Al leer los evangelios se puede observar a un grupo de mujeres siempre vinculado a los episodios de la crucifixión, la sepultura, y la resurrección de Jesús
En
torno a Jesús hubo «un grupo de mujeres galileas discípulas con María Magdalena
a la cabeza, de modo similar a como Pedro encabeza a los Doce, con la
diferencia será que el grupo de mujeres no encontró más tarde ninguna
configuración institucional dentro de las iglesias», explica la teóloga Carmen
Picó.
«Todavía queda mucho camino
por recorrer hasta reconocer en María Magdalena a una mujer que fue apóstol,
profeta y maestra, llamada a vivir un discipulado con los varones», dice Carmen
Picó Guzmán, licenciada en Teología Bíblica por la Universidad de Comillas, que
este jueves habla a las 17:00 horas en el salón de actos del Arzobispado de
Madrid sobre María Magdalena y las demás mujeres del Evangelio, en
una nueva sesión del curso anual de catequética organizado por la Delegación de
Catequesis.
«Si saliéramos a la calle a
preguntar quién es María Magdalena es probable que muchas personas dijeran que
era la amante de Jesús, y si preguntásemos en un ámbito más próximo a la
parroquia seguramente nos hablaran de una prostituta que dejó de serlo cuando
conoció a Jesús y otras cosas parecidas», lamenta Carmen, cuando la verdad es
que la Magdalena fue principalmente «miembro del grupo de Jesús y protagonista
de la primera aparición del resucitado».
Esta imagen distorsionada
«tiene mucho que ver con una antropología que tiene mucho que decir sobre cómo
nos vemos las mujeres y cómo nos ven los hombres».
Sin embargo, «hoy tenemos
indicios para creer que las cosas están cambiando», señala Picó citando el
reciente decreto de la Congregación para el Culto Divino con el que elevaba a
la categoría de fiesta la memoria de Santa María Magdalena el 22 de julio.
Por eso, Carmen Picó pide
remontarse a las auténticas cartas de san Pablo en las que aparecen mujeres
como Evodia y Síntique, Lidia, Febe, Prisca, Pérsida, la madre de Rufo y otras
muchas de las que Pablo dice que «trabajaron en el Señor». Ahí se ve que la
memoria de los orígenes cristianos «nos habla de mujeres activamente implicadas
en la evangelización y el desarrollo de las comunidades paulinas. Entonces,
¿por qué no las recordamos o no las reconocemos?», dice Carmen Picó, que
sugiere que «la ausencia de las mujeres en el liderazgo de la Iglesia ha hecho
más fácil la pérdida de su memoria».
Al leer los evangelios se
puede observar a un grupo de mujeres siempre vinculado a los episodios de la
crucifixión, la sepultura, y la resurrección de Jesús: «solo ellas fueron
testigos de todos estos acontecimientos y, por tanto, solo ellas permanecieron
al pie de la cruz, solo ellas sabían dónde y cómo fue enterrado su cuerpo y,
solo ellas acudieron a su tumba el primer día de la semana, siendo entonces
testigos de su resurrección. Y, entre ellas, una mujer figura al frente del
grupo en todos los relatos de un modo u otro, María la Magdalena, una de las
personas más mencionadas por los evangelios canónicos», explica.
De esto se desprende el
testimonio de «un grupo de mujeres galileas discípulas de Jesús con María
Magdalena a la cabeza, de modo similar a como Pedro encabeza a los Doce, con la
diferencia será que el grupo de discípulas no encontraría más tarde ninguna
configuración institucional dentro de las iglesias». Sin embargo, «las mujeres
formaban parte activa de la vida comunitaria», porque «ellas también se
sintieron atraídas por el mensaje del Reino y, también experimentaron la
llamada al seguimiento, como los varones».
Juan Luis Vázquez
Díaz-Mayordomo
Alfa y Omega