Los teólogos han tratado de explicar las misiones invisibles de las Personas divinas y de la inhabitación trinitaria
Propiamente se llama
"inhabitación trinitaria" al misterio por el cual la Santísima
Trinidad habita en el corazón de la persona que está en gracia (es decir, sin
pecado mortal).
1. Lo dice el mismo Señor: Jn 14,23: Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. Y San Pablo: Ef 3,17: Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones. Igualmente leemos en el Apóstol San Juan: 1 Jn 4,12-13, 15-16: A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu.... Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él. Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.
1. Lo dice el mismo Señor: Jn 14,23: Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. Y San Pablo: Ef 3,17: Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones. Igualmente leemos en el Apóstol San Juan: 1 Jn 4,12-13, 15-16: A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu.... Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él. Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.
En algunos lugares se habla de la presencia del Hijo, en otros de la del
Espíritu Santo; en otros del Padre y del Hijo. Evidentemente que el hablar de
una de las divinas Personas entraña la referencia a las otras dos, pues
confesamos en nuestra fe, como dice hermosamente el Símbolo Atanasiano: “la fe
católica es que veneremos a un solo Dios en la Trinidad, y a la Trinidad en la
unidad; sin confundir ni separar las sustancias. Porque una es la persona del
Padre, otra la del Hijo y otra también la del Espíritu Santo; pero el Padre y
el Hijo y el Espíritu Santo tienen una sola divinidad, gloria igual y coeterna
majestad. Cual el Padre, tal el Hijo, tal también el Espíritu Santo..., etc.,
El que quiera salvarse, así ha de sentir de la Trinidad” (Dz 39-40).
2. Ya los Santos Padres insistieron en la presencia de Dios Trino en el alma
del justo; aunque a veces sólo refiriéndose a una de las personas. Ignacio de
Antioquía gustaba en llamarse “Theóforos”, portador de Dios; o también
“Cristóforos”, portador de Cristo. San Ireneo frecuentemente nos recuerda que
el Hijo enviado por el Padre, nos revela al Padre en nuestro interior. Los
Padres Griegos enseñan comúnmente que ni los hombres ni los ángeles pueden ser
justificados, santificados y deificados sino por la participación en las
personas divinas. Y se podrían citar numerosísimos testimonios.
3. Los teólogos han hablado, tratando de explicar estos hermosísimos datos, de
las misiones invisibles de las Personas divinas y de la inhabitación
trinitaria. Las divinas personas se hacen presentes al alma por donación y
misión: el Padre, al ser Principio sin principio, no puede ser enviado por
nadie y, por tanto, se nos dona a Sí mismo a nosotros; el Hijo, como tiene al
Padre por principio, es “enviado” (eso quiere decir “misión”) por el Padre;
finalmente el Espíritu Santo, al tener como principios al Padre y al Hijo, es
enviado por la primera y la segunda Personas de la Trinidad.
4. Santo Tomás explica: “Las Personas divinas no pueden ser poseídas por
nosotros sino o para gozarlas (fruirlas) de modo perfecto, lo cual se da en el
estado de la Gloria del cielo; o para gozarlas de modo imperfecto, lo cual se
da en esta vida por la gracia santificante” (I Sent., d.14, q.2, a.2, ad 2).
¡Para que gocemos de su presencia y con su presencia y posesión! Qué
impresionante y qué riqueza extraordinaria significa esto. Si cada una de las
divinas Personas son nuestras ¡y para gozarlas! ¿cómo no lo será todo lo demás?
¿qué podemos temer? ¿qué nos puede faltar?
De modo muy hermoso San
Juan de Ávila ponía en boca de Cristo algo semejante: “Yo (soy) vuestro Padre
por ser Dios, yo vuestro primogénito hermano por ser hombre. Yo vuestra paga y
rescate, ¿qué teméis deudas, si vosotros con la penitencia y la Confesión pedís
suelta de ellas? Yo vuestra reconciliación, ¿qué teméis ira? Yo el lazo de
vuestra amistad, ¿qué teméis enojo de Dios? Yo vuestro defensor, ¿qué teméis
contrarios? Yo vuestro amigo, ¿qué teméis que os falte cuanto yo tengo, si
vosotros no os apartáis de Mí? Vuestro mi Cuerpo y mi Sangre, ¿qué teméis
hambre? Vuestro mi corazón, ¿qué teméis olvido? Vuestra mi divinidad, ¿qué
teméis miserias?
Y por accesorio, son
vuestros mis ángeles para defenderos; vuestros mis santos para rogar por
vosotros; vuestra mi Madre bendita para seros Madre cuidadosa y piadosa;
vuestra la tierra para que en ella me sirváis, vuestro el cielo porque a él
vendréis; vuestros los demonios y los infiernos, porque los hollaréis como
esclavos y cárcel; vuestra la vida porque con ella ganáis la que nunca se
acaba; vuestros los buenos placeres porque a Mí los referís; vuestras las penas
porque por mi amor y provecho vuestro las sufrís; vuestras las tentaciones,
porque son mérito y causa de vuestra eterna corona; vuestra es la muerte porque
os será el más cercano tránsito a la vida. Y todo esto tenéis en Mí y por Mí;
porque lo gané no para Mí solo, ni lo quiero gozar yo solo; porque cuando tomé
compañía en la carne con vosotros, la tomé en haceros participantes en lo que
yo trabajase, ayunase, comiese, sudase y llorase y en mis dolores y muertes, si
por vosotros no queda. ¡No sois pobres los que tanta riqueza tenéis, si vosotros
con vuestra mala vida no la queréis perder a sabiendas!” (Epístola 20).
Por: P. Miguel Ángel Fuentes, IVE
Fuente: El Teólogo
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