San Pedro Crisólogo, patrón de los oradores y los predicadores, escribió un sermón breve pero extraordinariamente rico
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Tinnakorn jorruang | Shutterstock |
San Pedro Crisólogo es santo y doctor de la Iglesia.
Un sabio. Y sus homilías eran tan famosas que lo comenzaron a llamar
«Crisólogo», que significa «palabra de oro». Dicen que
era dulce y convencía.
Muchas
personas se convirtieron gracias a que los discursos eran sencillos y
como diríamos ahora «customizados», hechos «a la medida» para que el mensaje
evangélico pudiera llegar a quien tenía delante.
Era obispo de Rávena y conocía bien a su público. Por eso les
ponía ejemplos de la vida de la corte imperial, o de los soldados, o de los
marineros, o de la gente del campo. Esto es un signo de humildad: usar los
dones que uno ha recibido no para lucirse egoístamente sino para servir a Dios.
Las homilías de san Pedro Crisólogo se aplican perfectamente a la
vida de hoy. Para hacer oración con las palabras del Padrenuestro, uno de sus
sermones, el 67, desgrana frase a frase su contenido. Es oración de la
oración. Dice así: