La
única salida es cerrar los ojos y darle las manos a Jesús para ser guiados por
él
Muchas
veces podemos pasar por algún período de aridez espiritual, es decir, no
tenemos ganas de rezar, se hace difícil ir a Misa, rezar el Rosario se hace
pesado, etc. Incluso recibir la Sagrada Comunión se vuelve un sacrificio ante
las dudas que pueden alcanzar nuestra alma. Hasta parece que el cielo
desapareció.
¿Cómo
vencer este estado espiritual en el cual parece que Dios está lejos y que nos
falta fe?
Primero,
es necesario verificar que esta situación no sea tibieza, esto se debería a
nosotros mismos, nuestra culpa por no perseverar en el cuidado de la vida
espiritual, y sobre todo, verificar que no haya pecados graves en nuestra alma,
que puedan estar ahuyentando de la misma, la gracia de Dios. Si no hay pecados en el alma, entonces, es necesario ante todo, calma,
paciencia y perseverancia en los ejercicios espirituales: oración, vida
sacramental, caridad, penitencia, etc. Aun sin ganas o sin gusto, sin sabor,
continuar, sin parar los ejercicios espirituales jamás.
A
veces, Dios permite estas pruebas para que aprendamos a “buscar más al Dios de
las consolaciones que a las consolaciones de Dios”, como dice un santo. San
Juan de la Cruz, místico que vivió tanto lo que dio en llamar de “noche
oscura”, afirmó que “el progreso de una persona es mayor cuando la misma camina
a oscuras y sin saber”
Muchas
veces, nos deleitamos en las oraciones más sabrosas, llenas de fervor sensible,
como los niños, cuando comen dulces; pero cuando se viene la lucha, abandonamos
la oración.
Veamos
lo que dice el Apóstol:
“Habéis
echado en olvido la exhortación que como a hijos se os dirige: Hijo mío, no
menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él.
Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge.
Sufrís para corrección vuestra. Como a hijos os trata Dios, y ¿qué hijo hay a
quien su padre no corrige? Más si quedáis sin corrección, cosa que todos
reciben, señal de que sois bastardos y no hijos. Además, teníamos a nuestros
padres según la carne, que nos corregían, y les respetábamos. ¿No nos
someteremos mejor al Padre de los espíritus para vivir? ¡Eso que ellos nos
corregían según sus luces y para poco tiempo!; mas él, para provecho nuestro,
en orden a hacernos partícipes de su santidad”. (Hb 12, 5-10)
Dios
nos quiere santos, y también algunas veces, es por las pruebas y la aridez
espiritual que Él arranca las hierbas dañinas del jardín de nuestras almas.
¡Coraje, alma querida de Dios! Jesús dijo que Él es la vid verdadera y su
Padre, el buen agricultor, que podará todo ramo bueno que dé frutos, para que
produzca aun más. (cf. Jn 15, 1-2).
No
podemos desear sólo el azúcar del pan y renegar del pan del sacrificio. A
veces, la meditación es difícil, la oración es penosa, distraída, surgen las
noches y las tinieblas. En esos momentos, es necesario el silencio, la
paciencia, el abandono. El esposo ha de volver pronto… dentro de poco llegará
la aurora y los fantasmas desaparecerán.
Cuanto
más oscura se ponga la noche, más nos acercamos a la aurora. Dios sabe lo que
estamos viviendo, ¡Alabado sea su santo Nombre! Llegó la hora de abandonarnos
en sus manos paternas.
Ante
las tribulaciones, algunos sienten el corazón como que de hielo, no sienten más
amor por Jesús, pierden la piedad, se sienten condenados. ¡Qué desoladora
confusión espiritual!
En
momentos como estos, la única salida es cerrar los ojos y darle las manos a
Jesús para ser guiados por Él en la fe; ¡confianza y abandono mi hermano! Sólo
el Señor sabe el camino para salir de este matorral cerrado y oscuro.
Dios
nos prepara para la contemplación por las pruebas pasivas, así nos enseñan los
santos. Él las produce y al alma sólo le resta aceptarlas. Es el duro camino de
los que quieren la perfección. Él está purificando el alma, el Cirujano
Celestial está operando el alma.
San
Juan de la Cruz habla de la famosa “noche de los sentidos”, llena de aridez y
de pruebas, un verdadero martirio para el alma. Según el santo doctor, es Jesús
quien llama al alma a caminar con Él por el desierto, aun quemándonos los pies
y quemados por el sol, para santificarnos.
Calma,
alma querida de Dios, ¡Él permite esto porque te ama mucho! El buen fuego no es
el de pajas, alto, bonito, pero rápido, que enseguida se apaga, sino que es el
fuego bajo el que llega hasta la leña gruesa y permanece por mucho tiempo.
El
fuego de paja es sólo para comenzar. Es esto lo que ocurre, no te asustes, no te preocupes si es que el gusto por
rezar desapareció y se volvió ahora un sacrificio penoso. La fe no es un
sentimiento y mucho menos sentimentalismo; fe es la adhesión, con la mente, a
Dios, a sus verdades y a sus determinaciones.
No
te preocupes por “sentir” o no fe o devoción; sólo vívelas. Ve a Misa, al grupo
de oración, reza el Rosario, con o sin ganas, con o sin sabor, con o sin
sentimientos. De esta forma tendremos aun más méritos ante Dios.
En
esta situación, quizás necesites un director espiritual, especialmente en la
Confesión para una buena orientación.
Por: Felipe Aquino
Por: Felipe Aquino
Fuente:
Cançao nova