Palabras
del Papa antes del Ángelus
![]() |
Ángelus, 25 agosto 2019. Captura de pantalla Youtube
|
“Para
salvarse, es necesario amar a Dios y al prójimo, ¡y esto no es cómodo! Es una
‘puerta estrecha’ porque es exigente, el amor es exigente siempre, requiere
compromiso, es decir, ‘esfuerzo’, es decir, la voluntad firme y
decisiva para vivir según el Evangelio”, ha indicado el Papa Francisco.
El
Santo Padre ha rezado el Ángelus este domingo, 25 de agosto de 2019, desde el
balcón del Palacio Apostólico, dirigido a los visitantes y peregrinos que se
encontraban en la plaza de San Pedro. Como de costumbre, el Pontífice ha
comentado el Evangelio antes de rezar la oración.
En
el Evangelio de hoy, XXI Domingo Ordinario, Jesús habla de quién se va a salvar
y lo hace por medio de la parábola de la puerta estrecha por la que entrarán
personas de toda la tierra, mientras que otros que se tenían por salvados
quedarán excluidos.
“El
Señor nos reconocerá, no por nuestros títulos”, ha asegurado Francisco. “El
Señor nos reconocerá sólo por una vida humilde y buena, una vida de fe que se
traduce en las obras”. Así, el Papa ha exhortado en el rezo del Ángelus a un
“esfuerzo de todos los días, de cada día, para amar a Dios y al prójimo”.
Jesús
no quiere engañarnos, diciendo: “Sí, estad tranquilos, es fácil, hay una bonita
autopista y una gran puerta en la parte inferior…”. “No nos dice eso. Nos habla
de la puerta estrecha. Nos dice las cosas como son: el pasaje es estrecho”, ha
aclarado el Papa.
A
continuación, ofrecemos las palabras del Papa Francisco antes de rezar el
Ángelus, este domingo, 25 de agosto de 2019.
***
Palabras
del Papa Francisco
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
Evangelio de hoy (cf. Lc 13, 22-30) nos presenta a Jesús, que pasa enseñando
por ciudades y pueblos, en su camino hacia Jerusalén, donde sabe que debe morir
en la cruz por la salvación de todos nosotros. En este contexto, se
inserta la pregunta de tal persona, que se vuelve hacia él y le dice: “Señor, ¿son
pocos los que son se salvan?” (v. 23).
La
cuestión era debatida en aquel tiempo –cuantos se salvan, cuantos no…– y había
diferentes maneras de interpretar las Escrituras al respecto, dependiendo de
los textos que tomaran. Pero Jesús invierte la pregunta, –que se centra más en
la cantidad, “¿son pocos?”– y en cambio, coloca la respuesta en el plano de la
responsabilidad, invitándonos a hacer buen uso del tiempo presente. En
efecto dice: Esfuércense por entrar por la puerta estrecha, porque muchos
intentarán entrar pero no lo conseguirán.
Con
estas palabras, Jesús deja claro que no se trata de una cuestión de número, ¡no
hay un “número cerrado” en el Paraíso! Se trata de cruzar el pasaje derecho
ahora mismo, y este pasaje derecho es para todos, pero es estrecho. Ese es el
problema. Jesús no quiere engañarnos, diciendo: “Sí, estad tranquilos, es
fácil, hay una bonita autopista y una gran puerta en la parte inferior…”. No
nos dice eso. Nos habla de la puerta estrecha. Nos dice las cosas como son: el
pasaje es estrecho.
¿En
qué sentido? En el sentido de que para salvarse, es necesario amar a Dios y al
prójimo, ¡y esto no es cómodo! Es una “puerta estrecha” porque es exigente, el
amor es exigente siempre, requiere compromiso, es decir, “esfuerzo”, es decir,
la voluntad firme y decisiva para vivir según el Evangelio. San Pablo lo
llama “la buena batalla de la fe” (1 Tim 6, 12). Se necesita el esfuerzo de
todos los días, de cada día, para amar a Dios y al prójimo.
Y,
para explicarse mejor, Jesús narra una parábola. Hay un casero que representa
al Señor. Su casa simboliza la vida eterna, es decir, la salvación. Y aquí
vuelve la imagen de la puerta. Jesús dice: “Cuando el casero se levante y
cierre la puerta, vosotros, que os habéis quedado fuera, empezaran a llamar a
la puerta diciendo: “Señor, ábrenos”. Pero él les contestará: “No sé de dónde
son”. (v. 25). Estas personas tratarán de hacerse reconocer, recordando al
casero: “Comí contigo, bebí contigo… Escuché tus consejos, tus enseñanzas en
público…”. (ver v. 26); “Yo estaba allí cuando diste esa conferencia…”. Pero el
señor repetirá que no los conoce, y los llama “operadores de injusticia”. ¡Ese
es el problema! El Señor nos reconocerá, no por nuestros títulos – “Pero mira,
Señor, que yo pertenecía a esa asociación, que era amigo del monseñor, del
cardenal, del sacerdote…”. No, los títulos no cuentan, no cuentan. El Señor nos
reconocerá sólo por una vida humilde y buena, una vida de fe que se traduce en
las obras.
Para
nosotros, los cristianos, esto significa que estamos llamados a instaurar una
verdadera comunión con Jesús, orando, yendo a la Iglesia, acercándonos a los
sacramentos, y alimentándonos con su Palabra. Esto nos mantiene en la fe,
alimenta nuestra esperanza y reaviva la caridad y así con la gracia de Dios
podemos y debemos gastar nuestra vida por el bien de nuestros hermanos,
luchando contra toda forma de mal y de injusticia.
Que
la Virgen María nos ayude. Ella pasó por la puerta estrecha, que es Jesús. Lo
acogió con todo su corazón y lo siguió todos los días de su vida, aun cuando
ella no comprendía, incluso cuando una espada atravesaba su alma. Por eso la
invocamos como “Puerta del Cielo”: María, Puerta del Cielo; una puerta que
sigue exactamente la forma de Jesús: la puerta del corazón de Dios, corazón
exigente, pero abierto a todos nosotros.
Rosa
Die Alcolea
Fuente:
Zenit






