Homilía de Mons. Philip Naameh
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Homilía del Presidente de la Conferencia Episcopal de Ghana, África © Vatican Media |
“¿Qué
debemos hacer de forma diferente y por dónde empezar? Miremos de nuevo al hijo
pródigo en el Evangelio”: Mons. Philip Naameh, Arzobispo de Tamale,
Presidente de la Conferencia Episcopal de Ghana, ha pronunciado la homilía en
la celebración penitencial, celebrada por el Papa Francisco con los
participantes en el Encuentro sobre ‘La Protección de los Menores en la
Iglesia’.
La
liturgia penitencial ha tenido lugar a las 17:30 horas del sábado, 23 de
febrero de 2019, tercera jornada de trabajo de la reunión mundial, que
del 21 al 24 de febrero de 2019 congrega en el Vaticano a los
representantes de todas las Conferencias Episcopales de la Iglesia Católica en
el mundo, y a otros líderes y pastores de la Iglesia.
El
obispo africano ha propuesto la parábola del hijo pródigo para reflexionar
sobre el trabajo que realizan los obispos, sacerdotes y religiosos estos días
sobre la salvaguarda de los menores: “Para él la situación empieza a mejorar
cuando decide ser muy humilde, realizar tareas muy sencillas, y no exigir
ningún privilegio. Su situación cambia a medida que se reconoce a sí mismo,
admite haber cometido un error, se lo confiesa a su padre, habla abiertamente
de ello y está dispuesto a aceptar las consecuencias”.
“De
este modo, el Padre experimenta una gran alegría por el regreso de su hijo
pródigo y facilita la aceptación mutua de los hermanos”, ha aclarado Mons.
Naameh.
Largo camino por delante
“Tenemos
un largo camino por delante para aplicar todo esto de forma sostenible y
adecuada. Hemos hecho diferentes progresos, y hemos alcanzado diferentes
velocidades. La reunión actual fue solo un paso entre muchos”, ha señalado el
obispo.
“No
debemos creer que solo porque hayamos empezado a cambiar algo juntos, todas las
dificultades han sido eliminadas. Como el hijo que regresa a casa en el
Evangelio, todavía no se ha logrado todo, al menos, todavía tiene que ganarse a
su hermano de nuevo”.
A
continuación sigue la homilía de Mons. Philip Naameh, Arzobispo de
Tamale, Presidente de la Conferencia Episcopal de Ghana.
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Homilía
de Mons. Philip Naameh
Queridos
hermanos, queridas hermanas:
El
Evangelio del Hijo Pródigo es bien conocido por nosotros. A menudo lo hemos
relatado, y a menudo hemos predicado sobre ello. Casi se da por sentado en
nuestras asambleas y comunidades, para dirigirse a los pecadores y animarlos a
arrepentirse. Tal vez ya lo hacemos tan rutinariamente que olvidamos algo importante.
Nos olvidamos fácilmente de aplicar esta escritura a nosotros mismos, para
vernos como somos, es decir, como hijos pródigos.
Al
igual que el hijo pródigo del Evangelio, también nosotros hemos exigido nuestra
herencia, la hemos recibido, y ahora estamos ocupados desperdiciándola. La
actual crisis de abusos es una expresión de ello. El Señor nos ha confiado la
gestión de los bienes de la salvación, confía en que cumpliremos su misión,
proclamaremos la Buena Nueva y ayudaremos a establecer el reino de Dios. Pero,
¿qué hacemos? ¿Hacemos justicia a lo que se nos ha confiado? Sin duda, no
podremos responder a esta pregunta con un sí sincero. Con demasiada frecuencia
hemos callado, hemos mirado para otro lado, hemos evitado los conflictos,
hemos sido demasiado petulantes para enfrentarnos a los lados oscuros de
nuestra Iglesia. De este modo, hemos derrochado la confianza depositada en
nosotros, especialmente en lo que se refiere a los abusos en el ámbito de la responsabilidad
de la Iglesia, que es ante todo nuestra responsabilidad. No hemos brindado a
las personas la protección a la que tienen derecho, hemos destruido las
esperanzas y las personas han sido vejadas masivamente tanto en cuerpo como en
alma.
El
hijo pródigo en el Evangelio lo pierde todo, no solo su herencia, sino también
su estatus social, su buena posición, su reputación. No debemos sorprendernos
si sufrimos un destino similar, si la gente habla mal de nosotros, si hay
desconfianza hacia nosotros, si algunos amenazan con retirar su apoyo
material. No debemos quejarnos de ello, sino preguntarnos qué debemos hacer de
forma diferente. Nadie puede eximirse, nadie puede decir: pero yo personalmente
no he hecho nada malo. Somos una fraternidad, somos responsables no solo de
nosotros mismos, sino también de todos los demás miembros de nuestra
fraternidad, y de la fraternidad en su conjunto.
¿Qué
debemos hacer de forma diferente y por dónde empezar? Miremos de nuevo al hijo
pródigo en el Evangelio. Para él la situación empieza a mejorar cuando decide
ser muy humilde, realizar tareas muy sencillas, y no exigir ningún privilegio.
Su situación cambia a medida que se reconoce a sí mismo, admite haber cometido
un error, se lo confiesa a su padre, habla abiertamente de ello y está
dispuesto a aceptar las consecuencias. De este modo, el Padre experimenta una
gran alegría por el regreso de su hijo pródigo y facilita la aceptación mutua
de los hermanos.
¿Podemos
nosotros también hacer esto? ¿Estamos dispuestos a hacerlo? La reunión actual
revelará esto, debe revelar esto, si queremos mostrar que somos hijos dignos
del Señor, nuestro Padre Celestial. Como hemos escuchado y debatido hoy y en
los dos días anteriores, esto incluye asumir responsabilidades, demostrar que
rendimos cuentas y establecer transparencia.
Tenemos
un largo camino por delante para aplicar todo esto de forma sostenible y
adecuada. Hemos hecho diferentes progresos, y hemos alcanzado diferentes
velocidades. La reunión actual fue solo un paso entre muchos. No debemos creer
que solo porque hayamos empezado a cambiar algo juntos, todas las dificultades
han sido eliminadas. Como el hijo que regresa a casa en el Evangelio, todavía
no se ha logrado todo, al menos, todavía tiene que ganarse a su hermano de
nuevo. También debemos hacer lo mismo: ganarnos a nuestros hermanos y hermanas
en las asambleas y comunidades, recuperar su confianza y restablecer su
voluntad de cooperar con nosotros, para contribuir a establecer el reino de
Dios.
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Fuente:
Zenit