Carta del Papa
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Delegación Ecuménica de Constantinopla © Vatican Media |
El
Francisco ha enviado a Su Santidad Bartolomé I, arzobispo de Constantinopla y
Patriarca ecuménico, una carta en la que explica el significado del don que
entregó a su delegación ecuménica durante la festividad de los santos Pedro y
Pablo: un relicario que contiene 9 fragmentos de los huesos del apóstol
Pedro, parte de un gran grupo conservado en la necrópolis del Vaticano.
“Es
precisamente este relicario que contiene los nueve fragmentos de los huesos del
Apóstol el que he querido entregar a Su Santidad y a la amada Iglesia de
Constantinopla que Usted preside con tanta devoción” escribe Francisco a
Bartolomé en la carta.
En
el regalo de Francisco a Bartolomé, el 29 de junio de 2019, solemnidad de
Pedro y Pablo, también está el aliento de Pablo VI. “Fue el Papa Montini,
después de estar convencido de la identificación de esos restos óseos, que
colocó los 19 cajones en 1968, donde se encuentran hoy día. De este importante
grupo hizo sacar a 9, contenidos en un cajón de bronce, destinados a la capilla
privada del departamento papal en el palacio apostólico”, apunta Vatican
News.
Abierto
en el altar de San Pedro, al final del Año de la Fe, el 24 de noviembre de
2013, a instancias de Francisco, el cajón se colocó al lado del altar.
Reliquias del apóstol
Andrés
El
líder de la Iglesia Católica relata al líder de la Iglesia Ortodoxa de
Constantinopla que “sintió” que tendría un significado importante que algunos
fragmentos de las reliquias del apóstol Pedro fueran colocados junto a las
reliquias del apóstol Andrés, que es venerado como el patrono celestial de la
Iglesia de Constantinopla.
“La
reunificación de las reliquias de los dos apóstoles puede ser también un
recordatorio y un estímulo constante para que, en este camino en curso,
nuestras diferencias no sean ya un obstáculo a nuestro testimonio común y a
nuestra misión evangelizadora al servicio de la familia humana”, indica
Francisco.
A continuación, ofrecemos
la carta enviada por el Papa Francisco a Patriarca de Constantinopla Bartolomé.
***
Carta del Papa Francisco
Santidad,
querido Hermano,
Con
profundo afecto y cercanía espiritual, le envío mis cordiales deseos de gracia
y de paz en el amor del Señor Resucitado. En las últimas semanas, he pensado a
menudo en escribirle para explicarle con más detalle el don de algunos
fragmentos de las reliquias del apóstol Pedro que ofrecí a Su Santidad a través
de la distinguida delegación del Patriarcado Ecuménico encabezada por el
arzobispo Job de Telmessos, que participó en la fiesta patronal de la Iglesia
de Roma.
Santidad,
usted sabe bien que la tradición ininterrumpida de la Iglesia Romana siempre ha
testificado que el apóstol Pedro, después de su martirio en el Circo de Nerón,
fue enterrado en la necrópolis adyacente de la Colina del Vaticano. Su tumba
pronto se convirtió en meta de peregrinación para los fieles de todas partes
del mundo cristiano. Más tarde, el emperador Constantino hizo erigir la
Basílica Vaticana dedicada a San Pedro en el lugar de la tumba del apóstol.
En
junio de 1939, inmediatamente después de su elección, mi predecesor, Pío XII,
decidió comenzar las excavaciones bajo la Basílica Vaticana. La obra condujo
inicialmente al descubrimiento del lugar exacto de la sepultura del Apóstol y
luego, en 1952, al descubrimiento, bajo el altar mayor de la Basílica, de una
hornacina funeraria junto a una pared roja que data del año 150 y que está
cubierta de numerosos y preciosos graffiti, entre ellos uno de importancia
fundamental que dice, en griego, Πέτρος ενι. Este nicho contenía huesos que
pueden considerarse razonablemente los del apóstol Pedro. De estas reliquias,
que ahora se conservan en la Necrópolis bajo la basílica de San Pedro, el santo
Papa Pablo VI quiso conservar nueve fragmentos para la capilla privada del
apartamento papal del Palacio Apostólico.
Estos
nueve fragmentos fueron colocados en un relicario de bronce con la
inscripción Ex ossibus quae in Archibasilicae Vaticanae hypogeo inventa
Beati Petri apostoli esse putantur: “Huesos encontrados en la tierra bajo la
Basílica Vaticana, que se cree que son los huesos de San Pedro Apóstol”. Es
precisamente este relicario que contiene los nueve fragmentos de los huesos del
Apóstol el que he querido entregar a Su Santidad y a la amada Iglesia de
Constantinopla que Usted preside con tanta devoción.
Mientras
reflexionaba sobre nuestra mutua determinación de avanzar juntos hacia la plena
comunión, y mientras daba gracias a Dios por los progresos realizados hasta
ahora, desde que -hace más de 50 años- nuestros venerables predecesores se
reunieron en Jerusalén, recordé el regalo que el patriarca Atenágoras hizo al
Papa Pablo VI: un icono que representaba a los dos hermanos Pedro y Andrés
mientras se abrazaban, unidos en la fe y en el amor a su común Señor. Este
icono, que por voluntad del Papa Pablo VI se expone ahora en el Pontificio
Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, se ha convertido para
nosotros en un signo profético de la restauración de esa comunión visible entre
nuestras Iglesias a la que aspiramos y por la que oramos y trabajamos
fervientemente. Por lo tanto, en la paz que viene de la oración, sentí que
tendría un significado importante que algunos fragmentos de las reliquias del
apóstol Pedro fueran colocados junto a las reliquias del apóstol Andrés, que es
venerado como el patrono celestial de la Iglesia de Constantinopla.
Creo
que este pensamiento me venga del Espíritu Santo, que de tantas maneras urge a
los cristianos a redescubrir la plena comunión por la que Nuestro Señor
Jesucristo había orado en vísperas de su gloriosa Pasión (cf. Jn 17, 21).
Este
gesto quiere ser una confirmación del camino que nuestras Iglesias han
emprendido para acercarse unas a otras: un camino que a veces es exigente y
difícil, pero que va acompañado de claros signos de la gracia de Dios.
Continuar este camino requiere sobre todo una conversión espiritual y una
renovada fidelidad al Señor, que quiere de nosotros un mayor compromiso y pasos
nuevos y valientes. Las dificultades y los desacuerdos -ahora y en el futuro-
no deben distraernos de nuestro deber y responsabilidad como cristianos, y en
particular como pastores de la Iglesia, ante Dios y ante la historia.
La
reunificación de las reliquias de los dos apóstoles puede ser también un
recordatorio y un estímulo constante para que, en este camino en curso,
nuestras diferencias no sean ya un obstáculo a nuestro testimonio común y a
nuestra misión evangelizadora al servicio de la familia humana, que hoy está
tentada de construir un futuro puramente mundano, un futuro sin Dios.
Santidad,
amado hermano, es de gran consuelo para mí compartir estos pensamientos con
Usted. Con la esperanza de volver a encontrarle lo antes posible, le pido que
rece por mí y me bendiga, mientras intercambio con Su Santidad un abrazo
fraterno de paz.
Vaticano,
30 de agosto de 2019
Rosa
Die Alcolea
Fuente:
Zenit