Homilía del Santo Padre en la Santa Misa en la Fiesta
de la Visitación de la Virgen María, en la Catedral católica de San José en
Bucarest, en el marco de su 30° Viaje Apostólico Internacional a Rumanía
“María camina,
encuentra y se alegra porque llevó algo más grande que ella misma: fue
portadora de una bendición. Como ella, tampoco nosotros tengamos miedo a ser
los portadores de la bendición que Rumanía necesita. Sean los promotores de una
cultura del encuentro que desmienta la indiferencia y la división y permita a
esta tierra cantar con fuerza las misericordias del Señor”, lo dijo el Papa
Francisco en su homilía en la Santa Misa en la Fiesta de la Visitación de la
Virgen María, en la Catedral católica de San José en Bucarest, en el marco de
su 30° Viaje Apostólico Internacional a Rumanía.
El Evangelio de
la alegría y alabanza
El Papa Francisco comentando el Evangelio de la
Visitación que la liturgia presenta para este día dijo que, este Evangelio nos
sumerge en el encuentro de dos mujeres que se abrazan y llenan todo de alegría
y alabanza: salta de gozo el niño e Isabel bendice a su prima por su fe; María
entona las maravillas que el Señor realizó en su humilde esclava con el gran
canto de esperanza para aquellos que ya no pueden cantar porque han perdido la
voz. Canto de esperanza que también nos quiere despertar e invitarnos a entonar
hoy por medio de tres maravillosos elementos que nacen de la contemplación de
la primera discípula: María camina, María encuentra, María se alegra.
María camina
El
primer elemento que el Santo Padre invitó a meditar en su homilía fue la figura
de la primera discípula que camina. María camina desde Nazaret a la casa de
Zacarías e Isabel, es el primer viaje de María que nos narra la Escritura. El
primero de muchos. “Estos viajes tienen una característica – precisó el
Pontífice – no fueron caminos fáciles, exigieron valor y paciencia. Nos
muestran que la Virgen conoce las subidas, conoce nuestras subidas: ella es
para nosotros hermana en el camino. Experta en la fatiga, sabe cómo darnos la
mano en las asperezas, cuando nos encontramos ante los derroteros más abruptos
de la vida”.
“Como buena mujer y madre, María sabe que
el amor se hace camino en las pequeñas cuestiones cotidianas. Amor e ingenio
maternal capaz de transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con
unos pobres pañales y una montaña de ternura”
Contemplar
a María, puntualizó el Santo Padre, nos permite volver la mirada sobre tantas
mujeres, madres y abuelas de estas tierras que, con sacrificio y discreción,
abnegación y compromiso, labran el presente y tejen los sueños del mañana.
Entrega silenciosa, recia y desapercibida que no tiene miedo a “remangarse” y
cargarse las dificultades sobre los hombros para sacar adelante la vida de sus
hijos y de toda la familia esperando «contra toda esperanza». Es un recuerdo
vivo el hecho que en vuestro pueblo existe y late un fuerte sentido de
esperanza, más allá de todas las condiciones que puedan ofuscarla o la intentan
apagar.
“Mirando a María y a tantos rostros maternales se experimenta
y alimenta el espacio para la esperanza que engendra y abre el futuro.
Digámoslo con fuerza: En nuestro pueblo hay espacio para la esperanza. Por eso
María camina y nos invita a caminar juntos”
María encuentra
El segundo elemento de contemplación para
el Papa Francisco fue el del encuentro. “María encuentra a Isabel, ya entrada
en años. Pero es ella, la anciana, la que habla de futuro, la que profetiza:
«llena de Espíritu Santo»; la llama «bendita» porque «ha creído», anticipando
la última bienaventuranza de los Evangelios: bienaventurado el que cree. Así –
puntualizó el Pontífice – la joven va al encuentro de la anciana buscando las
raíces y la anciana profetiza y renace en la joven regalándole futuro. Así,
jóvenes y ancianos se encuentran, se abrazan y son capaces de despertar cada
uno lo mejor del otro”.
“Es el milagro que surge de la cultura del encuentro donde
nadie es descartado ni adjetivado; sino donde todos son buscados, porque son
necesarios, para reflejar el Rostro del Señor”
Jóvenes
y ancianos, dijo el Papa Francisco, no tienen miedo de caminar juntos y, cuando
esto sucede, Dios llega y realiza prodigios en su pueblo. Porque es el Espíritu
Santo quien nos impulsa a salir de nosotros mismos, de nuestras cerrazones y
particularismos para enseñarnos a mirar más allá de las apariencias y
regalarnos la posibilidad de decir bien —“bendecirlos”— sobre los demás;
especialmente sobre tantos hermanos nuestros que se quedaron a la intemperie
privados quizás no sólo de un techo o un poco de pan, sino de la amistad y del
calor de una comunidad que los abrace, cobije y reciba. Cultura del encuentro
que nos impulsa a los cristianos a experimentar el milagro de la maternidad de
la Iglesia que busca, defiende y une a sus hijos.
“En la Iglesia, cuando ritos diferentes se encuentran, cuando
no se antepone la propia pertenencia, el grupo o la etnia a la que se
pertenece, sino el Pueblo que unido sabe alabar a Dios, entonces acontecen
grandes cosas. Digámoslo con fuerza: Bienaventurado el que cree y tiene el
valor de crear encuentro y comunión”
María se alegra
Finalmente,
el Obispo de Roma presentó el tercer elemento de contemplación de la Visitación
de María, el elemento de la alegría. “María que camina y encuentra a Isabel nos
recuerda dónde Dios ha querido morar y vivir, cuál es su santuario y en qué
sitio podemos escuchar su palpitar: en medio de su Pueblo. Allí está, allí
vive, allí nos espera”. Escuchamos como dirigida a nosotros la invitación del
Profeta a no temer, a no desfallecer. Porque el Señor, nuestro Dios está en
medio de nosotros, es un salvador poderoso. Este es el secreto del cristiano –
precisó el Papa – Dios está en medio de nosotros como un salvador poderoso.
Esta certeza, como a María, nos permite cantar y exultar de alegría. María se
alegra porque es la portadora del Emmanuel, del Dios con nosotros. «Ser
cristianos es gozo en el Espíritu Santo».
“Sin alegría permanecemos paralizados, esclavos de nuestras
tristezas. A menudo el problema de la fe no es tanto la falta de medios y de
estructuras, de cantidad, tampoco la presencia de quien no nos acepta; el
problema de la fe es la falta de alegría. La fe vacila cuando se cae en la
tristeza y el desánimo. Cuando vivimos en la desconfianza, cerrados en nosotros
mismos, contradecimos la fe, porque, en vez de sentirnos hijos por los que Dios
ha hecho cosas grandes, empequeñecemos todo a la medida de nuestros problemas y
nos olvidamos que no somos huérfanos: tenemos un Padre en medio de nosotros,
salvador y poderoso”
Antes
de concluir su homilía, el Papa Francisco recuerda que, María viene en ayuda
nuestra, porque más que empequeñecer, magnífica, es decir, “engrandece” al
Señor, alaba su grandeza. Este es el secreto de la alegría. María, pequeña y
humilde, comienza desde la grandeza de Dios y, a pesar de sus problemas está
con alegría, porque confía en el Señor en todo. “Nos recuerda que Dios puede
realizar siempre maravillas si permanecemos abiertos a él y a los hermanos.
Pensemos en los grandes testigos de estas tierras: personas sencillas, que
confiaron en Dios en medio de las persecuciones. No pusieron la confianza en el
mundo, sino en el Señor, y así avanzaron”. Deseo dar gracias a estos humildes
vencedores, a estos santos de la puerta de al lado que nos marcan el camino.
Sus lágrimas no fueron estériles, fueron oración que subió al cielo y regó la
esperanza de este pueblo.
Renato
Martínez – Ciudad del Vaticano
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