Palabras del Papa antes de la oración mariana
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| Ángelus 27 octubre 2019 © Vatican Media |
A las 12 del
mediodía de hoy, al final de la Santa Misa celebrada en la Basílica Vaticana al
finalizar la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región
Panamazónica (6-27 de octubre de 2019) sobre el tema: Amazonía:
nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral, el Santo Padre
Francisco se asoma a la ventana del estudio del Palacio Apostólico para recitar
el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro para
la cita habitual de cada domingo.
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Palabras del
Papa antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La Misa
celebrada esta mañana en San Pedro clausuró la Asamblea Especial del Sínodo de
los Obispos para la Región Panamazónica. La primera lectura, del Libro de la
Sirácide, nos recordaba el punto de partida de este camino: la invocación del
pobre, que “atraviesa las nubes”, porque “Dios escucha la oración del oprimido”
(Sir 35,21.16). El grito de los pobres, junto con el grito de la tierra, nos ha
llegado desde la Amazonía. Después de estas tres semanas no podemos hacer como
que no lo hemos escuchado. Las voces de los pobres, junto con las de muchos
otros dentro y fuera de la Asamblea sinodal. Pastores, jóvenes, científicos,
nos impulsan a no quedarnos indiferentes. A menudo hemos oído hablar de la
frase, “más tarde es demasiado tarde”, esta frase no puede seguir siendo un
eslogan.
¿Qué fue el
Sínodo? Fue, como dice la palabra, un paseo juntos, reconfortados por la
valentía y el consuelo que vienen del Señor. Hemos caminado mirándonos a los
ojos y escuchándonos con sinceridad, sin ocultar las dificultades,
experimentando la belleza de ir hacia delante juntos, para servir. En esto el
apóstol Pablo nos estimula en la segunda lectura de hoy (cf. 2 Tm 4,6), en un
momento dramático, mientras sabe que está a punto de ser ofrecido como
sacrificio y el tiempo de su partida ha llegado. En ese momento escribe: “El
Señor ha estado cerca de mí y me ha dado fuerza para que yo pueda llevar a
cumplimiento el anuncio del Evangelio a toda las naciones” (véase 17) . Este es
el último deseo de Pablo: no algo para sí mismo ni para ninguno de los suyos,
sino por el evangelio, para que sea anunciado a todas las naciones. Esto es lo
primero de todo y cuenta más que todo.
Cada uno de
nosotros se habrá preguntado muchas veces qué puedo hacer de bien por mi propia
vida; hoy es el momento, preguntémonos: “Yo, ¿qué cosa de bueno puedo hacer por
el Evangelio?” En el Sínodo lo hemos hecho nos hemos preguntado, deseando abrir
nuevos caminos para el anuncio del Evangelio. Y, ante todo, hemos sentido la
necesidad, como el publicano del Evangelio de hoy (cf. Lc. 18,13-14), nos hemos
sentido impulsados a dejar las comodidades de nuestros puertos seguros para ir
y navegar en aguas profundas, no en las aguas fangosas de las ideologías sino
en el mar abierto en el cuál el Espíritu nos invita a tirar las redes.
Para el camino
que viene, invoquemos a la Virgen María, venerada y amada como Reina de la
Amazonía. No se hizo así por conquista, sino por “inculturación” de sí mismo:
con el humilde coraje de la madre se convirtió en la protectora de sus hijos,
la defensora de los oprimidos, siempre caminando con la cultura del pueblo, no
hay una búsqueda standar, no hay una cultura pura que purifica las otras, es el
Evangelio puro que se incultura A ella, que en la pobre casa de Nazaret cuidó
de Jesús, confiamos a sus hijos más pobres de nuestra casa común.
Raquel
Anillo
Fuente:
Zenit






