Bendición ‘Urbi et Orbi’
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| Bendición de Pascua 'Urbi Et Orbi', 21 abril 2019 © Vatican Media |
“Vive
Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo. Todo
lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida”, son algunas
palabras iniciales del Mensaje de Pascua del Papa Francisco, haciendo
referencia a la recién publicada Exhortación Apostólica Christus
vivit. “¡Él vive y te quiere vivo! Él está en ti, Él está contigo y nunca
se va”.
A
las 12 horas, desde el balcón central de la Basílica Vaticana, el Santo Padre
Francisco ha dirigido su mensaje de Pascua y la bendición ‘Urbi et Orbi’ a
todas las personas presentes en la plaza de San Pedro y a cuantos han seguido
la celebración a través de la radio, la televisión y las nuevas tecnologías.
“La
resurrección de Cristo es el comienzo de una nueva vida para todos los hombres
y mujeres, porque la verdadera renovación comienza siempre desde el corazón,
desde la conciencia”, ha apelado el Papa a todas las personas del mundo.
Con
el deseo de que “Cristo vivo dé su paz”, el Santo Padre ha mencionado
algunos países en conflicto o guerra: Oriente Medio; Yemen, Libia; también en
el continente africano, especialmente Burkina Faso, Mali, Níger, Nigeria y
Camerún, y Sudán del Sur. Ucrania, Venezuela y Nicaragua también están en el
centro de la plegaria del Papa.
Francisco
ha pedido que “ante los numerosos sufrimientos de nuestro tiempo, el Señor de
la vida no nos encuentre fríos e indiferentes. Que haga de nosotros
constructores de puentes, no de muros”.
Así,
ha hecho un llamamiento a los líderes por la paz mundial: “Que Él, que nos da
su paz, haga cesar el fragor de las armas, tanto en las zonas de guerra como en
nuestras ciudades, e impulse a los líderes de las naciones a que trabajen para
poner fin a la carrera de armamentos y a la propagación preocupante de las
armas, especialmente en los países más avanzados económicamente”.
Indulgencia plenaria
La
Iglesia concede la Indulgencia plenaria a los fieles que participan en esta
celebración y reciban la bendición del Pontífice, siempre de acuerdo a las
condiciones propuestas: Recibir el Sacramento del Perdón, recibir la Comunión,
rezar por el Papa Francisco y experimentar una verdadera conversión del
corazón, es decir, profundizar especialmente en el dolor de los pecados y el
propósito de la enmienda, un verdadero rechazo del pecado.
RD
***
Mensaje Pascual del Santo
Padre
Queridos
hermanos y hermanas, ¡feliz Pascua!
Hoy
la Iglesia renueva el anuncio de los primeros discípulos: «Jesús ha
resucitado». Y de boca en boca, de corazón a corazón resuena la llamada a la
alabanza: «¡Aleluya!… ¡Aleluya!». En esta mañana de Pascua, juventud perenne de
la Iglesia y de toda la humanidad, quisiera dirigirme a cada uno de vosotros
con las palabras iniciales de la reciente Exhortación apostólica dedicada
especialmente a los jóvenes:
«Vive
Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo. Todo
lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida. Entonces, las
primeras palabras que quiero dirigir a cada uno de los jóvenes cristianos son:
¡Él vive y te quiere vivo! Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por
más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para
volver a empezar. Cuando te sientas avejentado por la tristeza, los rencores,
los miedos, las dudas o los fracasos, Él estará allí para devolverte la fuerza
y la esperanza» (Christus vivit, 1-2).
Queridos
hermanos y hermanas, este mensaje se dirige al mismo tiempo a cada persona y al
mundo. La resurrección de Cristo es el comienzo de una nueva vida para todos
los hombres y mujeres, porque la verdadera renovación comienza siempre desde el
corazón, desde la conciencia. Pero la Pascua es también el comienzo de un mundo
nuevo, liberado de la esclavitud del pecado y de la muerte: el mundo al fin se
abrió al Reino de Dios, Reino de amor, de paz y de fraternidad.
Cristo
vive y se queda con nosotros. Muestra la luz de su rostro de Resucitado y no
abandona a los que se encuentran en el momento de la prueba, en el dolor y en
el luto.
Que
Él, el Viviente, sea esperanza para el amado pueblo sirio, víctima de un
conflicto que continúa y amenaza con hacernos caer en la resignación e incluso
en la indiferencia. En cambio, es hora de renovar el compromiso a favor de una
solución política que responda a las justas aspiraciones de libertad, de paz y
de justicia, aborde la crisis humanitaria y favorezca el regreso seguro de las
personas desplazadas, así como de los que se han refugiado en países vecinos,
especialmente en el Líbano y en Jordania.
La
Pascua nos lleva a dirigir la mirada a Oriente Medio, desgarrado por continuas
divisiones y tensiones. Que los cristianos de la región no dejen de dar
testimonio con paciente perseverancia del Señor resucitado y de la victoria de
la vida sobre la muerte. Una mención especial reservo para la gente de Yemen,
sobre todo para los niños, exhaustos por el hambre y la guerra. Que la luz de
la Pascua ilumine a todos los gobernantes y a los pueblos de Oriente Medio,
empezando por los israelíes y palestinos, y los aliente a aliviar tanto
sufrimiento y a buscar un futuro de paz y estabilidad.
Que
las armas dejen de ensangrentar a Libia, donde en las últimas semanas personas
indefensas vuelven a morir y muchas familias se ven obligadas a abandonar sus
hogares. Insto a las partes implicadas a que elijan el diálogo en lugar de la
opresión, evitando que se abran de nuevo las heridas provocadas por una década
de conflicto e inestabilidad política.
Que
Cristo vivo dé su paz a todo el amado continente africano, lleno todavía de
tensiones sociales, conflictos y, a veces, extremismos violentos que dejan
inseguridad, destrucción y muerte, especialmente en Burkina Faso, Mali, Níger,
Nigeria y Camerún. Pienso también en Sudán, que está atravesando un momento de
incertidumbre política y en donde espero que todas las reclamaciones sean
escuchadas y todos se esfuercen en hacer que el país consiga la libertad, el
desarrollo y el bienestar al que aspira desde hace mucho tiempo.
Que
el Señor resucitado sostenga los esfuerzos realizados por las autoridades
civiles y religiosas de Sudán del Sur, apoyados por los frutos del retiro
espiritual realizado hace unos días aquí, en el Vaticano. Que se abra una nueva
página en la historia del país, en la que todos los actores políticos, sociales
y religiosos se comprometan activamente por el bien común y la reconciliación
de la nación.
Que
los habitantes de las regiones orientales de Ucrania, que siguen sufriendo el
conflicto todavía en curso, encuentren consuelo en esta Pascua. Que el Señor
aliente las iniciativas humanitarias y las que buscan conseguir una paz
duradera.
Que
la alegría de la Resurrección llene los corazones de todos los que en el
continente americano sufren las consecuencias de situaciones políticas y
económicas difíciles. Pienso en particular en el pueblo venezolano: en tantas
personas carentes de las condiciones mínimas para llevar una vida digna y
segura, debido a una crisis que continúa y se agrava. Que el Señor conceda a
quienes tienen responsabilidades políticas trabajar para poner fin a las
injusticias sociales, a los abusos y a la violencia, y para tomar medidas
concretas que permitan sanar las divisiones y dar a la población la ayuda que
necesita.
Que
el Señor resucitado ilumine los esfuerzos que se están realizando en Nicaragua
para encontrar lo antes posible una solución pacífica y negociada en beneficio
de todos los nicaragüenses.
Que,
ante los numerosos sufrimientos de nuestro tiempo, el Señor de la vida no nos
encuentre fríos e indiferentes. Que haga de nosotros constructores de puentes,
no de muros. Que Él, que nos da su paz, haga cesar el fragor de las armas,
tanto en las zonas de guerra como en nuestras ciudades, e impulse a los líderes
de las naciones a que trabajen para poner fin a la carrera de armamentos y a la
propagación preocupante de las armas, especialmente en los países más avanzados
económicamente. Que el Resucitado, que ha abierto de par en par las puertas del
sepulcro, abra nuestros corazones a las necesidades de los menesterosos, los
indefensos, los pobres, los desempleados, los marginados, los que llaman a
nuestra puerta en busca de pan, de un refugio o del reconocimiento de su
dignidad.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡Cristo vive! Él es la esperanza y la juventud para cada
uno de nosotros y para el mundo entero. Dejémonos renovar por Él. ¡Feliz Pascua!
Rosa
Die Alcolea
©
Librería Editorial Vaticana
Fuente:
Zenit






