La obra de las Misioneras une la adoración y la acción. Atienden a los más necesitados, dando el desayuno a todos los que se acerquen cada mañana y repartiendo alimentos a las familias necesitadas
Madrid
siempre ha sido una ciudad acogedora, y un lugar de paso y de búsqueda de
oportunidades. Siempre era más fácil encontrar trabajo debido a las grandes
casas que necesitaban mucho servicio.
Pero,
aun así, eran muchos los que vagaban sin nada por las calles. Esto hizo que en
Madrid surgieran, especialmente en el siglo XIX, obras caritativas de distinta
índole.
Entre
ellas encontramos desde hace más de un siglo Cachito de Cielo, a cargo de las
misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada ayudadas por sus
colaboradores.
Esta
orden fue fundada en Granada en el año 1896 por Emilia Riquelme y Zayas, que
había nacido en esa ciudad en 1847. Debido a la oposición de su padre para que
entrara monja, Emilia esperó hasta que él muriera. Así, tuvo tiempo para
meditar su obra y descubrir el poder de la adoración perpetua al Santísimo
Sacramento. Con este fin fundó la orden, sin olvidar la enseñanza y las
misiones.
Siendo
primer ministro Canalejas, se había prohibido construir nuevos edificios. María
Emilia consiguió, sin embargo, convencer a los dueños de un palacio para que le
dejasen los bajos o caballerizas. Quería transformarlos en una capilla donde se
adorase al Santísimo las 24 horas del día, como se sigue haciendo hasta hoy.
La
capilla, siguiendo el gusto de la época, se construyó en estilo neogótico, con
la bóveda sujeta por pilastras y falsas vidrieras que, junto a la luz que entra
y los adornos azules del templo, dieron origen a que en Madrid se la conozca
como Cachito de Cielo.
La
obra de las Misioneras une la adoración y la acción. Atienden a los más
necesitados, dando el desayuno a todos los que se acerquen cada mañana y
repartiendo alimentos a las familias necesitadas. Para ayudar a las religiosas,
surge la obra social Cachito de Cielo, cuyos voluntarios ayudan a diario a
llevar a cabo esta tarea.
A
cualquier hora de la noche, en esta zona de copas de Madrid, es normal ver a
personas de todas las edades que se acercan a estar un rato en oración. Ellos
hacen posible que la noche madrileña se una con el cielo de Madrid.
Jesús
Junquera
Fuente: Alfa y Omega





