Catequesis
durante la audiencia general, sobre la invocación del Padre Nuestro: "No
nos dejes caer en la tentación"
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Antoine Mekary | ALETEIA | I.Media |
“Queridos
hermanos y hermanas: hoy reflexionamos sobre la penúltima invocación de la
oración del padrenuestro que dice: “No nos dejes caer en la tentación”. Esta
petición se encuentra en el centro del drama entre nuestra libertad y las
insidias del maligno. Es una frase difícil de traducir en las lenguas modernas,
pero está claro que Dios no es el que nos tienta, como si Él fuera el que
busca hacernos caer en el momento de la prueba”, lo dijo el Papa Francisco en
la Audiencia General del primer miércoles de mayo de 2019, continuando con su
ciclo de catequesis dedicadas a la oración del Padre Nuestro.
Nuestra libertad y las
insidias del maligno
En
su catequesis, el Santo Padre recordó que el Padre Nuestro comienza de manera
serena: nos hace desear que el gran plan de Dios se cumpla entre nosotros.
Luego mira a la vida y nos pregunta qué necesitamos cada día: el “pan
cotidiano”. Luego la oración se dirige a nuestras relaciones interpersonales, a
menudo contaminadas por el egoísmo: pedimos perdón y nos comprometemos a darlo.
Pero es con esta penúltima invocación – precisó el Pontífice – que nuestro
diálogo con el Padre celestial entra, por así decirlo, en el corazón del drama,
es decir, en el terreno de la confrontación entre nuestra libertad y las
insidias del maligno.
“Cuando
el mal aparece en la vida del hombre, Dios lucha a su lado, para que pueda ser
liberado. Un Dios que siempre combate con nosotros, no contra nosotros. Es en
este sentido que nosotros rezamos el Padre Nuestro”
Dios no es el protagonista
de las tentaciones
Antes
de proseguir su explicación de la penúltima invocación del Padre Nuestro, el
Papa Francisco precisó que, la expresión griega original contenida en los
Evangelios es difícil de interpretar con precisión, y todas las traducciones
modernas no son tan exactas.
“Sin
embargo – subrayó el Pontífice – podemos converger de manera unánime en un
elemento: sea cual sea la forma en que entendamos el texto, debemos excluir que
Dios sea el protagonista de las tentaciones que se presentan en el camino del
hombre. Como si Dios estuviera al acecho para poner insidias y trampas para sus
hijos”.
Una
interpretación de este tipo – agregó el Papa – contrasta en primer lugar con el
texto mismo, y está lejos de la imagen de Dios que Jesús nos reveló. No lo
olvidemos, el Padre Nuestro comienza con “Padre”. Y un padre no pone trampas a
sus hijos. “Los cristianos no tienen nada que ver con un Dios envidioso, en
competencia con el hombre, o que disfruta poniéndolo a prueba. Y estas son las
imágenes de muchas divinidades paganas”.
“Leemos
en la Carta del Apóstol Santiago: Nadie, cuando es tentado, debe decir: ‘Yo soy
tentado por Dios’; porque Dios no puede ser tentado al mal y no tienta a nadie.
(1,13). En todo caso, es todo lo contrario: el Padre no es el autor del mal,
ningún hijo que pide un pez recibe una serpiente (cf. Lc 11, 11)”
En la prueba y tentación,
Dios vela junto a nosotros
“También
Jesús vivió momentos de prueba y tentación, pero supo vencerlos – explicó el
Santo Padre hablando en nuestro idioma – se impuso al demonio durante las
tentaciones en el desierto, y cuando experimentó la desolación más absoluta en
el huerto de Getsemaní, dio testimonio de que confiaba en su Padre Dios. En
aquel instante previo a su Pasión, cuando sentía un gran abandono, pidió a sus
discípulos que velasen y orasen con Él, pero ellos no fueron capaces de
hacerlo. Sin embargo, cuando nosotros somos probados y tentados por el maligno,
Él vela y está junto a nosotros. De este modo, sabemos que no estamos solos en
el momento de prueba y dificultad, sino que estamos recorriendo, junto a Jesús,
el camino que el bendijo con su presencia salvadora”.
“Es
nuestro consuelo en la hora de la prueba: saber que ese valle, desde que Jesús
lo atravesó, ya no está desolado, sino que es bendecido por la presencia del
Hijo de Dios. Él nunca nos abandonará”
¡Quédate aquí y vigila
conmigo!
Es
en ese tiempo de la prueba suprema, precisó el Santo Padre, que Dios no nos
deja solos. Cuando Jesús se retira a orar en Getsemaní, su corazón es invadido
por una angustia indecible, y experimenta la soledad y el abandono. La prueba
es tan lacerante que algo inesperado sucede. Jesús nunca pide amor para sí
mismo, pero esa noche sintió su alma triste hasta la muerte, y entonces pide la
cercanía de sus amigos: “¡Quédate aquí y vigila conmigo!.”
En
el tiempo de agonía – subrayó el Pontífice – Dios pide al hombre que no lo
abandone, y en cambio el hombre duerme. En el tiempo en que el hombre conoce su
prueba, Dios en cambio vela. Esa noche de dolor y lucha es el último sello de
la Encarnación: Dios viene a visitarnos en nuestras profundidades y en los
dramas que llenan la historia”.
“Oh
Dios, aleja de nosotros el tiempo de la prueba y de la tentación. Pero cuando
llegue este tiempo para nosotros, muéstranos que no estamos solos, que Cristo
ya ha asumido el peso de esa cruz, y nos llama a llevarla con Él, abandonándonos
confiados al amor del Padre”
(Artículo publicado
originalmente por la página oficial del Vaticano)
Fuente:
Aleteia