Muchos jóvenes llevados por distintas razones abandonen la fe, ¿cómo proceder?
No es una
situación poco frecuente (ojalá lo fuera) que hoy en día muchos jóvenes (sobre
todo cuando ingresan a la universidad) llevados por distintas razones abandonen la fe. Las
causas pueden ir desde la influencia de los amigos, las modas, un racionalismo
intenso, información incompleta hasta la decepción por la misma iglesia.
Sea cual fuere la razón, para padres católicos el que su hijo formado en la fe la abandone, es un dolor muy grande. Un dolor que inevitablemente viene acompañado de culpa: ¿qué fue lo que hice mal para que mi hijo ya no crea en Dios?
Sea cual fuere la razón, para padres católicos el que su hijo formado en la fe la abandone, es un dolor muy grande. Un dolor que inevitablemente viene acompañado de culpa: ¿qué fue lo que hice mal para que mi hijo ya no crea en Dios?
Más allá de lo bueno y malo que hacemos como
padres, porque para padre perfecto solo el celestial, lo primero que hay que
entender es que nuestros hijos nos fueron dados como un encargo precioso. Pero,
por decirlo de alguna manera; no son nuestros. Su formación es nuestra
responsabilidad primera y nuestro deber. Llegada la edad adulta sus decisiones,
son suyas. Siempre seremos sus padres, siempre seremos sus referentes pero, las
decisiones del curso de su propia vida las tomarán ellos mismos. Así como las
tomamos nosotros.
Un buen amigo me
decía que es necesario recordar que el amor a nuestros hijos constituye también
un camino de santidad, de prueba y de amor incondicional. Diciendo esto les
dejamos una serie de reflexiones que podrán servir de ayuda para enfrentar la
difícil situación de nuestros hijos que de pronto dicen no creer más en Dios.
1. Lo que has formado desde
pequeño se encuentra aún ahí
Todo el esfuerzo
que has hecho por formarte como padre, por darles lo mejor, y no me
refiero solo a lo material, se encuentra ahí, en el interior de tu hijo.
Lo que le has enseñado ha moldeado de una manera importante el tipo persona que
es hoy. En la edad adulta verás los frutos de ese esfuerzo inagotable por
formarlos en la fe, en las virtudes, en los buenos modales, en el respeto, en
la libertad. Lo que sembramos en nuestros hijos pequeños dará fruto en la
edad adulta. Y si en este momento pareciera que todos tus esfuerzos han caído
en saco roto, no desesperes, ten paciencia y esperanza. Tu trabajo no ha sido en vano.
2. Escúchalo, trátalo con
respeto e interésate por su decisión
En lugar de
entrar en desesperación y dejarte llevar por solo por el sentimiento, respira.
Antes de hablar primero escucha, interésate por él. No te dejes llevar por
la indignación y te enredes en sermones que podrían ocasionar que tu hijo se
aleje. Escucha sus
razones, pregúntale y sigue escuchando. Trata
de conocer su pensamiento, sus razones, sus anhelos e ilusiones. Solo con
esa información, sabrás qué camino ir tomando.
3. No trates de convencerlo
No empieces una
campaña incesante de convertir al hijo, es muy probable que consigas el
resultado contrario. Esto no significa que ustedes, los padres, dejen
sus prácticas religiosas o dejen de hablar de Dios frente a su hijo. Por el
contrario continúen con ellas como siempre y sean cada vez más coherentes con
su fe y vida cristiana. Muchas veces la decepción a causa del proceder de
algunos cristianos es un factor clave para que los hijos dejen de lado la fe.
No lo fuercen a rezar, pero que tu actitud frente a la oración sea un ejemplo.
No es que seas indiferente, puedes hablar abiertamente de tu pensamiento y tu
fe, dejar que él te escuche así como tú lo escucharás a él. Es una
situación oportuna para aprender a conversar y a respetarse.
4. No lo manipules con
castigos o le cortes la ayuda a condición de su fe
Condicionar su
fe a tu ayuda no va a llevar la relación a ningún buen lugar. Nuestra fe no
es una obligación impuesta por alguien, nuestra fe es una relación de amor, un
regalo. Jesús no se acercó diciendo: «Te obligo a creer en mí». Jesús se volvió
pequeño como uno de nosotros y con paciencia, ternura y con su ejemplo de vida nos
mostró el camino. Como cristiano sigue ese ejemplo de Jesús que es cercano,
paciente, amble y todo lo provee.
5. Muéstrale la alegría de
tener una relación con Dios
Nuestra fe no es
simplemente creer en algo. La riqueza de nuestra fe está en que consiste en una
relación con Alguien. No se trata de una serie de normas a cumplir sin razón y
que hacemos mecánicamente. Nuestra fe nace de un encuentro con otra persona, la
persona de Cristo Jesús. En una situación así, más que mil palabras, valdrá el
ejemplo de tu vida cotidiana.
Tu coherencia, tu alegría, tu trato con los demás, tu amor firme e
incondicional.
6. Inclúyelo en tus
actividades sin forzarlo
Así como tú
respetas y a la vez conversas sobre su decisión, de la misma manera muéstrale
tu pensamiento y conversa sobre él. No tengas miedo a mostrar tu fe, continúa
haciéndolo partícipe e invitarlo siempre que puedas (aunque él diga que
no) a tus actividades religiosas, incluso a campañas de ayuda social. Invítalo
a misa (por lo menos pregúntale si te acompaña), continúa con las celebraciones
Pascuales, Navideñas, hazlo
partícipe como siempre. Celebra junto a él con alegría. La
decisión de participar o no será suya, pero lo más probable es quiera ir (a
algunas por lo menos). Estas celebraciones han formado parte de su historia
desde siempre y además están llenas de amor.
7. No caigas en la tristeza
y en la desesperanza
Puede que él
haya decidido no creer en Dios, pero recuerda que Dios siempre cree en él. Es
su creador, su Padre y nunca lo dejará desamparado, aunque a veces así parezca.
No te dejes caer en la tentación de pensar que tu hijo será condenado, ese es
asunto solo le compete a Dios. A nosotros nos compete el amar y entregarnos al
servicio de los demás. Así que en lugar de dejarte vencer por la tristeza y la
desesperanza, confía en Dios
aún con más fuerza.
8. Que Santa Mónica se
vuelva tu mejor amiga
Santa Mónica es nuestra
aliada por excelencia en esta misión. Ella sabe y conoce perfectamente la
situación de un hijo alejado de Dios. Recurre a ella para que interceda por tu
hijo y como ella ofrécele a Dios todos tus pesares y dolores. Ora
constantemente y sin cansancio. El camino hacia la conversión de nuestros hijos
pasa indiscutiblemente por nuestra propia conversión. Por pedirle a Dios cada
día más fe, y por entregarnos de una manera cada vez más completa. Y así como
el obispo le dijo a Santa Mónica: “Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo
de tantas lágrimas”.
BONUS: Fórmate
continuamente
A veces, ante
las preguntas de nuestros hijos nos quedamos sin respuestas, no porque la
pregunta sea difícil, sino porque simplemente no nos hemos informado bien. En
la fe es importante la práctica pero también es muy importante la formación, el
conocer nuestra historia como católicos y los fundamentos de nuestra vida
cristiana. Fórmate constantemente, consulta fuentes confiables, cultívate y aprende
todos los días a ser un mejor padre.
«Cuánta dignidad y cuánta ternura en la espera de
ese padre que está en la puerta de casa esperando que el hijo regrese. Los padres deben ser pacientes.
Muchas veces no hay otra cosa que hacer más que esperar; rezar y esperar con
paciencia, dulzura, magnanimidad y misericordia» (Papa Francisco – 4 de febrero
de 2015).
Por: Silvana Ramos
Fuente:
Catholic-link.com