El
Pontífice recibió en audiencia a los miembros de la Pontificia Academia de las
Ciencias Sociales
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Antoine Mekary | ALETEIA | I.Media |
El papa
Francisco advirtió que el nacionalismo que construye
muros produce solo racismo. Lo dijo este
jueves 2 de mayo al recibir en audiencia a los miembros de la Academia
Pontificia de Ciencias Sociales del Vaticano. “El Estado nacional no puede
considerarse como un absoluto, como una isla con respecto al contexto
circundante”.
La admonición del Papa, llega
tras las vestiduras rasgadas por parte de grupos conservadores católicos,
especialmente en Estados Unidos, por la
donación de medio millón de dólares del fondo del óbolo
de San Pedro por parte del Papa, para que la Iglesia de México pueda
seguir asistiendo a los inmigrantes que se encuentran bloqueados en ese país en
su ruta hacia los Estados Unidos.
“Desafortunadamente, tenemos
ante nuestros ojos situaciones en las que algunos
Estados nacionales mantienen relaciones en un espíritu de oposición en lugar de
cooperación”, dijo el Papa.
Además, afirmó, “hay que
constatar que las fronteras de los Estados no siempre coinciden con las
demarcaciones de poblaciones homogéneas y que muchas tensiones provienen de una excesiva reivindicación de soberanía por
parte de los Estados”.
Francisco sin mencionar el tema
de la seguridad, tan amado por los ideólogos del nacionalismo exacerbado,
constató que el tema de la soberanía se usa a menudo “precisamente en áreas
donde ya no son capaces de actuar de manera efectiva para proteger el bien
común”.
El pueblo explicado por
Santo Tomás
El Pontífice subrayó que el
concepto de pueblo no es algo estático y citó a “Santo
Tomás” que tiene una “hermosa
noción de lo que es un pueblo”:
“Al igual que el Sena, no es un río que se determina por el agua que fluye,
sino por un origen y un lecho precisos, siempre se considera el mismo río,
aunque el agua que fluye sea diferente, del mismo modo un pueblo es el mismo no
por la identidad de un alma o de los hombres, sino por la identidad del
territorio, o todavía más, de las leyes y el modo de vida, como dice
Aristóteles en el tercer libro de la Política” (Las criaturas espirituales, a.
9, ad 10).
Sí al
amor a la patria, no a exclusión y odio
En su discurso, confirmó que la Iglesia
“siempre ha exhortado al amor del propio pueblo, de la patria, a respetar el
tesoro de las diversas expresiones culturales, de usos y costumbres, y del
justo modo de vivir enraizados en los pueblos”.
Al mismo tiempo, sostuvo que la
Iglesia ha advertido sobre las “desviaciones” de este apego al propio pueblo y
patria, “cuando deriva en exclusión y odio hacia los demás”.
De ahí, que indicó se convierte
“en un nacionalismo conflictual” que
construye muros, crea obstáculos también de “racismo o antisemitismo”.
Corrientes agresivas
contra los extranjeros
“La Iglesia observa con preocupación el
resurgimiento, en casi todo el mundo, de corrientes
agresivas hacia los extranjeros, especialmente los inmigrantes, así como el creciente nacionalismo que descuida el bien
común”, sostuvo.
Así, sostuvo, “se corre el
peligro de comprometer formas ya consolidadas de cooperación internacional”, se
socavan “los objetivos de las organizaciones internacionales como espacio de
diálogo y encuentro de todos los países basado sobre el respeto mutuo”.
En otro momento, sostuvo que la
“forma en que una nación recibe a los migrantes revela su visión de la dignidad
humana y de su relación con la humanidad”.
Migrantes miembros de la
humanidad
Francisco insistió “toda persona humana es
miembro de la humanidad y tiene la misma dignidad. Cuando una persona o una
familia se ve obligada a abandonar sus tierras, debe ser acogida con
humanidad”. E insistió en los cuatro verbos: “acoger, proteger, promover e
integrar”.
Migrante tiene el deber de
integrarse
“El migrante no es una amenaza para la
cultura, las costumbres y los valores de la nación de acogida”, añadió.
“Él también tiene un deber, el
de integrarse en la nación que lo recibe. Integrar no significa asimilar, sino
compartir el tipo de vida de su nueva patria, mientras sigue siendo, como
persona, portador de su propia vivencia biográfica”.
De esta manera, sostuvo, “el
migrante puede presentarse y ser reconocido como una oportunidad para enriquecer
al pueblo que lo integra”.
Tarea de la autoridad
pública: proteger a los migrantes
“Es tarea de la autoridad pública proteger
a los migrantes y regular los flujos migratorios con la virtud de la prudencia,
así como promover la acogida de modo que las poblaciones locales estén
capacitadas y alentadas para participar conscientemente en el proceso de
integración de los migrantes que reciben”, expresó.
Migración dato permanente
de la historia
Entretanto, planteó que “la cuestión
migratoria, que es un dato permanente de la historia humana, reaviva la
reflexión sobre la naturaleza del Estado nación”.
“Todas las naciones son fruto de
la integración de oleadas sucesivas de personas o grupos de migrantes y tienden
a ser imágenes de la diversidad de la humanidad aunque estén unidas por
valores, recursos culturales comunes y sanas costumbres”.
“Un Estado que suscitase los
sentimientos nacionalistas de su pueblo contra otras naciones o grupos de
personas fracasaría en su misión. Sabemos por la historia donde conducen
desvíos similares, pienso en la Europa del siglo pasado”, añadió.
Ary Waldir Ramos Díaz
Fuente: Aleteia