Escritora,
religiosa, mística… Teresa defendió con sus palabras y amparada en la Biblia,
que las mujeres podían tener las mismas capacidades intelectuales que los
hombres
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Una
sordera la aisló del mundo y la acercó a Dios creando una obra mística de tal
valía que muchas voces se alzaron en su contra acusándola de plagio. Los
hombres de su tiempo no creyeron que fuera una pluma femenina capaz de escribir
como lo hizo ella
Sabemos
muy poco de la biografía de Teresa de Cartagena, ni tan siquiera su fecha de nacimiento
ni defunción. Teresa era hija de una familia judeo-conversa en la que creció
rodeada de sabiduría. Ella misma nos cuenta en una de sus obras que estudió en
Salamanca, algo muy poco habitual para una mujer nacida a principios del siglo
XV.
Teresa,
cuyo abuelo era un rabino judío que, tras convertirse al cristianismo llegó a
ser obispo, pasó por varios conventos a lo largo de su vida. En uno de ellos
contrajo una enfermedad que la dejó sorda para el resto de su vida. Aislada del
mundo, Teresa de Cartagena se volcó en la espiritualidad divina y encontró
consuelo en la escritura.
El
resultado fue La Arboleda de los enfermos, una obra en cierta medida
autobiográfica en la que asumía sus “grandes dolencias”, especialmente su
sordera, como una prueba divina. Escrita hacia 1480, Teresa nos dice que esta
obra era para “loar a Dios” y para “consolación espiritual suya y de todos
aquellos que enfermedades padecen”.
En
un tiempo en el que la imprenta aún no estaba del todo implementada en España,
el hecho de que la obra de Teresa de Cartagena fuera copiada en varias
ocasiones da muestra del interés que suscitó. Pronto se alabó su calidad
literaria y su contenido místico, pero la fama supuso también la puesta en duda
de su autoría. Los hombres que defendieron su obra, también la acusaron de
plagio.
Un
año después de su publicación y de saber que se había cuestionado que ella era
la autora de La arboleda de los enfermos, Teresa de Cartagena escribió su
segunda y última obra conocida. Admiración de las Obras de Dios profundizaba
sobre la capacidad intelectual de las mujeres poniendo como ejemplo mujeres de
la Historia Sagrada y argumentando que el mismo Dios era quien había dado
iguales capacidades a hombres y mujeres. Partiendo de la omnipotencia divina,
Teresa de Cartagena defendió que tanto ellos como ellas eran capaces de leer,
estudiar, escribir y crear obras como la que ella había escrito.
Teresa
de Cartagena se unía con su Admiración de las Obras Divinas, al debate
iniciado casi un siglo atrás por la escritora francesa de origen italiano
Cristina de Pizán. A principios del siglo XV, Cristina escribía su Ciudad
de las damas en la que defendía las capacidades intelectuales de las
mujeres con ejemplos de la antigüedad, así como con nombres femeninos que aparecían
en la Antiguo y el Nuevo Testamento.
La Ciudad
de las damas iniciaba un debate conocido como la Querella de las
mujeres que se extendió por varios países de Europa e Hispanoamérica en
los siguientes siglos. En España, Teresa de Cartagena cogía el testigo de
Cristina al defender de las capacidades intelectuales de las mujeres ayudando a
sentar las bases teóricas de los ideales feministas posteriores.
Teresa
de Cartagena pasó a la historia por ser la primera escritora de la Península
Ibérica cuya obra se conserva, así como la primera mística y defensora de la
dignidad femenina. Sin romper con la ortodoxia y las estructuras sociales de su
tiempo, Teresa de Cartagena abordó la necesidad de visibilizar la dignidad de
las mujeres. Muchos siglos antes del nacimiento del feminismo.
Sandra
Ferrer
Fuente:
Aleteia