, que viven siempre tristes y criticando,
pienso ¿Pero que tienes en las venas, sangre o vinagre?”, cuestionó.
Ante
esto, el Papa alentó a dejar de quejarse, y en lugar de caer en la tristeza
pidió “hacer lo contrario: consolar, ayudar”.
El
Santo padre recordó que “esta noche comienza un tiempo de consuelo y esperanza,
el tiempo de Adviento: comienza un nuevo año litúrgico, que trae consigo la
novedad de nuestro Dios, que es el ‘Dios de toda consolación’”.
“Hemos
nacido para estar con el Señor. Cuando dejamos entrar a Dios, llega la novedad
verdadera. El renueva, desplaza, siempre sorprende: es el Dios de las
sorpresas”.
“A
mí me gusta pensar en San José. Él, un hombre bueno, se durmió y le cambiaron
los planes. Se durmió otra vez y le volvieron a cambiar los planes. Va a
Egipto, se duerme otra vez, y regresa de Egipto. ¡Que sea Dios el que nos
cambia los planes con nuestra alegría!”.
El
Santo Padre señaló que “es hermoso esperar la novedad de Dios en la vida: no
vivir de esperas, que quizás no se hagan realidad, sino vivir en espera, es
decir, desear al Señor que siempre trae novedad. Es importante saberlo
esperar”.
Además,
destacó, “los cristianos estamos llamados a preservar y difundir la alegría de
esperar: esperamos a Dios que nos ama infinitamente y, al mismo tiempo, somos
esperados por Él. Vista así, la vida se convierte en un gran noviazgo”.
“Si
tú lo echas, el Señor se queda a la puerta, esperando, a la espera de que lo
dejes entrar otra vez. No echemos nunca al Señor de nuestra vida. Él está
siempre esperando estar con nosotros”.
“Si
el miedo te hace tirarte al suelo, el Señor te invita a levantarte. Si la
negatividad te empuja a mirar hacia abajo, Jesús nos invita a dirigir nuestra
mirada al cielo, de donde vendrá. Porque no somos hijos de miedo, sino hijos de
Dios”, dijo.
El
Papa aseguró que “el Señor nos llama a cada uno de nosotros a salir al mar
abierto. No quiere que seamos los revisores del muelle ni a los guardianes del
faro, sino los navegantes confiados y valientes, que siguen las rutas
desconocidas del Señor, lanzando las redes de la vida sobre su palabra”.
“Una
vida ‘privada’, privada de riesgos y llena de miedo, que se protege a sí misma,
no es una vida cristiana. Es una vida sin fecundidad”.
“No
estamos destinados a sueños tranquilos, sino a sueños atrevidos”, señaló.
Fuente:
ACI Prensa