La
misiva tiene cuatro grandes divisiones, tituladas “Dolor”, “Gratitud”, “Ánimo”
y “Alabanza”
En
una carta remitida a los sacerdotes de todo el mundo,
con ocasión del 160º aniversario de la muerte de San Juan María Vianney,
conocido como el Cura de Ars, el Papa Francisco alentó a los sacerdotes a
reconocer “nuestra fragilidad”, pero al mismo tiempo dejar “que Jesús la
transforme y nos lance una y otra vez a la misión”.
“No
nos perdamos la alegría de sentirnos ‘ovejas’, de saber que él es nuestro Señor
y Pastor”, expresó.
Esta
carta, indicó, está dirigida no solo a los párrocos “sino también a todos
Ustedes hermanos presbíteros que sin hacer ruido ‘lo dejan todo’ para estar
empeñados en el día a día de vuestras comunidades. A Ustedes que, como el Cura
de Ars, trabajan en la ‘trinchera’, llevan sobre sus espaldas el peso del día y
del calor y, expuestos a un sinfín de situaciones, ‘dan la cara’ cotidianamente
y sin darse tanta importancia, a fin de que el Pueblo de Dios esté cuidado y
acompañado”.
La
misiva tiene cuatro grandes divisiones, tituladas “Dolor”, “Gratitud”, “Ánimo”
y “Alabanza”
En
la primera parte, “Dolor”, el Papa Francisco señaló que “en estos últimos
tiempos hemos podido oír con mayor claridad el grito, tantas veces silencioso y
silenciado, de hermanos nuestros, víctimas de abuso de poder, conciencia y
sexual por parte de ministros ordenados”.
“Sin
lugar a dudas es un tiempo de sufrimiento en la vida de las víctimas que
padecieron las diferentes formas de abusos; también para sus familias y para
todo el Pueblo de Dios”, dijo.
El
Papa destacó que “estamos firmemente comprometidos con la puesta en marcha de
las reformas necesarias para impulsar, desde la raíz, una cultura basada en el
cuidado pastoral de manera tal que la cultura del abuso no encuentre espacio
para desarrollarse y, menos aún, perpetuarse”.
“No
es tarea fácil y de corto plazo, reclama el compromiso de todos”, dijo, y
añadió que “si en el pasado la omisión pudo transformarse en una forma de respuesta,
hoy queremos que la conversión, la transparencia, la sinceridad y solidaridad
con las víctimas se convierta en nuestro modo de hacer la historia y nos ayude
a estar más atentos ante todo sufrimiento humano”.
El
Santo Padre señaló que “este dolor no es indiferente tampoco a los
presbíteros”.
“Sin
negar y repudiar el daño causado por algunos hermanos nuestros sería injusto no
reconocer a tantos sacerdotes que, de manera constante y honesta, entregan todo
lo que son y tienen por el bien de los demás y llevan adelante una paternidad
espiritual capaz de llorar con los que lloran”.
“Reconozco
y agradezco vuestro valiente y constante ejemplo que, en momentos de
turbulencia, vergüenza y dolor, nos manifiesta que Ustedes siguen jugándose con
alegría por el Evangelio”, expresó.
Bajo
el título de “Gratitud”, el Papa Francisco dijo a los presbíteros que “en
momentos de tribulación, fragilidad, así como en los de debilidad y
manifestación de nuestros límites, cuando la peor de todas las tentaciones es
quedarse rumiando la desolación fragmentando la mirada, el juicio y el corazón,
en esos momentos es importante —hasta me animaría a decir crucial— no sólo no
perder la memoria agradecida del paso del Señor por nuestra vida, la memoria de
su mirada misericordiosa que nos invitó a jugárnosla por Él y por su Pueblo,
sino también animarse a ponerla en práctica y con el salmista poder armar
nuestro propio canto de alabanza porque ‘eterna es su misericordia’”.
“El
agradecimiento siempre es un ‘arma poderosa’. Sólo si somos capaces de
contemplar y agradecer concretamente todos los gestos de amor, generosidad,
solidaridad y confianza, así como de perdón, paciencia, aguante y compasión con
los que fuimos tratados, dejaremos al Espíritu regalarnos ese aire fresco capaz
de renovar (y no emparchar) nuestra vida y misión”, dijo.
El
Santo Padre agradeció luego a los sacerdotes “por vuestra fidelidad a los
compromisos contraídos”, así como “por la alegría con la que han sabido
entregar sus vidas”.
También
les agradeció por fortalecer” los vínculos de fraternidad y amistad en el presbiterio
y con vuestro obispo” y por “el testimonio de perseverancia y ‘aguante’”.
“Gracias
por celebrar diariamente la Eucaristía y apacentar con misericordia en el
sacramento de la reconciliación, sin rigorismos ni laxismos, haciéndose cargo
de las personas y acompañándolas en el camino de conversión hacia la vida nueva
que el Señor nos regala a todos”, añadió.
En
la sección de “Ánimo”, el Papa Francisco recordó a los sacerdotes que “frente a
experiencias dolorosas todos tenemos necesidad de consuelo y de ánimo. La
misión a la que fuimos llamados no entraña ser inmunes al sufrimiento, al dolor
e inclusive a la incomprensión; al contrario, nos pide mirarlos de frente y
asumirlos para dejar que el Señor los transforme y nos configure más a Él”.
“Un
buen ‘test’ para conocer como está nuestro corazón de pastor es preguntarnos
cómo enfrentamos el dolor”, dijo, pues “muchas veces se puede actuar como el
levita o el sacerdote de la parábola que dan un rodeo e ignoran al hombre
caído. Otros se acercan mal, lo intelectualizan refugiándose en lugares
comunes: ‘la vida es así’, ‘no se puede hacer nada’, dando lugar al fatalismo y
la desazón; o se acercan con una mirada de preferencias selectivas que lo único
que genera es aislamiento y exclusión”.
El
Papa señaló a los presbíteros que “Jesús más que nadie conoce nuestros
esfuerzos y logros, así como también los fracasos y desaciertos. Él es el
primero en decirnos: ‘Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y
yo los aliviaré. Carguen sobre Ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy
paciente y humilde de corazón, y así encontrar alivio’”.
“En
una oración así sabemos que nunca estamos solos”, aseguró.
En
la parte final de su misiva, bajo el título de “Alabanza”, el Santo Padre
subrayó que “es imposible hablar de gratitud y ánimo sin contemplar a María.
Ella, mujer de corazón traspasado, nos enseña la alabanza capaz de abrir la
mirada al futuro y devolver la esperanza al presente”.
“Cada
vez que voy a un Santuario Mariano, me gusta ‘ganar tiempo’ mirando y dejándome
mirar por la Madre, pidiendo la confianza del niño, del pobre y del sencillo
que sabe que ahí está su Madre y es capaz de mendigar un lugar en su regazo”.
“Y
en ese estar mirándola, escuchar una vez más como el indio Juan Diego: ‘¿Qué
hay hijo mío el más pequeño?, ¿qué entristece tu corazón? ¿Acaso no estoy yo
aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre?’”, dijo.
El
Papa Francisco alentó a los sacerdotes a que “si alguna vez nos sentimos
tentados de aislarnos y encerrarnos en nosotros mismos y en nuestros proyectos
protegiéndonos de los caminos siempre polvorientos de la historia, o si el
lamento, la queja, la crítica o la ironía se adueñan de nuestro accionar sin
ganas de luchar, de esperar y de amar… miremos a María para que limpie nuestra
mirada de toda ‘pelusa’ que puede estar impidiéndonos ser atentos y despiertos
para contemplar y celebrar a Cristo que Vive en medio de su Pueblo”.
Para
leer el texto completo de la Carta del Santo Padre Francisco a los
Sacerdotes en ocasión del 160º aniversario de la muerte del santo Cura de Ars,
puede ingresar AQUÍ.
Fuente:
ACI Prensa






