Practicar la cultura del sustantivo
Audiencia con los
empleados del Dicasterio para la Comunicación, 23 sept. 2019
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“Comunicar con
el testimonio, comunicar implicándose en la comunicación, comunicar con los
sustantivos de las cosas, comunicar como mártires, es decir, como testigos de
Cristo, como mártires”.
Estas son las
indicaciones que el Papa Francisco ha dedicado hoy, 23 de septiembre de 2019, a
los empleados del Dicasterio de la Comunicación y a los participantes en la
Asamblea Plenaria del Dicasterio, que tiene lugar en el Vaticano del 23 al 25
de septiembre de 2019, y con los que se ha reunido en audiencia.
Después de
entregar a los presentes el discurso preparado para la ocasión, el Papa improvisó
unas palabras, “lo que tengo en mi corazón” sobre la comunicación.
La comunicación
es entrega
Bromeando sobre
su deseo de que ninguno se quedase dormido, en primer lugar, el Pontífice
agradeció a los presentes por su trabajo en el dicasterio. Y resaltó que la
comunicación “no es un trabajo de oficina”, sino expresar el deseo del Señor,
“comunicarse a sí mismo”: “tomar del Ser de Dios y tener la misma actitud; no
poder permanecer solo: la necesidad de comunicar lo que tengo y creo que es lo
verdadero, lo justo, lo bueno y lo bello”.
Al mismo
tiempo, el Obispo de Roma apuntó que, como comunicadores, deben tener en cuenta
que se comunica con todo, ya que, el verdadero comunicador “se entrega
totalmente”. También explicó que la mayor comunicación es el amor, donde se
encuentra “la plenitud de la comunicación: el amor a Dios y entre nosotros”.
La comunicación
es testimonio
En cuanto a la
forma de comunicar, el Papa Francisco recordó que la tarea de estos
profesionales no es publicitaria, ni tampoco proselitista, ya que, como indicó
Benedicto XVI, “la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción”, esto
es, por el testimonio.
Así, la
comunicación debe ser testimonio, “si queréis comunicar más o menos una verdad,
sin la bondad ni la belleza, deteneos, no lo hagáis. Si queréis comunicar una
verdad más o menos, pero sin involucraros, sin dar testimonio de esa verdad con
vuestra propia vida, con vuestra propia carne, parad, no lo hagáis”.
Después,
Francisco ha reconocido que el “clima de mundanidad” siempre ha sido un peligro
y un enemigo, pero ha pedido para que la tentación de caer en la mentalidad
pagana no sea más fuerte que los cristianos. Al mismo tiempo, ha resaltado que,
a pesar de que somos pocos, debemos ser, como dijo Jesús, como levadura y sal,
y no caer en la “resignación a la derrota cultural” porque “viene del mal
espíritu, no de Dios”.
La cultura de
los sustantivos
El Papa confesó
que le da “alergia” escuchar comentarios como “esto es una cosa auténticamente
cristiana”, “esto es realmente así”, ya que para él no es necesario utilizar la
palabra “auténticamente” porque el nombre “cristiano”, que significa ser de Cristo,
ya tiene suficiente fuerza.
Y les propuso
que frente a la cultura del adjetivo y el adverbio, que también ha entrado en
la Iglesia, el comunicador “debe hacer que la gente entienda el peso de la
realidad de los sustantivos que reflejan la realidad de las personas. Y esta es
una misión de comunicación: comunicarse con la realidad, sin endulzar con adjetivos
o adverbios”.
Finalmente,
para aprender “la lengua de los mártires”, les exhortó a leer el Libro de los
Hechos de los Apóstoles, una “joya” que describe “cómo es la comunicación
cristiana”.
***
Discurso del
Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas,
Tengo un
discurso que leer…, no es tan largo, son siete páginas…, pero estoy seguro de
que después de la primera la mayoría se dormirá, y no podré comunicar.
Creo que lo que quiero decir en este discurso se entenderá bien con la lectura,
con la reflexión. Por esta razón, doy este discurso al Dr. Ruffini, a quien
agradezco las palabras que me ha dirigido, para que os lo de a todos. Y me
permito hablar un poco espontáneamente, con vosotros para decir lo que tengo en
mi corazón sobre la comunicación. Al menos creo que no habrá muchos que se
queden dormidos, ¡y podemos comunicarnos mejor!
Gracias por
vuestro trabajo, gracias por este dicasterio tan numeroso… Le pregunté al
Prefecto: “Pero… ¿todos trabajan?” – Sí”, – me ha dicho- para evitar esa famosa
anécdota…. [Un día le preguntaron al Papa Juan XXIII: “¿Cuántos trabajan en el
Vaticano?” y él respondió: “Cerca de la mitad”]. Todos trabajan, y trabajan en
esta actitud que expresa el deseo de Dios: comunicarse a sí mismo, en lo que
los teólogos llaman la pericoresis: se comunica dentro de Sí mismo, y se
comunica con nosotros. Este es el comienzo de la comunicación: no es un trabajo
de oficina, como la publicidad, por ejemplo. Comunicar es precisamente tomar
del Ser de Dios y tener la misma actitud; no poder permanecer solo: la
necesidad de comunicar lo que tengo y creo que es lo verdadero, lo justo, lo
bueno y lo bello. Comunicarse. Y vosotros sois especialistas de comunicación,
sois técnicos de comunicación. No debemos olvidar esto.
Se comunica con
el alma y el cuerpo; se comunica con la mente, el corazón, las manos; se
comunicas con todo. El verdadero comunicador lo da todo, se entrega totalmente
– como decimos en mi tierra: “pone toda la carne en el asador”, todo, no
escatima para sí mismo. Y es verdad que la mayor comunicación es el amor: en el
amor está la plenitud de la comunicación: el amor a Dios y entre nosotros.
Pero, ¿cómo
debe ser la comunicación? Una de las cosas que no debéis hacer es publicidad,
sólo publicidad. No debéis hacer como las empresas humanas que intentan tener
más gente… En una palabra técnica: no tenéis que hacer proselitismo. Me
gustaría que nuestra comunicación fuera cristiana y no un factor de
proselitismo. No es cristiano hacer proselitismo. Benedicto XVI lo dijo muy
claramente: “La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción”, es
decir, por el testimonio. Y nuestra comunicación debe ser testimonio.
Si queréis
comunicar más o menos una verdad, sin la bondad ni la belleza, deteneos, no
lo hagáis. Si queréis comunicar una verdad más o menos, pero sin involucraros, sin
dar testimonio de esa verdad con vuestra propia vida, con vuestra propia carne,
parad, no lo hagáis. Siempre está la firma del testimonio en cada una de las
cosas que hacemos. Testigos. Cristianos significa testigos, “mártires”. Esta es
la dimensión “mártir” de nuestra vocación: ser testigos. Esto es lo primero que
me gustaría deciros.
Otra cosa es
una cierta resignación, que tan a menudo entra en los corazones de los
cristianos. Vemos el mundo…: es un mundo pagano, y esto no es una novedad. El
“mundo” siempre ha sido un símbolo de la mentalidad pagana. Jesús pide al
Padre, en la Última Cena, que proteja a sus discípulos para que no caigan en el
mundo y en la mundanidad (cf. Jn 17, 12-19). El clima de mundanidad no es algo
nuevo del siglo XXI. Siempre ha sido un peligro, siempre ha habido tentación,
siempre ha sido el enemigo: la mundanidad. “Padre, protégelos para que no
caigan en el mundo, para que el mundo no sea más fuerte que ellos. Y
muchos, los veo, piensan: “Sí, debemos cerrarnos un poco, ser una iglesia
pequeña pero auténtica” – esa palabra que me da alergia: “pequeña pero
auténtica”: si algo lo es, no es necesario llamarlo auténtico. Luego volveré a
hablar de ello. Esto es un repliegue en uno mismo con la tentación de la
resignación.
Somos pocos,
pero no pocos como los que se defienden porque somos pocos y el enemigo es
mayor; pocos como la levadura, pocos como la sal: ¡ésta es la vocación
cristiana! No debemos avergonzarnos de ser pocos; y no debemos pensar: “No, la
Iglesia del futuro será una Iglesia de los elegidos”: caeremos de nuevo en la
herejía de los esenios. Y así se pierde la autenticidad cristiana. Somos una
Iglesia de unos pocos, pero como levadura. Jesús lo dijo. Como la sal. La
resignación a la derrota cultural –permitidme llamarlo así- viene del mal
espíritu, no de Dios. No es un espíritu cristiano, la queja de la resignación.
Esta es la segunda cosa que me gustaría deciros: No tengáis miedo. ¿Somos
pocos? Sí, pero con el deseo de “misionar”, de mostrar a los demás quiénes
somos. Con el testimonio. Una vez más repito esta frase de San Francisco a sus
hermanos, cuando los envía a predicar: “Predicad el Evangelio, y si es
necesario, también con palabras”. Es decir, con el testimonio en primer lugar.
Miro a este
arzobispo lituano que tengo ante mí y pienso en el emérito de Kaunas, que ahora
será nombrado cardenal: ese hombre, ¿cuántos años de prisión pasó? ¡Con su
testimonio hizo tanto bien! Con dolor…. Son nuestros mártires, los que dan vida
a la Iglesia: no nuestros artistas, no nuestros grandes predicadores, no
nuestros custodios de la “doctrina verdadera e integral…” No, los mártires.
Iglesia de mártires. Y comunicar es esto: comunicar esta gran riqueza que
tenemos. Esta es la segunda cosa.
La tercera cosa
que tomo de lo que dije antes, que me da un poco de alergia cuando oigo decir:
“Esto es una cosa auténticamente cristiana”, “esto es realmente así”. Hemos
caído en la cultura de los adjetivos y los adverbios, y hemos olvidado la
fuerza de los sustantivos. El comunicador debe hacer que la gente entienda el
peso de la realidad de los sustantivos que reflejan la realidad de las
personas. Y esta es una misión de comunicación: comunicarse con la realidad,
sin endulzar con adjetivos o adverbios. “Esto es una cosa cristiana”: ¿por
qué decir auténticamente cristiana? ¡Es cristiana! El mero hecho del sustantivo
“cristiano”, “Yo soy de Cristo”, es fuerte: es un sustantivo adjetivado, sí,
pero es un sustantivo. Pasar de la cultura del adjetivo a la teología del
sustantivo. Y vosotros debéis comunicar de esta manera. “¿Cómo, conoces a esa
persona?” – Ah, esa persona es así, así…”: inmediatamente el adjetivo. Primero
el adjetivo, quizás, luego, después, cómo es la persona. Esta cultura del
adjetivo ha entrado en la Iglesia y nosotros, todos los hermanos, nos olvidamos
de ser hermanos para decir que esto es “tan” hermano, es decir, “en el otro
sentido” hermano: primero el adjetivo.
Vuestra
comunicación debe ser austera pero bella: ¡la belleza no es arte rococó, la
belleza no necesita estas cosas rococó; la belleza se manifiesta desde el mismo
sustantivo, sin fresas en el pastel! Creo que tenemos que aprender esto.
Comunicar con
el testimonio, comunicar implicándose en la comunicación, comunicar con los
sustantivos de las cosas, comunicar como mártires, es decir, como testigos de
Cristo, como mártires. Aprender la lengua de los mártires, que es la lengua de
los Apóstoles. ¿Cómo comunicaban los Apóstoles? Leamos esa joya que es el Libro
de los Hechos de los Apóstoles, y veremos cómo se comunicaba en aquel tiempo y
cómo es la comunicación cristiana.
¡Gracias,
muchas gracias! Después tenéis aquel [el discurso escrito] que es más
“construido”, porque la base la hicisteis. Pero leedlo, reflexionad. Gracias
por lo que hacéis, y seguid adelante con alegría. Comunicar la alegría del
Evangelio: esto es lo que el Señor nos pide hoy. Y gracias, gracias por vuestro
servicio y gracias por ser el primer Dicasterio encabezado por un laico en
mente. ¡Seguid así! Gracias.
Larissa I.
López
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Editorial Vaticana
Fuente:
Zenit