Focolares, fundado por Chiara Lubich, un movimiento que podría cambiar el
mundo
Situado en las
tranquilas colinas boscosas de New Hyde Park, en el estado de Nueva York, se
encuentra un lugar apartado del mundo. Es un lugar que fue fundado como un
experimento. Un experimento sobre cómo sería un mundo si el amor y la
fraternidad reemplazaran el miedo y la división.
Todo comenzó
hace 75 años, cuando las bombas caían sobre los campos europeos y los hombres
eran derribados por disparos de ametralladoras durante la Segunda Guerra
Mundial.
Una joven
maestra de escuela primaria llamada Chiara Lubich se sintió profundamente
conmovida por la inhumanidad y las divisiones de la guerra que se desataron a
su alrededor.
El mensaje del
Evangelio la persiguió: “Que todos sean uno” [Juan 17,21] con este infierno
viviente como telón de fondo. Los pueblos se unieron en la guerra por una
bandera, un pedazo de tierra o un ideal… divididos, cayeron.
Mientras estaba
en oración se vio obligada por el ideal de la unidad, que todos podrían ser uno si
cada persona pudiera volverse al otro con ojos de amor y aceptación en lugar de
con odio y resentimiento. La solución era simplemente amar; amar a la
persona que tienes ante ti e inspirar a otros a hacer lo mismo.
A Chiara se
unieron varios amigos, todos inspirados por esta idea simple pero poderosa. Y
en unos pocos años, mientras se disparaban las últimas balas y la guerra
llegaba a su fin, un mundo hambriento de esperanza y curación rápidamente
abrazó el mensaje. Se extendió por toda Italia, y luego por otras partes de
Europa y por todo el mundo.
Y con esto
nació el Movimiento de los Focolares. Focolares, que significa “hogar” o “hogar
familiar” en italiano, representa el amor y la unidad de una familia.
Mientras que
los Focolares están profundamente arraigados en la fe católica, el movimiento
en sí mismo trasciende la afiliación religiosa para incluir todos los credos y
culturas. Se trata simplemente de crear unidad amando al otro sin tener en
cuenta las creencias de uno y sin condiciones.
El arte de amar
“Para amar de
la manera que Jesús nos enseñó, debemos amar a todos, sin excluir a
nadie ni discriminar de ninguna manera. Tenemos que tomar la
iniciativa, ser los primeros en salir hacia los otros y amarlos como
nos amamos a nosotros mismos. No podemos negar nuestro amor a nadie,
ni siquiera a nuestros enemigos.”
Desde el
principio, Lubich tuvo la idea de crear “ciudades” dedicadas a la práctica de
vivir este ideal, y surgió el concepto de “Mariapolis” o “Ciudad de
María”. La única ley en la ciudad sería “amarse unos a otros”.
Chiara Lubich
soñaba que estas “mariápolis permanentes” se convirtieran en un testimonio del
amor con que la Virgen María acoge a todos como la madre.
Lo que comenzó
como la cooperación de una mujer con una gracia singular se ha extendido a más
de 182 países, con más de 32 “Ciudades de María” en
todo el mundo y millones de miembros, todos comprometidos en llevar la unidad a
través del amor y la fraternidad.
Estas
ciudadelas se inspiran en las aldeas medievales que se construían en torno a
las abadías de monjes, con casas, escuelas, fábricas, etcétera en las que las
personas trataban de poner en práctica el Evangelio.
Y escondido en
New Hyde Park hay un lugar así. Una comunidad de 80 acres con más de una docena
de hogares, centros de recreación y una capilla, abierta a cualquier persona
que desee ir y pasar un tiempo aprendiendo y viviendo los ideales de unidad y
amor.
Ahí conviven
unas 60 personas de diversas condiciones y creencias, originarias de distintos
países -jóvenes, sacerdotes, personas consagradas y familias- con una ley
principal: el amor.
Mariápolis Luminosa un
lugar excelente para pasar unas vacaciones o una temporada, en soledad o en
familia. Un lugar donde se puede descansar de verdad, enriquecerse, crecer
en el amor, disfrutar sin tantos peligros -físicos o espirituales- para los
hijos, y lo máximo: sentirse acogido de corazón.
“Es un pequeño
laboratorio donde se siente la presencia de Dios, se experimenta cómo podría
ser la sociedad si las personas vivieran el Evangelio”, explica Manuel Salazar,
gerente financiero de New City Press, la editorial de los Focolares en Estados
Unidos.
“Es como un
oasis en que las personas pueden decir: “si ellos viven así, yo también puedo”.
Y la idea es que después de vivir una experiencia así durante un tiempo más o
menos largo, las personas vayan a otros lugares y pongan en práctica el amor
recíproco, que es lo que genera la comunidad, la vida”, destaca Salazar.
Estar en la
Mariapolis es echar un vistazo a cómo podría ser el cielo. Es un lugar donde las personas piensan primero en el otro, haciendo de
las necesidades de cada persona la mayor prioridad.
Esta ciudadela
está abierta a personas que deseen vivir la experiencia de pasar un tiempo
(días, meses, ¿años?) creciendo en la unidad con los demás.
Y participar en
esto nos lleva a sentimientos de gran paz y libertad. Es fácil imaginar que
Dios pretende que vivamos así desde el principio.
Pero el poder
del movimiento va mucho más allá de estas ciudades, y los miembros de los
Focolares (incluidos aquellos que no viven en Mariapolis) llevan este ideal a
sus hogares, comunidades y lugares de trabajo. Y cada uno de ellos se
convierte en un mensajero de unidad para aquellos con los que se
encuentra.
En un mundo a
punto de destruirse a sí mismo a través de sus divisiones, los Focolares son
una creciente ola de esperanza que puede unir incluso a aquellos que se
encuentran en los caminos más divergentes.
Trae un viento
de cambio que sopla a través de los callejones oscuros de las ciudades, las
colinas ondulantes de los campos y las llanuras desérticas que puede construir puentes
entre las culturas y los pueblos.
Su lenguaje es
el del amor, ese que transforma los corazones que odian, en corazones que
sanan. Y si el mundo abrazara este increíble regalo, sería el movimiento que
podría cambiar el mundo.
Mariápolis
Luminosa se encuentra en Comforter Blvd, Hyde Park (Nueva York), y su teléfono
es +1
845-229-0230
Para más
información sobre los Focolares, visita https://www.focolare.org/es
Jeffrey Bruno/Patricia
Navas
Fuente:
Aleteia