Hay
quien dice que es mejor esperar a que los niños sean mayores, para que decidan
por sí mismos. Pero, ¿es correcto hacerlo?
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| Tomsickova Tatyana - Shutterstock |
La religión suscita polémica cuando se
trata de la educación de los niños. No todo el mundo quiere educar a los hijos
tal como le educaron a él ni tampoco todo el mundo cree que haya que formar a
los pequeños en valores y acciones que corresponden a una determinada religión.
¿Es mejor dejar que los niños
crezcan sin hablarles de religión y que cuando sean mayores decidan por
qué opción se inclinan? En el caso de los cristianos, ¿limitamos su libertad si bautizamos
a un niño?
Pensar que la religión es algo
que se puede dejar para cuando uno sea mayor de edad (o adolescente) es una
equivocación, como lo sería creer que al niño no se le puede alimentar de carne
y leche por si de mayor decide ser vegano.
Hay aspectos de la educación que
verdaderamente son opcionales mientras que otros forman parte del núcleo.
Aprender varios idiomas, por ejemplo, es opcional (aunque muy recomendable
siempre), pero la religión es vital.
La religión no es un añadido
cultural que uno pueda aplicarse como si fuera una crema hidratante, a la edad
que quiera. La religión es alimento del espíritu, que
comienza a pedir “comida” desde que uno nace.
La razón de esto es porque las
personas somos seres religiosas por naturaleza. Todos
aspiramos a la felicidad y todos, absolutamente todos,
buscamos aquello que colme nuestras aspiraciones más íntimas, lo que no se
puede llenar ni con éxito ni con dinero.
El ser religiosos por naturaleza
en los niños ha de encontrar el modo de aprender a vivir la religión y de
experimentarla de la manera que es propia del ser humano: con palabras, con
gestos, con acciones, cantando… Por eso es una tarea educativa de primer orden enseñar
a rezar, a conocer a Dios y a relacionarse con Él: el término “religión” viene
de “re-ligare” que significa “volver a unirse”.
¿Qué ocurre si un niño no recibe
educación en la religión porque sus padres quieren que sea ateo? ¿Creen los
padres que han conseguido su propósito no hablándole de Dios? La realidad es
que es más fuerte el deseo íntimo de felicidad infinita que
tiene el ser humano, así que por muy escondido que hayan tenido a Dios unos
padres, el mundo le hablará a ese niño de Dios: la naturaleza nos habla de Él,
la belleza de las cosas nos habla de Él, incluso la enfermedad, el dolor y la
muerte nos hablan de él.
La responsabilidad de los padres
está en facilitar al pequeño los medios para que
pueda vivir la re-ligión: ser ateo sería, en todo caso, una decisión posterior.
Los grandes interrogantes
comienzan a presentarse en la infancia y los padres tienen la
responsabilidad de acompañar a sus pequeños en el crecimiento de su “re-ligión”,
despertando interés, aclarando dudas, y mostrando la virtud de la piedad y el
agradecimiento, la adoración y la contemplación.
Dolors
Massot
Fuente:
Aleteia






