Discurso
en Blaj
El Papa se reúne con la comunidad gitana en Rumanía |
La
comunidad “romaní” o gitana de Blaj, en Rumanía, ha recibido la visita del Santo Padre, esta tarde,
domingo, 2 de junio de 2019, en el barrio Barbu Lautaru, última visita del
Pontífice en su viaje apostólico al país.
Francisco
les ha ofrecido un discurso sincero y esperanzador, que ha comenzado con
palabras de disculpas: “Llevo un peso en el corazón”, les ha dicho. “Pido
perdón –en nombre de la Iglesia al Señor y a vosotros– por todo lo que a lo
largo de la historia, os hemos discriminado, maltratado o mirado de forma
equivocada”.
En
la Iglesia de Cristo “hay un lugar para todos”, ha asegurado Francisco. “Si no
fuera así, no sería la Iglesia de Cristo”. Y ha continuado: “La Iglesia
es lugar de encuentro y tenemos necesidad de recordarlo no como un
bello slogan, sino como parte del carnet de identidad de nuestro ser
cristianos”.
“Nada de rencor”
“Como
ante una encrucijada, a menudo se pone ante nosotros una elección decisiva:
recorrer la vía de la reconciliación o la de la venganza. Elijamos la vía de
Jesús”. El Pontífice ha aclarado que esta es una vía “que comporta fatiga, pero
es la vía que conduce a la paz; y pasa a través del perdón”.
Así,
les ha alentado a “no dejarnos llevar por el odio que brota dentro de nosotros:
nada de rencor”. “Porque ningún mal resuelve otro mal, ninguna venganza arregla
una injusticia, ningún resentimiento es bueno para el corazón, ninguna clausura
acerca”.
Rol principal como pueblo
El
Obispo de Roma les ha invitado a tomar su “rol principal” como pueblo: “No
debéis tener miedo a compartir y ofrecer esas notas particulares que os
constituyen y que señalan vuestro caminar, y de las que tenemos tanta
necesidad”: El valor de la vida y de la familia en sentido amplio —primos,
tíos…– la solidaridad, la hospitalidad, la ayuda, el apoyo y la defensa de los
más débiles dentro de su comunidad; la valorización y el respeto a los ancianos;
el sentido religioso de la vida, la espontaneidad y la alegría de vivir.
Según
el centro de 2011, el 9% de los habitantes de Blaj son romaníes. Al igual que
las otras ramas del pueblo gitano, la comunidad “rom” llegó a Rumanía a partir
del siglo XV.
***
Palabras del Papa Francisco
Queridos
hermanos y hermanas: buenos días.
Me
alegra encontraros y os doy las gracias por vuestra acogida. Tú, Don Ioan, no
te equivocas en afirmar esa certeza tan evidente como a veces olvidada: en la
Iglesia de Cristo hay un lugar para todos. Si así no fuera, no sería la Iglesia
de Cristo. La Iglesia es lugar de encuentro y tenemos necesidad de
recordarlo no como un bello slogan, sino como parte del carnet de
identidad de nuestro ser cristianos. Nos lo has recordado al poner como ejemplo
al obispo mártir Ioan Suciu que supo plasmar con gestos concretos el deseo del
Padre Dios de encontrarse con cada persona en la amistad y en el compartir. El
Evangelio de la alegría se transmite en la alegría del encuentro y de saber que
tenemos un Padre que nos ama. Mirados por él, entendemos cómo hemos de mirarnos
entre nosotros. Con este espíritu he deseado estrechar vuestras manos, poner
mis ojos en los vuestros, haceros entrar en el corazón, en la oración, con la
confianza de entrar yo también en vuestra oración, en vuestro corazón.
Sin
embargo, llevo un peso en el corazón. Es el peso de las discriminaciones, de
las segregaciones y de los maltratos que han sufrido vuestras comunidades. La
historia nos dice que también los cristianos, también los católicos, no son
ajenos a tanto mal. Quisiera pedir perdón por esto. Pido perdón —en nombre de
la Iglesia al Señor y a vosotros— por todo lo que a lo largo de la historia, os
hemos discriminado, maltratado o mirado de forma equivocada, con la mirada de
Caín y no con la de Abel, y no fuimos capaces de reconoceros, valoraros y
defenderos en vuestra singularidad. A Caín no le importa su hermano. La
indiferencia es la que alimenta los prejuicios y fomenta los rencores. ¡Cuántas
veces juzgamos de modo temerario, con palabras que hieren, con actitudes que
siembran odio y crean distancias! Cuando alguno viene postergado, la familia
humana no camina. No somos en el fondo cristianos, ni siquiera humanos, si no
sabemos ver a la persona antes que sus acciones, antes que nuestros
juicios y prejuicios.
Siempre,
están Abel y Caín en la historia de la humanidad. Está la mano extendida y la
mano que golpea. Está la apertura del encuentro y el cierre del enfrentamiento.
Hay acogida y hay descarte. Está quien ve en el otro a un hermano y quien lo
considera un obstáculo en su camino. Está la civilización del amor y está la
del odio. Cada día hay que elegir entre Abel y Caín. Como ante una encrucijada,
a menudo se pone ante nosotros una elección decisiva: recorrer la vía de la
reconciliación o la de la venganza. Elijamos la vía de Jesús. Es una vía que
comporta fatiga, pero es la vía que conduce a la paz; y pasa a través del
perdón. No nos dejemos llevar por el odio que brota dentro de nosotros: nada de
rencor. Porque ningún mal resuelve otro mal, ninguna venganza arregla una
injusticia, ningún resentimiento es bueno para el corazón, ninguna clausura
acerca.
Queridos
hermanos y hermanas: Vosotros como pueblo tenéis un rol principal que tomar y
no debéis tener miedo a compartir y ofrecer esas notas particulares que os
constituyen y que señalan vuestro caminar, y de las que tenemos tanta
necesidad: el valor de la vida y de la familia en sentido amplio —primos,
tíos…– la solidaridad, la hospitalidad, la ayuda, el apoyo y la defensa de los
más débiles dentro de su comunidad; la valorización y el respeto a los
ancianos; el sentido religioso de la vida, la espontaneidad y la alegría de
vivir.
No
privéis a las sociedades donde os encontréis de estos dones y animaos también a
recibir todo lo bueno que los demás os puedan brindar y aportar. Por eso os
quiero invitar a caminar juntos, allí donde estéis en la construcción de
un mundo más humano, superando los miedos y sospechas, dejando caer las
barreras que nos separan de los demás, y favoreciendo la confianza recíproca en
la paciente y siempre útil búsqueda de la fraternidad. Luchar para caminar
juntos, «con dignidad: la dignidad de la familia, la dignidad del trabajo, la
dignidad de ganarse el pan de cada día —esto es lo que te hace avanzar— y la
dignidad de la oración. Siempre mirando hacia adelante» (Encuentro de oración
con el pueblo gitano, 9 mayo 2019).
Este
encuentro es el último de mi visita en Rumanía. He venido a este país bello y
acogedor como peregrino y hermano, para encontrar. Os encontré a vosotros y
encontré a mucha gente para hacer un puente entre mi corazón y el vuestro. Y
ahora regreso a casa, regreso enriquecido, llevando conmigo lugares y momentos,
pero sobre todo rostros. Vuestros rostros colorearán mis recuerdos y poblarán
mi oración. Os doy las gracias y os llevo conmigo. Y ahora os bendigo, pero
antes os pido un gran favor: rezad por mí. Gracias.
Rosa
Die Alcolea
Fuente:
Zenit