El
Arzobispo de Toledo recordó en la homilía que “la fiesta del Corpus Christi
siempre conmemora, como reflexión meditativa, la Última Cena de Cristo y su
muerte en el Gólgota”
La
celebración del Corpus Christi en la Archidiócesis de Toledo es especialmente
relevante ya que la procesión que recorre las principales calles de la ciudad
está considerada como de Interés Turístico Internacional.
La
Custodia con el Santísimo Sacramento es una gran obra de arte del famoso
orfebre del siglo XIX, Enrique de Arfe.
Mons.
Braulio Rodríguez Plaza, Arzobispo de Toledo celebró la Misa en el rito hispano
mozárabe en la Catedral de Toledo, antes de que comenzara la procesión. En la
homilía recordó que “la fiesta del Corpus Christi siempre conmemora, como
reflexión meditativa, la Última Cena de Cristo y su muerte en el Gólgota”.
El
rito hispano mozárabe formó parte del grupo de liturgias de lengua latina que,
entre los siglos V y VII, se constituyeron en Occidente. La conquista de gran
parte de la península ibérica por parte de los árabes hizo que la libertad de
culto para los cristianos se viera seriamente mermada. El rito hispano mozárabe
era el que utilizaban en la Misa los cristianos en zonas dominadas por los
musulmanes. Actualmente se celebra tan sólo en la Catedral de Toledo y otras
iglesias con permiso especial.
El
Arzobispo de Toledo explicó que “la adoración al Santísimo significa la
dimensión vertical, en la que se encuentra tanto el sacerdocio común de todos
los fieles como el sacerdocio ministerial”.
“Mientras
que en la celebración de la Misa podemos decir que las dos vocaciones están una
frente a otra, en la adoración se hace visible compenetración recíproca de todo
el Pueblo de Dios. En este Sacramento, todos somos receptores”, aseguró.
También
recordó que ningún cristiano “puede mantenerse en la presencia de Cristo
Sacramentado más que en adoración” y subrayó que “comunión y adoración forman,
pues, una unidad que no se puede romper”.
Por
eso subrayó que comulgar “significa entrar en comunión. Comulgar con Cristo
significa tener comunidad con Él. Por este motivo, comunión y contemplación se
encuentran mutuamente implicadas”.
Mons.
Braulio Rodríguez también recordó que la adoración al Señor en el Santísimo
Sacramento es “una escuela para afinar nuestras conciencias”, ya que “el
ofuscamiento de la conciencia es el portón por el que se introduce la violencia
que devasta al mundo”.
Por
eso subrayó que “quien dirige su mirada al rostro del Señor, el rostro al que
escupieron los siervos del sanedrín y de Pilato, al que golpearon y
abofetearon, ven en ese rostro el espejo de nuestra violencia, el espejo de lo
que es el pecado, y recibe aquella purificación de la conciencia que es, al
mismo tiempo, el presupuesto de toda reforma social, de toda mejora de los
asuntos humanos. La reforma de las relaciones humanas consiste, por encima de
todo, en el fortalecimiento de la fuerza moral”.
El
Prelado insistió durante la homilía en que “la virtud moral es la única fuerza
que puede poner freno a la violencia y el egoísmo y allí donde se hace
insignificante su influencia, el perdedor siempre es el propio hombre, en
primer lugar, el débil”.
El
Arzobispo de Toledo recordó las palabras de San Juan Pablo II en las que
aseguraba que la Adoración Eucarística “es una escuela de amor al prójimo”.
“En
la Eucaristía no veneramos simplemente a Dios. En ella nos sale al encuentro la
ofrenda sacrificial de la vida de Jesús y, en dicha ofrenda, el amor mismo.
Pero el amor solo puede comprenderse amando”, aseguró el Prelado.
En
el día del Corpus Christi, Mons. Rodríguez Plaza subrayó que es un momento para
“gozar de la presencia del Señor, de adorar su designio, de recibir su gracia”.
“La
Eucaristía es alimento de los peregrinos que se convierte en fuerza incluso
para quien está cansado, extenuado y desorientado. Participando de la
Eucaristía, vivimos de modo extraordinario la oración que Jesús hizo y hace
continuamente por cada uno de nosotros a fin de que el mal, que todos
encontramos en la vida, no llegue a vencer y obre en nosotros la fuerza
transformadora de la muerte y resurrección de Cristo”, afirmó.
Por
eso también destacó que al participar en la Eucaristía nos nutrimos “de la
carne y sangre del Hijo de Dios, unimos nuestra oración a la del Cordero
pascual en su noche suprema, para que nuestra vida no se pierda, no obstante,
nuestra debilidad y nuestras infidelidades, sino que sea transformada”.
Puede
leer la homilía íntegra AQUÍ.
Fuente:
ACI Prensa