La
ciencia ante el prodigio inexplicable de las hostias consagradas que en cinco
ocasiones en Buenos Aires se transformaron en sangre y tejido humano
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Xavier Lenormand |
El
médico cardiólogo e investigador, Franco Serafini, autor del libro: Un
cardiologo visita Gesú (Un cardiólogo visita Jesús) ed. ESD, 2018,
Bolonia, ha estudiado cinco casos en la capital argentina ocurridos en varios
años (1992, 1994, 1996) y que tuvieron como custodio prudente al entonces
obispo auxiliar de la capital argentina, el sacerdote jesuita y luego cardenal
Jorge Mario Bergoglio.
El
futuro Papa pidió ayuda a la ciencia antes de que se pronunciara la Iglesia
sobre la veracidad de los signos sobre milagros eucarísticos en Buenos Aires.
La ciencia considera inexplicable la presencia corroborada de sangre, tejido de
corazón vivo y herido en los fragmentos de hostias de consagrar analizadas en
laboratorios de fama internacional.
“Los milagros
eucarísticos son un extraño tipo de milagro: son seguramente de ayuda para
los fieles de todos los tiempos, inevitablemente tentados por la difícil
comprensión de la verdad excesiva de que el Hijo de Dios esté presente en una
partícula de pan y su sangre en el vino”, nos dijo el doctor Serafini
durante el lanzamiento de un documental sobre el argumento producido por el
Vaticano el pasado 30 de octubre de 2018.
Cómo actuar ante
fragmentos de hostias
En
relación a los hechos de Buenos Aires, el experto recuerda como premisa el
comportamiento que debe tener un sacerdote delante a un fragmento consagrado
que accidentalmente o por profanación cae al suelo, se ensucia y no puede
consumirse.
Juan
XXIII en 1962 aprobó en la revisión de Misal Romano que
la hostia sea puesta en un Cáliz lleno de agua, se “disuelvan las especies y
dicha agua sea botada en el sagrario”.
La
norma es antigua (De Defectibus) y regula hasta lo inverosímil, como la muerte
del celebrante durante la Santa Eucaristía. La Sede Apostólica también informa
sobre el modo de actuar respecto a los
fragmentos de las hostias: siguen siendo consagrados y deben ser
custodiadas.
Es
decir, el agua disuelve las especies de pan sin levadura de la hostia, si falta
esa consistencia entonces viene menos la Sustancia del Cuerpo de Cristo y solo
en ese momento se puede botar el agua.
Antes
del misal de 1962 los fragmentos se conservaban en el Tabernáculo hasta que se
descomponían y se llevaban al sagrario.
Así,
entre 1992 y 1996, suceden cinco eventos eucarísticos prodigiosos en la misma
Parroquia de Buenos Aires, Santa María en Avenida La Plata 286.
Milagro de 1992
Tras
la misa del 1 de mayo de 1992 en la noche, Carlos Domínguez, un laico, ministro
de la eucaristía, fue a hacer la reserva del Santísimo Sacramento y encontró
dos pedazos de hostia sobre el corporal del Sagrario, en forma de media luna.
El
párroco, padre Juan Salvador Carlomagno, pensó que eran fragmentos que no eran
frescos y aplicó el procedimiento antes mencionado y dispuso poner las especies
en agua.
El
8 de mayo, padre Juan revisa el recipiente y verifica que dentro se formaron
tres coágulos de sangre y en las paredes hay estelas de sangre, casi
producto de una explosión de la hostia misma, describe Serafini.
Aún
no entra en escena Bergoglio, quien regresa a Buenos Aires en 1992 de su exilio
durado varios años en Córdoba, llamado por el cardenal Antonio Quarracino. El
obispo auxiliar, entonces, Eduardo Mirás pide un peritaje que confirma la
aparente naturaleza hemática.
Los
sacerdotes de la parroquia viven el momento con frenesí, pero no hablan del
hecho públicamente pues esperan la respuesta oficial de la autoridad
eclesial.
El
sacerdote Eduardo Pérez Del Lago, describe la especie sanguínea de color
lúcido, casi como carne de hígado, pero de un color rojo intenso, sin olor mal
olor por descomposición. Y al final de la evaporación quedó una corteza roja de
un par de centimentros.
Milagro de 1994
Dos
años después, el domingo 24 de julio de 1994, durante la Misa de los niños de
la mañana, cuando el laico, ministro de la Eucaristía destapó el
copón, vio una gota de sangre que corría por el lado interno del copón.
El
investigador Serafini considera que a pesar de que el episodio no tuvo mucha
relevancia en la narración de los eventos inexplicables en un mismo lugar,
considera como un “recuerdo indeleble” ver la imagen de esas gotas frescas,
vivas.
Milagro
de 1996
Domingo
18 de agosto de 1996, en la Misa de la noche (19.00 h. local), al final de la
distribución de la Comunión, una fiel corre hacia el sacerdote, padre Alejandro
Pezet. Ella ha notado escondida en la base de un candelabro, delante al
Crucifijo una hostia.
El
sacerdote recoge la hostia con el cuidado que se requiere, alguien la había
abandonada allí probablemente con intensión profana, indica Serafini. Y le pide
a Emma Fernandez, 77 años, ministra de la Eucaristía, de ponerla en agua y
cerrarla en el Tabernáculo.
El
26 de agosto, Fernandez abre el Tarbernáculo, la única junto a padre Pezet a
tener las llaves, y se sorprende: dentro del recipiente redondo de vidrio es
evidente la transformación en algo de color rojo, similar a un trozo de carne.
Aquí
entra en escena de uno de los cuatro obispos auxiliares de Buenos Aires, Jorge
Mario Bergoglio que pidió recoger las pruebas y fotografiar todo. Cada momento
fue debidamente documentado y comunicado también a la Santa Sede.
Pruebas
científicas preliminares
Desde
1992 a 1995 se realizan análisis médicos, se involucran a una oncóloga y una
hematóloga: la doctora Botto observa en microscopio células musculares, además
de un tejido fibroso vivo, y la doctora Sasot, describe que la muestra de 1992,
presenta una evolución macroscopica del material que tomaba forma de coágulo.
Ella concluye que la muestra es sangre humana.
No
obstante, aún la investigación debía dar mayores resultados usando medios y
recursos adecuados.
Ricardo
Castañón Gómez fue convocado en 1999 por el arzobispo de Buenos Aires Jorge
Mario Bergoglio (nominado en febrero de 1998) a realizar una investigación
sobre esa evidencia, siendo no creyente. El 28 de septiembre monseñor
Bergoglio, aprueba el protocolo de estudios propuesto.
Castañon
Gómez es un psicólogo clínico, experto en psicosomática, bioquímica y
neuro-psicofisiología, realizó estudios universitarios en Alemania, Francia,
EE.UU, e Italia.
El
experto contratado por Beroglio toma las muestras el 5 de octubre de 1999,
delante a testigos y las cámaras. La investigación concluyó en
2006.
Las
probetas fueron enviadas por el Tesorero a la Forensic Analytical de San
Francisco, en California. En la muestra del 1992 se estudia el DNA. Y en la
muestra del 1996, se hace la hipótesis de que se trata de DNA de origen no
humano.
Sorpresa de la ciencia
Serafini
hace una reconstrucción exhaustiva del equipo de científicos que estudian las
muestras desde el doctor Robert Lawrence de la Delta Pathology Associates de
Stockton, California, el doctor Peter Ellis de la Universidad de Syney
Australia, hasta el estudioso ya mayor del milagro de Lanciano en Italia, el
prof. Linoli Arezzo.
Sucesivamente,
se pide la opinión de un equipo de prestigio y definitivo. El team del prof.
Frederick Zugibe, primario de medicina legal y cardiólogo en el Rockland County
en New York.
Sucede
algo descrito como sorprendente. Zugibe estudia las muestras sin conocer el
origen del material. Los científicos australianos no quieren influenciar al
experto. El Zugibe por más de 30 años ha realizado autopsias y es experto de
analizar especialmente el corazón.
“Esta
muestra era viva, en el momento de ser recogida!”, dijo Zugibe. Es increíble
que se hubiera conservado por tanto tiempo, explica Serafini.
Entonces,
en el peritaje conclusivo de marzo 2005, el prof. Zugibe específica que la
sustancia era sangre humana, misma que contenía glóbulos blancos intactos, y
músculo de corazón ‘vivo’, miocardio del ventrículo izquierdo.
Tejido de corazón vivo y
herido
Asegura
que las alteraciones del tejido son compatibles con un infarto al miocardio
reciente, por la obstrucción de una coronaria en seguida de una trombosis o por
un severo traumatismo en el pecho en la región situada sobre el corazón. Así,
era tejido del corazón vivo y herido.
El
17 de marzo de 2006, el doctor Castañon presentó oficialmente a Jorge Mario
Bergoglio, ya nombrado cardenal y arzobispo de Buenos Aires, las pruebas.
Según
el padre Eduardo Pérez Dal Lago, se esperaba de Bergoglio que anunciara el
Corpus Christi. En cambio, para su desilusión, autorizó la adoración en la capilla
en la Iglesia de Santa María, y desde 2002, la periódica explosión.
Serafini
describe como algo impensable que estos regalos del cielo sean tan poco
conocidos por los fieles del mundo. Inclusive, considera casi excesiva la
prudencia del entonces cardenal Bergoglio respecto a los milagros verificados
por la ciencia.
Bergoglio
en adoración eucarística
El
autor que estuvo en Buenos Aires, también cuenta de testigos que vieron a
Bergoglio ir cada año a la Parroquia de Santa María, y estar por una hora arrodillado
para hacer la adoración eucarística. La Parroquia publicó una postal con la
foto.
El
Papa cuando le mostraron la foto que lo retraía de espaldas dijo: “Esta es la
mejor foto que haya visto de un obispo: Lo representa así como debe ser”, contó
Serafini.
La
Iglesia determina que el caso se denomine “signo” eucarístico y no milagro. La
Hostia permanece expuesta en el altar de la izquierda de la Parroquia de Santa
María de Buenos Aires: una capilla dedicada a la adoración eucarística.
En
efecto, Serafini cuenta que el signo eucarístico en la Parroquia de Santa María
de Buenos Aires es vivido con discernimiento y no goza del clamor de los
grandes medios de comunicación y describe que los sacerdotes y los fieles
privilegian el contacto directo para transmitir la fe.
El
papa Francisco en más de una ocasión ha revelado que la evangelización es un
encuentro. El encuentro con aquel que ha dado la vida por la humanidad y que
llama amigos a sus discípulos. Así, “ámense unos a otros de la misma manera en
que yo los he amado. No hay un amor más grande que el dar la vida por los
amigos”. Y Jesús en el cuerpo y la sangre de su sacrificio recuerda a la
humanidad su amistad.
Ary Waldir Ramos Díaz
Fuente:
Aleteia